Lucero verde
—¡Diana! —Dimitri la llamaba desde el taller, mas no obtuvo respuesta. Su esposa entró y lo abrazó desde atrás; él se volteó quedando frente a ella, sostuvo su rostro y la besó en los labios con pasión. Amaba a esa mujer con locura. Ella se quedó embelesada con sus orbes grises que nunca perdieron su misterio.
—Diana fue a visitar a sus tíos —dijo coqueta. Atrapó sus labios juguetona, pero él la apartó y arrugó el rostro.
—Últimamente está visitando mucho a "sus tíos". —Hizo ademanes de comillas y el disgusto se expresaba en su rostro.
Los Harrison no eran familiares, sin embargo, se volvieron cercanos a ellos después de la gran batalla que se libró para la restauración de Lucero verde; por tal razón tenían una relación de familia. Ellos trataban a Diana y Doel como a sus sobrinos, de igual manera lo hacían los Pavlosky con los cuatro hijos de ellos.
—Algo me dice que Diana se trae algo con Dan. Sabes las andanzas del muchacho y no me importa que sea hijo de Ulises, si llega a tocarle si quiera un pelo a mi polilla, no voy a ser generoso con él.
Ana sonrió divertida; Dimitri era muy celoso con su primogénita, pero la chica siempre se salía con la suya.
***El Dojo estaba vacío, así que Dan aprovechó para llevar a Diana y tener un poco de privacidad con ella. Estaban sobre el piso de madera, él encima de ella, devorando su boca y buscando piel que tocar. Diana agarró su mano traviesa, impidiéndole que la tocara, razón por la que este se separó con una sonrisita coqueta y se sentó con los codos sobre sus rodillas.—¿Cuándo me dejarás tocarte o, mejor aún, enseñarte lo delicioso y placentero que es perder tu virginidad sin sentido? Tienes veintidós años, Diana; eres una mujer, no una adolescente.
Diana lo miró con escepticismo. El chico era guapo y tenía sentido del humor. Era una réplica de su padre, dueño de unos hermosos ojos verdes, cabellera rojiza y rizada y una sonrisa de ensueño. A Dan le gustaban las artes marciales, así que se mantenía en forma y presumía sus definidos músculos. Era dulce y divertido; ellos se llevaban bien y podían hablar de cualquier tema, para ella era cómodo pasar tiempo con él. El problema: Dan era un mujeriego de lo peor y no se tomaba a ninguna mujer en serio. A sus veinte años, se había tirado media región y nunca se le había visto en una relación formal. Ellos se consideraban solo amigos con derecho a besarse y abrazarse, sin embargo, nunca llegaría más lejos con él, pese a su insistencia.
—El día en que pierda mi virginidad será con alguien que pertenezca solo a mí y no a todas las mujeres de Arcoíris. —Ella respondió imitando su acción y él la rodeó con su brazo.
—¡Lástima! Diría que tú te lo pierdes, pero me muero por tener ese hermoso cuerpecito a mi disposición. Tus grandes pechos deben ser deliciosos y muero por tenerlos en mi... —Sonrió sugestivo y no hubo necesidad de que terminara la frase para que su alusión provocara que su amiga se sonrojase.
Ella le evadió la mirada con pena. No podía negar que le daba curiosidad y muchas veces luchaba contra el deseo de experimentar que tan experto era él, ya que las chicas quedaban locas después de una noche de pasión con el chico; pero su padre la había criado con ciertos principios que le impedía pasar el límite; además, sería condenar al chico a una muerte lenta y dolorosa. Sí, su padre era muy intimidante e intuitivo, estaba segura que notaría si ella daba ese paso y obviamente, dejaría a sus tíos con un hijo menos.
—Sabes cómo es mi padre, nos mataría.
—Yo estaría dispuesto a morir si es el precio a pagar por saborear tu cuerpo, estás buenísima y quiero darme ese gusto.
—Ya termina el tema o me voy. —Ella frunció el cejo avergonzada. Ese chico no tenía reparos para hablar.
—Esta bien dulzura, pero piénsalo. Te prometo que será la mejor experiencia sexual que tendrás en toda tu vida.
—No, gracias. Por cierto —decidió cambiar el tema—, Eliana me dijo que mañana tendrán visita de Destello. Está muy emocionada con el chico que vendrá, ¿por casualidad él es el hijo de los guardianes que ustedes tanto mencionan?
—Sí, el presumido de Lían. —Hizo una mueca.
—¿Qué? ¿No te agrada? —Ella lo miró divertida y él dejó salir un suspiro.
—Ni me agrada ni me desagrada. Lían es un aburrido que se toma muy en serio el asunto de ser guardián. Mi hermana suspira cada vez que lo ve y él solo la ignora, tal vez se cree la gran cosa porque es hijo de un príncipe.
—Ya veo... —dijo pensativa. Le daba curiosidad conocer a ese chico, nunca había tratado a una persona que no fuera de su mundo.
