—Sabes que uno no tiene la certeza si regresa.Se va a una misión complicada, el labio me tembló y mi impulso fue correr a sus brazos, Arnold me aferró fuerte a su cuerpo, sin duda era una despedida, sentí mil cosas con ese abrazo.—¿Te puedes morir? —besó mi frente y antes de salir dijo.—Ya estoy muerto.Fue un susurro, pero lo escuché clarito. Me quedé en el pasillo mirando la puerta por un buen rato.—Virgencita de Guadalupe, protégemelo, te lo suplico, cúbrelo con tu manto sagrado y que nada le haga daño.No dormí absolutamente nada, me metí al baño, preparé mi desayuno y mi almuerzo. No tengo idea si va a ir a la universidad, tal vez debe hacer algo y no quiere que sepan dónde vive, pero una compañera si puede llevarle el almuerzo, sonreí.Preparé como siempre, organicé las dos comidas, las guardé en mi morral, tomé las llaves de mi carro, llegué a la universidad y vi mis clases normales, al mediodía salí corriendo a mirar si lo encontraba donde siempre almuerza, no creo que est
Estas mujeres, aunque mayores que yo, se han portado como unas verdaderas amigas. Mi corazón va a mil, llamaron abordar, cuando el avión despegó supe que ya no hay vuelta atrás, ahora a enfrentar al cobarde de «mi no sé qué tenemos», lo cierto era que aclararemos nuestra situación.Shirly me había enviado la dirección de la oficina y llegué en un taxi, me había soltado el cabello como a él le gusta, todas las manos me sudan, los nervios los tengo a flor de piel. Era tremendo edificio de ocho pisos el que dice consorcio R&V, pregunté por la abogada Shirly y me dieron paso, debía subir al octavo piso. Apenas salí del ascensor, Shirly y Gladis me esperaban, me arrastraron a un despacho.—Debes cambiarte. —No pude evitar reírme, he tenido amigas, pero nunca de esta manera—. ¿Trajiste algún vestido? —Sí.—Perfecto. Ingresa al baño y cámbiate, toma mis maquillajes, hoy debes verte espléndida, es el más loco de todos, quien sabe que te tiene preparado, le vas a salir general, la suite que
Dijo la estúpida esa. Lobo me puso su mano en mi cintura indicándome que debía caminar, me había desconectado, no quería escuchar a esa cabeza hueca llena de silicona hablando.—¿Cuándo te regresas a Estados Unidos?—Mañana.—Entonces nos vamos juntos.—Eso parece. —Le sonreí—. Kevin. —Se sorprendió cuando lo llamé por su nombre—. No quiero cenar con ellos. —Se acercó a mi oído.—Lupe, te entiendo, y no hay nada que nosotros odiemos más, que el que sean indiferente. Úsame como quieras.—Gracias, tienes novia.Se río, creo que fue más para aparentar, dado que el pendejo nos miraba como si se le hubiera atravesado alguna espina en la garganta.—No vamos a intimar, tampoco me beses en la boca. A mi novia la quiero bastante, nunca pensé que mi alma estuviera en Rusia. Pero si haré que la gonorrea de Mojón se trague una pila de mierda.Me había hablado al oído, besó mi mejilla y acarició mi cabello.—En el restaurante de siempre. —comentó Gladis. Miró mal a Marcela—. Me imagino que ustede
—¡Ustedes dos váyanse a la mierda! —Se rieron más.—¡Señor Moreno!Llamó una enfermera, le saqué el dedo del medio a los dos infantiles que no dejan de joder.—Soy yo. —Me levanté, llegué hasta donde ella.—Acompáñeme, alguien quiere conocerlo.El corazón me latía a mil. Seguí a la muchacha, llegué al lugar de recién nacido, a mi mujer le hicieron cesárea. Había varios y cuando pasaba por esos niños no sentía nada, hasta que vi a un gorgojito enfundado en una manta azul con sus ojos abiertos que me esperaba.Y esa misma sensación que sentí cuando me entregaron a mis mocosas volvió a instalarse en mi pecho, un ser más por el cual vivir, un ser más por el cual dar mi vida si era preciso. No era por nada, pero se parece a mí.—¿Puedo cargarlo?—Por supuesto, desde que nació no ha cerrado los ojos, su madre dijo que él quiere conocerlo a usted. —De veras que los hijos lo apendejan a uno.—Hola, campeón. —buscó mi voz, lo saqué de su cuna, besé su cabecita y sin poder controlar esa emoción
