El gritó del señor Fausto fue abrumante. La música ya había terminado, Simón les pagó. Mi novio sonrió al darse cuenta de que él fue el tema de conversación con mi hermano.
—Gracias por cuidar de ella. —Se dieron la mano, papá estaba pálido.
—¿Te hicieron algo mi ángel? —negué para tranquilizarlo.
—Solo un par de cortadas.
Papá miró a Roland con otros ojos, ahora no era el intruso sino el héroe.
—Joven, gracias por lo que hizo. —No apartaba la mirada de mí—. Y tú, ¿no pensabas decírmelo? Luego hablamos, por otro lado, ya es tarde y Vero es una mujer decente, mañana puede visitarla, ya es hora de dormir.
—Por supuesto. —dijo.
¡Qué pena! Roland contenía las ganas de reírse. Santiago si soltó u
Miré al oportunista con los ojos casi cerrados por la rabia, sentí el rostro rojo.—Señor Fausto. Se lo había regalado de cumpleaños y me lo devolvió —al menos omitió el que le lancé las llaves en la cara—. Espero para su grado no obtenga la misma negativa, ya que aceptó ser mi novia.Se le notaba las ganas de reírse mientras que yo botaba chispas y mi padre era el juez, estaba conociendo una etapa diferente de él.—Vero…—¡Mejor no digas nada papá! —Lo señalé.—¿Vas a devolvérmelo?Detestaba encontrarme contra la pared, el señor Fausto me miraba a la espera de dicha respuesta. Roland extendió las llaves para que yo las tomara. Demoré un poco, pero al final las tomé más por el hecho de tener como transportarme para ir a su casa o hasta su finc
Esperaba mi respuesta, le sonreí.—No me cabe la menor duda. —devoró mi boca, besaba increíble.—En mi baño tienes el ganador, después del desayuno subes para ver si atiné.—¿En tu baño?Sonrió de una forma tan bella como un niño sonriendo por ser descubierto deseando algo.—Sí, será nuestro baño dentro de poco.¿Nuestro?, se me formaron miles de mariposas en el estómago.—¿Vamos en serio? —se detuvo y negó levemente.—Perdóname, no pienses en matrimonio ni nada de esas vainas estúpidas, Verónica. —Las mariposas desaparecieron en cuestión de segundos—. Solo…—Ya no sigas que la vas a terminar embarrando, debo acostumbrarme a tu estilo; lo que haces con la mano y lo destruyes con los pies.
La reunión se había acabado pasada las tres de la mañana, estaba muerta de cansancio por haber bailado tanto. Roland puede que tenga razón, caeré antes y mi necesidad por él aumentaba cada vez más con cada beso. No me conocía, lo ocurrido en el baño a nadie se lo había permitido, y para vergüenza mía me gustó. ¡Qué!, ¡me encanto! Era demasiado pronto y carecía de fuerza de voluntad ante ese tema de decirle que no. No en ese sentido, la sensación de mi cuerpo… ¿Me humedecía con solo recordarlo?, debía controlarlo, hacerle entender qué el amor y el sentimiento era más importante, en su entorno tal vez puede ser muy común, pero en el mío no. Y ya no soy una niña, tenía veintiún años, ¡eres una vieja! El meollo era que no quería ser una más en su vida, deseaba ser la única en su vida. Quería ser su todo. Dios ayúdame… De tanto pensar me quedé dormida, me despertó el celular. Al mirar la hora eran pasadas las ocho de la mañana. Era un número desconocido, sonreí al imaginarme quien podría
Me encontraba muy molesta.—No soy nada fácil comprando ropa, me mido siempre varios vestidos, así que no presiones.—La reunión es a las tres de la tarde. —miré el reloj, era mediodía apenas.—Que psicorrígido eres.Arqueó una ceja, entramos a la camioneta, me refresqué con el aire acondicionado, se detuvo al frente de una boutique y como Pedro por su casa dio órdenes de estilos de vestidos los cuales deseaba verme puesto. No dije nada, esperé a que terminara. Las vendedoras le sonreían y coqueteaban, a mí la sangre comenzaba a subírseme a la cabeza.—¿Cuál de todos le gusta?Dijo la peli teñida dirigiéndose a mi novio, me crucé de brazos.—Me gustan estos tres.Comentó Roland, miré alrededor, había un lindo vestido de rayas naranjas, también había otro con un degradé rosa muy bonito.—¡No me gusta ninguno!Exclamé con brusquedad mirando primero a la vendedora y luego a Roland, solo bastó verlo para darme a entender que jamás participarle en el papel de muñequita de papel y menos a e
