Capítulo 32

El frío era insoportable y el dolor en el cuerpo no la dejaba acomodarse sobre la tela sucia y rota tendida en el gélido y duro piso. Podía escuchar el chillar de las ratas y sentir los bichos andar sobre su piel y picarla. Era imposible dormir con tanto dolor en sus músculos y con el hambre que hacía gruñir su estómago. No entendía la razón de esa señora ensañarse en su contra y maltratarla de esa forma. Sus lágrimas bañaban su rostro y solo pensaba en cómo se sentiría dormir en las habitaciones del palacio y comer de la cena que allí se servía, en vez de las migajas de pan que le daban al medio día.

***

El sol brillaba con fiereza y el sudor recorría su cuerpo, provocando picazón a sus heridas. Estaba cansada, sedienta y hambrienta; necesitaba sentarse un rato y beber, aunque sea un sorbo de agua para no desmayarse.
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