Aníbal terminó de hablar y nos quedamos en silencio un rato, Roland se acariciaba el mentón con esa mirada perdida, lo conozco, está mirando las posibilidades en la que nuestro hermano tuvo que haber cambiado.—No lo presionemos a qué venga al rancho, él tendrá sus motivos y respetémoslo por ahora.—¿Crees que lo estén amenazando? —pregunté.—Totalmente seguro, el que Marcela sea amante del padre de Arnold y que este de la noche a la mañana se alejara de Lupe… lo amenazaron con hacerle algo a ella.—¿Acaso esa gonorrea no confía en nosotros?Nos quedamos en silencio, el puño contra la mesa lanzado por Roland nos sacó de nuestras meditaciones.—Maldita gonorrea…Esa manera de pensar del patrón era de la que siempre alardearé, puede que no diga nada, pero ya tuvo que descubrir algo.—¿No nos vas a decir?—No tengo nada que decirles, solo tengo rabia que estén amenazando a uno de los nuestros y no podamos ayudarlo de manera inmediata.—Perdón patrón, pero meta el dedo en mi boca pa’ ver
—Después de tu atentado, ¿crees que nos importaba algo más que tu seguridad?, además Jacinto le está pagando la cuota, dejó muy en claro que hasta que no te casaras con él tus gastos eran asumidos por nosotros, que somos tus padres.—Mamáááá —¿Qué mierda pasó? No importa, no quiero nada de él—. Dile a mi padre que no pague más esa cuota, devolveré ese auto, así ustedes estarán más holgados de dinero, ya suficiente tienen con las carreras de sus hijos.—Lupe…—Te llamo más tarde amá.Miré el celular, también fue un regalo de él. Lo destapé, saqué la SIM. Me puse a guardar mi ropa, en las dos maletas metí todo. No me llevaré nada más. A la hora estaba al frente de la puerta de la habitación y respiré profundo antes de abrir. «Dios ayúdame, Virgencita de Guadalupe no me dejes sola». Salí, arrastré las maletas, al escuchar el ruido salió de su habitación.—Pensé que te habías ido. —miraba las maletas.—¿A dónde vas?—Que te importa.Comenté de lo más tranquila, en la cocina busqué el male
Subí a nuestra habitación. Verónica ya salía del baño, mis hijos ya estaban solo en pañales esperando a que los bañáramos. Miguel es el más rápido en conducir, debe estar en unos veinte minutos. Iba a decir que no podía ayudar cuando Victoria me extendió los brazos con esa sonrisa preciosa, me noqueó.—¿Pasa algo Cielo?—Te lo contaré en unos días, por ahora, no salgas y menos con los niños.—¿Piensas que me voy a quedar con esa información?—Los muchachos vienen para acá, no demoran en llegar. Te venía a ayudar, después que hable con ellos te cuento lo que pueda. Verónica, sin mí o alguno de los muchachos no sales, Júramelo Hermosa. —La vi negar no tan convencida—. ¿Qué?—Tengo varias citas para la celebración de los cumpleaños de los niños… además ya estoy retomando mis labores de veterinaria y quería mirar varios insumos que necesito.—Yo te acompaño, siempre y cuando sea en Blanco.—Bien, veo que es delicado, júrame que me lo dirás esta noche, de lo contrario te corto los servicio
—Lo que dijiste del regalo de la yegua Amentet, ¿es cierto? —Me eché a reír.—No se imaginan lo que me divertiré viendo a esa mujer montar a esa resabiada, el nombre les quedó a penas, solo a mí, Jacinto y Duwer es a quien respeta la descarriada yegua.—Ese momento no quiero perdérmelo. —comentó Miguel—Será lo primero que haré, a ver si se larga y nos deja con Arnold. —Me levanté—. Esta tarde los quiero a todos cerca, está tierra Rata las tiene bajo cobertura, si nos lanzan algo, el gobierno de los Estados Unidos intervendrá. A trabajar muchachos.Desayunamos, mis hijos están inquietos, tienen a las dos nanas y a mi mujer persiguiéndolos, gatean rápido, en las tardes terminan con esas rodillas sucias y rojas. Arnold llegó a las diez como habíamos acordado con su prometida.Nosotros acabábamos de salir a las caballerizas, los vimos descender del auto, automáticamente todos nos pusimos los lentes, me dirigí hacia ellos cuando Arnold llegaba serio y la tal Marcela trataba de alcanzarlo,