Diana
Respiro varias veces, pues mi nivel de estrés ha subido últimamente con tanta demanda. A nuestro segundo año de poner el restaurante de comidas dulces en Zafiro, ya tenemos sucursal en Met. Inspecciono por última vez el lugar y suspiro satisfecha. Ha sido un arduo trabajo, pérdida de sueño, días sin tener tiempo ni para comer, mucho estrés y viajes inesperados; hemos tenido que sacrificar muchas cosas, pero ha valido la pena. Cierro la puerta, saludo a los guardias y miro por todos lados. Creí que Lían ya estaba aquí; hago una mueca y frunzo el ceño.
—¡Para qué me dice que ya llegó si no es cierto! —espeto con enojo, tal vez exagero, pero recuerden que tengo mucho estrés.
—Hola, chica preciosa. ¿Por qué tan solita? ¿Quieres que te haga compañía?
S&iacut
Lucero verde—¡Diana! —Dimitri la llamaba desde el taller, mas no obtuvo respuesta. Su esposa entróy lo abrazó desde atrás; él se volteó quedando frente a ella, sostuvo su rostro y la besó en los labios con pasión. Amaba a esa mujer con locura. Ella se quedó embelesada con sus orbes grises que nunca perdieron su misterio.—Diana fue a visitar a sus tíos —dijo coqueta. Atrapó sus labios juguetona, pero él la apartó y arrugó el rostro.—Últimamente está visitando mucho a "sus tíos". —Hizo ademanes de comillas y el disgusto se expresaba en su rostro.Los Harrison no eran familiares, sin embargo, se volvieron cercanos a ellos después de la gran batalla que se libró para la restauración de Lucero verde; por tal razón t
La noche estaba más oscura de lo regular y el tono verde azulado intenso había cambiado a uno casi negro con una luna (luz testigo para ellos) anaranjada y muy brillante. La brisa estaba un poco violenta y una sensación de que algo sucedía en el ambiente se podía palpar.—¡Es el momento! El guardián de Destello está en la montaña de Estrella Verde junto a los hijos del guardián heredero. —Un chico alto y delgado, de cabellera rubia y abundante; vestido completamente de negro, con ropa y camisa de cuero ceñidas al cuerpo, dijo con una sonrisa retorcida.—Es nuestra oportunidad de atacar. Aquí no están sus padres ni el poderoso guardián de este mundo —añadió una chica rubia idéntica a él. Ella estaba vestida de la misma manera y su cabello estaba peinado en una larga trenza.—Entonces, vamos tr
La mañana estaba brillante con un cielo despejado y el sol anaranjado. Los cantos de los pájaros, la brisa fresca y el olor del café daban las mejores sensaciones a una mañana perfecta, hasta que...—¡Dimitri! —Ana lo llamó espantada y él saltó de la cama con gran preocupación. Corrió hacia donde se escuchaba su grito y la miró con reclamo al no ver rastro de algo que justificara la manera en que lo llamó.—¡Explícate! —Le dedicó esa mirada intensa que la estremecía.—¿Por qué me miras como si estuviera loca? —Ella reclamó y luego apuntó a través de la puerta—. Diana no durmió en la casa.—¡Qué tonterías dices! —Dejó de hablar cuando observó la habitación, entró con si
Destello—¡Lían! —Leela despertó de golpe, sudorosa y con temblores. Jing se acercó espantado y tomó sus manos heladas. Él ya se había levantado y, como ella se había acostado de madrugada, no quiso despertarla.—Cálmate, amor, fue una pesadilla. —Jing trataba de tranquilizarla, puesto que ella había estallado en llanto.—Jing, debo ver a mi hijo... tengo un mal presentimiento —dijo con voz ronca mientras Jing secaba sus lágrimas.—Lo veremos pronto, Tigresa. Él está bien, solo estás nerviosa porque es su primera misión solo.—No, Jing, siento algo feo en mi pecho. Tengo la sensación de que no lo volveré a ver. —Ella se recostó sobre su torso sin poder evitar llorar con de
—¿Estás dormida? —Lían estaba recostado sobre la puerta de la habitación de Diana mientras daba pequeños golpecitos. Ella no había salido de allí desde el mediodía y ya estaba anocheciendo.—¿Necesitas algo? —La voz apagada de la muchacha se escuchó desde el otro lado de la puerta.—Ah... —Rascó su cabeza—. No, solo quería saber si estás bien... ¿Tienes hambre?La puerta se abrió y una Diana con los ojos hinchados y nariz roja lo recibió.—Veré que puedo preparar —respondió con la voz ronca y Lían la miró desconcertado.—Espera, no te llamé para eso... no, yo te preparé un sándwich, es lo más que puedo hacer en la cocina. —Sonrió. Ella lo miró avergonzada.&mdas
Tierra—Bien, encontré esta carpeta en mi gavetero; por cierto, recuérdame que debo arreglar una de mis gavetas cuando vayamos a recorrer este lugar. —Lían dijo sentándose a su lado. Él había venido de la habitación, pues ambos quedaron en rebuscar la casa para encontrar alguna pista. Él tomó asiento al lado de ella y Diana empezó a respirar con dificultad al tenerlo tan cerca. ¿Qué rayos le pasaba con ese chico?—Yo encontré esta cajita. —Ella topó con sus palmas un cofre negro que tenía sobre sus piernas.Diana abrió la caja y él la carpeta.—Son documentos... —Él observó los papeles con detenimiento—. ¡No puede ser! Según este papel, mi nombre es: ¡Andrey Georgiev Angelov! ¡Qué rayos!
Diana dudaba en si tocar o no. Lían la había dejado sola con esos aparatos que ella no entendía y se encerró en su habitación. Ni siquiera salió a almorzar y ella no sabía si llamarlo o dejarlo tranquilo, pues después del incidente en el sofá, su expresión cambió y su trato fue muy distante. Diana se sentía un poco triste e intimidada por su comportamiento frío y se odiaba por eso, se suponía que llevaban unos días conociéndose y a ella no debería importarle lo que él piense o haga.—¿Será por el casi beso? —dijo para sí mientras meditaba en el cambio de humor de Lían. Cada vez que recordaba lo cerca que tuvo de probar esos lindos labios, su corazón latía de forma arrítmica y las mejillas le ardían. Pero eso no estaba bien, apenas conocía a ese chico y sus vidas eran muy d
Lían frunció el cejo mientras observaba la información en el computador con las lágrimas en las manos.—¡Ya sé dónde estamos! —Lían gritó entre emocionado y desconcertado. Diana se acercó a él, pero se alejó al ver las piedras y la cadena en su cuello brillar.—¿En Sofía? ¿No es así que se llama este mundo? —Diana preguntó confundida, pues ellos habían encontrado esa información en sus documentos.—Sofia es el nombre de la ciudad capital de este país. Nosotros estamos en la tierra —dijo sin todavía creer la casualidad de caer en el mismo planeta en donde cayeron sus padres.—¿En la tierra?—Sí, Diana. ¿Y sabes qué es lo peor? —Ella negó y él la miró desorbitado—. Nos p