Me encontraba muy molesta.—No soy nada fácil comprando ropa, me mido siempre varios vestidos, así que no presiones.—La reunión es a las tres de la tarde. —miré el reloj, era mediodía apenas.—Que psicorrígido eres.Arqueó una ceja, entramos a la camioneta, me refresqué con el aire acondicionado, se detuvo al frente de una boutique y como Pedro por su casa dio órdenes de estilos de vestidos los cuales deseaba verme puesto. No dije nada, esperé a que terminara. Las vendedoras le sonreían y coqueteaban, a mí la sangre comenzaba a subírseme a la cabeza.—¿Cuál de todos le gusta?Dijo la peli teñida dirigiéndose a mi novio, me crucé de brazos.—Me gustan estos tres.Comentó Roland, miré alrededor, había un lindo vestido de rayas naranjas, también había otro con un degradé rosa muy bonito.—¡No me gusta ninguno!Exclamé con brusquedad mirando primero a la vendedora y luego a Roland, solo bastó verlo para darme a entender que jamás participarle en el papel de muñequita de papel y menos a e
Roland debe de entender que él pertenece a mi pasado. Si me amaba debió buscarme e insistir por mi perdón, pero eso no pasó.—Mejor sigamos, el conjunto está animado.—Limítate a eso.Por lo visto su personalidad seguía siendo la misma, con hablar, la gente le teme., eso es innato en él, el saber intimidad a las personas.—¡Compadre!Un joven trigueño, contemporáneo, un poco más bajo que mi novio, se acercó y se abrazaron, se codeó con Juan, quién no apartaba la mirada de mí. Roland me acercó más a él. Sin dudas será una reunión un poco tirante.» ¡Nojoda! ¿Tienen que darnos un premio para que te dignes a venir? —Su acento era costeño—. Pero me alegra cuadro, estamos en esta cule fiesta, celebrando por lo que nos ganamos, la reunión será monocuco llave.Reparó en mí de arriba abajo, ahora si me arrepentí de no haber venido de blanco, con el traje llamaba la atención, «¡Verónica tú te lo buscaste, Roland te lo advirtió!»—Nicanor Salamanca.Roland le desordeno el cabello, ese gesto me
No iba a mandarme, debe entender que no soy un objeto que puede poner en cualquier parte.—No iré contigo a ninguna parte.En dos zancadas llegó a la puerta y la cerró tan fuerte, pensé que la dejaría giratoria. Escuché como volvió a tirar la del apartamento. Las piernas me flaquearon, caí en la cama, no pude contener más las lágrimas, comencé a llorar y llorar temblando de miedo.Pudo haberme matado en ese estado, con la fama que tenía, sin embargo, no lo hizo, prefirió alejarse. Qué quiso decir con: «¿qué parte de mi vida te cuesta entender?» No conozco nada sobre él, ni de su vida, como pretende que lo conozca si tenemos solo unos días de novios.Comencé a balbucear, quería irme a mi casa. Pasaron los minutos, el apartamento me pareció tan frío. No lo sentí llegar, me di cuenta de su presencia cuando estaba en los pies de la cama.—Odio verte llorar Verónica y perdona, jamás pensé que ella se lanzara a besarme, creí que eras tú quien me jaló.—Te besó por algún motivo. —hablé en un
De regreso al apartamento fue en silencio, llena por el plato fuerte de la reunión, la comida estaba deliciosa. No había probado comida desde el desayuno. La reunión terminó de manera tranquila, no volví ver a Beatriz, el señor Andrés me pidió disculpas por lo que había ocasionado su hija.Aparte me dijo que era raro verme a mí de novia de otra persona, Roland trató de sonreír ante los presentes, pero se contenía en el fondo, algo lo incomodó. Tuvo una máscara de cordialidad irritante.El vigilante lo saludó con cortesía, abrió la puerta del parqueadero, mi novio abrió la puerta del auto para que bajara, su intención era quedar muy cerca. Su aliento a deseo erizó mis vellos, hizo ademan, para hablar, sin embargo, me adelanté.—¿Por qué te besó? —tomó mi mano, para luego tirar la puerta del auto.—¿Sigues con lo mismo?Ingresamos al ascensor, pulsó el botón de su piso. Al cerrarse las puertas, en un abrir y cerrar de ojos, me llevó contra la pared mientras que presionaba su pelvis a la