Roland debe de entender que él pertenece a mi pasado. Si me amaba debió buscarme e insistir por mi perdón, pero eso no pasó.—Mejor sigamos, el conjunto está animado.—Limítate a eso.Por lo visto su personalidad seguía siendo la misma, con hablar, la gente le teme., eso es innato en él, el saber intimidad a las personas.—¡Compadre!Un joven trigueño, contemporáneo, un poco más bajo que mi novio, se acercó y se abrazaron, se codeó con Juan, quién no apartaba la mirada de mí. Roland me acercó más a él. Sin dudas será una reunión un poco tirante.» ¡Nojoda! ¿Tienen que darnos un premio para que te dignes a venir? —Su acento era costeño—. Pero me alegra cuadro, estamos en esta cule fiesta, celebrando por lo que nos ganamos, la reunión será monocuco llave.Reparó en mí de arriba abajo, ahora si me arrepentí de no haber venido de blanco, con el traje llamaba la atención, «¡Verónica tú te lo buscaste, Roland te lo advirtió!»—Nicanor Salamanca.Roland le desordeno el cabello, ese gesto me
No iba a mandarme, debe entender que no soy un objeto que puede poner en cualquier parte.—No iré contigo a ninguna parte.En dos zancadas llegó a la puerta y la cerró tan fuerte, pensé que la dejaría giratoria. Escuché como volvió a tirar la del apartamento. Las piernas me flaquearon, caí en la cama, no pude contener más las lágrimas, comencé a llorar y llorar temblando de miedo.Pudo haberme matado en ese estado, con la fama que tenía, sin embargo, no lo hizo, prefirió alejarse. Qué quiso decir con: «¿qué parte de mi vida te cuesta entender?» No conozco nada sobre él, ni de su vida, como pretende que lo conozca si tenemos solo unos días de novios.Comencé a balbucear, quería irme a mi casa. Pasaron los minutos, el apartamento me pareció tan frío. No lo sentí llegar, me di cuenta de su presencia cuando estaba en los pies de la cama.—Odio verte llorar Verónica y perdona, jamás pensé que ella se lanzara a besarme, creí que eras tú quien me jaló.—Te besó por algún motivo. —hablé en un
De regreso al apartamento fue en silencio, llena por el plato fuerte de la reunión, la comida estaba deliciosa. No había probado comida desde el desayuno. La reunión terminó de manera tranquila, no volví ver a Beatriz, el señor Andrés me pidió disculpas por lo que había ocasionado su hija.Aparte me dijo que era raro verme a mí de novia de otra persona, Roland trató de sonreír ante los presentes, pero se contenía en el fondo, algo lo incomodó. Tuvo una máscara de cordialidad irritante.El vigilante lo saludó con cortesía, abrió la puerta del parqueadero, mi novio abrió la puerta del auto para que bajara, su intención era quedar muy cerca. Su aliento a deseo erizó mis vellos, hizo ademan, para hablar, sin embargo, me adelanté.—¿Por qué te besó? —tomó mi mano, para luego tirar la puerta del auto.—¿Sigues con lo mismo?Ingresamos al ascensor, pulsó el botón de su piso. Al cerrarse las puertas, en un abrir y cerrar de ojos, me llevó contra la pared mientras que presionaba su pelvis a la
Ingresamos al auto, ¡qué delicia!, por el aire acondicionado, fue tan agradable. El calor era abrumador y sofocante. Cebolla y Simón nos llevaron hasta una bahía, ahí nos esperaba una lancha para llevarnos a altamar, miré al horizonte, vi el yate.Roland tomó la maleta, se alejó con Rata, hablaron en privado, mientras esperaba con mis pies metidos en la arena de playa, estaba tibia. Me había distraído tanto recordando cada situación desde que lo conocí, no me di cuenta en qué momento se fueron sus hombres de confianza. Un beso en mi cuello me trajo a la realidad.—¿Qué piensas? —Me tomó de la mano.—En muchas cosas, pero te has ganado, por este día, que no haga la pregunta de la cual rehuelles desde ayer.Soltó una carcajada, era tan bello, se veía tan joven al hacerlo. No podía ocultar que era un adorable diablillo.—¡Quiero que me quites el castigo! —acarició mis labios—. No había besado a una mujer por muy absurdo que te parezca, y ahora solo deseo hacerlo a cada rato. —Nos miramos