Ingresamos al auto, ¡qué delicia!, por el aire acondicionado, fue tan agradable. El calor era abrumador y sofocante. Cebolla y Simón nos llevaron hasta una bahía, ahí nos esperaba una lancha para llevarnos a altamar, miré al horizonte, vi el yate.Roland tomó la maleta, se alejó con Rata, hablaron en privado, mientras esperaba con mis pies metidos en la arena de playa, estaba tibia. Me había distraído tanto recordando cada situación desde que lo conocí, no me di cuenta en qué momento se fueron sus hombres de confianza. Un beso en mi cuello me trajo a la realidad.—¿Qué piensas? —Me tomó de la mano.—En muchas cosas, pero te has ganado, por este día, que no haga la pregunta de la cual rehuelles desde ayer.Soltó una carcajada, era tan bello, se veía tan joven al hacerlo. No podía ocultar que era un adorable diablillo.—¡Quiero que me quites el castigo! —acarició mis labios—. No había besado a una mujer por muy absurdo que te parezca, y ahora solo deseo hacerlo a cada rato. —Nos miramos
La luz del nuevo día se filtró por las pequeñas ventanas de la habitación del yate, desde ayer nos encontrábamos en mar abierto. Me tenía abrazada y yo encajaba en su regazo a la perfección, su largo brazo estaba sobre mi seno.Rebobiné el día de ayer «me acosté con él». ¡No Dios! Recuerdo hasta que me acostó. Me miré la ropa, tenía pijama puesta y ropa interior limpia ¿Dios lo hice? Él se movió, sentí la erección en mi trasero, salí apresurada de la cama, no sentí el cuerpo diferente. Como era su costumbre, él se levantó al menor movimiento, su mirada era de interrogatorio.—¿Pasa algo, Hermosa? —lo miré, me sonrojé.—¿Hicimos algo ayer?No sé cómo describir su mirada, pasó de la preocupación a la ternura en un segundo.—Aparte de limpiarte el vómito, cambiarte de ropa, te acosté y me acosté a tu lado, nada más pasó, Verónica. —suspiré, mientras que él dejó ver una sutil tristeza—. Contigo perdí el estilo.—No has perdido nada y gracias por no…—Te quiero consiente el día en que me i
Quería abrazarlo, sin embargo, logré contenerme, me senté a su lado y la fresca brisa golpeó en mi rostro, le di a entender que siguiera. —¿No te enojarás más?—Depende. —nos miramos por un rato—. Con la verdad no se pelea, Roland —desvió su mirada.—Antes de que tú aparecieras. —Se encogió de hombros—. Hace unos cuatro meses, cuando viajé a Barranquilla para mirar las obras, me quedé en la casa de Andrés, mi socio. —Le costaba darme su confesión o revelarme una parte de su misteriosa y hermética vida—. Me quedé casi una semana y coqueteé de alguna manera con Beatriz, ella siempre me había visto con muchas mujeres, a veces con dos el mismo día no le parecía que fuera un buen partido.» En esa semana nos dimos cuenta o más bien me di cuenta de que era una buena muchacha y tal vez podría comenzar a tener algo serio en mi vida. —Se me tensó todo por dentro por los celos, ella era una verdadera rival—. No pongas esa cara Verónica. —traté de sonreírle—. Antes de irme le dije que pensar
El celular me despertó, era pasada la medianoche, había quedado muerta después de haber pasado el día arreglando el apartamento con adornos navideños. Arreglar las luces y todo lo que teníamos guardado.Quedó muy lindo, parecía la casa de Papá Noel, los tres habíamos quedado exhaustos, caí en la cama después de darme un baño y me tomé un analgésico para el cólico, me llegó la menstruación y al parecer será de esas que el dolor me enviaba a la cama.—Sí. —respondí más dormida que despierta.—Verónica. —Era la voz de Roland susurrando—. Perdona por despertarte, no puedo dormir.—¿Y aplicas, tú y yo en el mismo estado?Escuché su risa, se sintió un eco, quién sabe en donde estará metido.» ¿Dónde estás?—Llegando a tu apartamento. ¿Me das posada? Desde ayer no duermo.Me levanté como un resorte, ingresé corriendo al baño por la gran descarga, no sé si fue por el fuerte movimiento o por la sorpresa.—¿A qué horas llegas? —escuché que hablaba con alguien.Por mucho en diez minutos, Simón d