***
Destello—Lían, espero verte pronto. —La rubia dijo con timidez y sonrojo mientras sostenía su mano. Ella era Beka, hija de Ileana y Bruno, reyes del Norte. El padre de ella era el mejor amigo del padre de él y ambas familias se llevaban muy bien. Beka era hija única y sacó el parecido de su madre a excepción de sus ojos verdes, que eran los mismos de su progenitor. Su cabello rubio le llagaba hasta las costillas con hermosas ondas; su piel era bronceada y su cuerpo delgado. Ellos siempre fueron buenos amigos desde su niñez y él la veía como una buena compañera de vida. No tenían una relación más allá de una amistad aún, pero todos esperaban que ellos dieran ese paso, por lo que él ya lo había decidido. Después de su viaje a Lucero Verde, le pediría que fuera su novia y hablaría con sus padres.
—Solo serán unos días. Cuando regrese te haré una propuesta que espero aceptes. Hemos sido amigos desde siempre y ambos tenemos las mismas metas, pero no diré nada más hasta que regrese —Le acarició la mejilla y ella se sonrojó otra vez. Su corazón palpitaba con intensidad por la expectativa de sus palabras, él no se había ido y ya estaba ansiosa porque regresara y le hiciera esa propuesta que ella llevaba años esperando.
—Esperaré ansiosa —respondió con una gran sonrisa. La chica se acercó a él de forma peligrosa. Ellos nunca habían tenido ningún roce fuera de su relación de amistad, sin embargo, ella estaba cansada de comportarse con pudor ante él. Le gustaba y quería romper todos los límites y barreras que los separaban. Acercó su rostro y pudo notar la tensión de Lían cuando ella rozó sus labios. Él le correspondió para no hacerle el desaire, entonces ella lo empezó a besar con intensidad: Lían le siguió el ritmo, pero algo no estaba bien. No era lo que esperaba y por alguna razón sintió que era besado por una hermana y no por la mujer que él había elegido para ser su esposa, debían ser los nervios que le estaban haciendo una mala jugada. Se apartó lentamente con la excusa de que tenía que irse. Ella lo abrazó y el besó su cabello.
—Ya sabes, en unos días seremos más cercano. —Le guiñó un ojo y se marchó.
*** —Debes ser cuidadoso, Lían. —Jing advirtió sentándose frente a él—. Lo que ustedes van a hacer es delicado. Me hubiera gustado acompañarte, pero tengo una misión con tu madre y regreso en dos semanas.—No te preocupes, papá. Tengo todo planeado. El tío Ulises nos ayudará, sabes lo poderoso que es.
—Bien, porque esas piedras son muy importantes... —Su padre frotó su sien—. Jamás habría imaginado que Lucero Verde tuviera lágrimas de diamantes y que estas serían parte de las lágrimas de Destello. Es muy extraño.
—Odiel me dijo que al Lucero Verde ser un mundo receptivo, tenía piedras que se conectaban con otros mundos; pero que al ser tan poderosas es mejor ponerlas todas en un mismo lugar y cuidarlas. —Lían informó y Jing le sonrió. Estaba muy orgulloso de su hijo menor, quien siempre había sido responsable, obediente y muy comprometido a su misión. Como guardián de Destello, Jing no envejecería por doscientos años; después de ese tiempo, su hijo John lo reemplazaría y Jing y Leela vivirían una vida común y corriente. Jinag, la melliza de John, era guardiana de los portales y brechas entre otros mundos, vigilando que no fueran alterados ni invadidos por conquistadores. Por su parte, Lían debía cuidar las lágrimas de Destello y ahora se le sumaron las de Lucero Verde, que se conectaban con las de su mundo, esa era la razón de su viaje. Él se despidió de sus padres y tomó el cofre marrón que contenía las lágrimas, una luz dorada que salió de su cadena lo rodeó y él desapareció de sus vistas.
***
Lucero verdeLa fresca brisa acariciaba su rostro con delicadeza mientras era arropada por el delicioso aroma de las flores coloridas de la región Arcoíris, llamada de esa forma por sus coloridos bosques. Diana tenía un palo volador, un aparato con dos alas gigantes transparentes que le permitía volar amarrado a este. El palo subía y bajaba de acuerdo a como ella lo controlara, haciéndola disfrutar de las deliciosas aguas que mojaban sus pies cuando descendía sobre un riachuelo o de las caricias de las flores silvestres del campo. Ella amaba volar y sentirse libre entre los aires, era experta haciendo piruetas y moviéndose con gracia durante su vuelo.
—Ya regresaste, polilla. —Su padre le desarregló el cabello sacudiéndolo con su mano en forma de saludo. Él le decía polilla porque parecía una pequeña mariposa cuando usaba su palo volador.
—Diana. —Doel, su hermano menor, la llamó como si trajera alguna novedad. Él era más parecido a su madre, tenía el cabello castaño con mechones dorados al igual que ella, pero los ojos grises de su padre. Estaba en la pubertad y era muy bueno con la artesanía—. En la casa de los tíos hay un visitante de Destello, el mundo donde pertenece nuestro padre. —El chico dijo emocionado y Dimitri sintió algo de nostalgia al escuchar el nombre del planeta donde había nacido.
—¿Cómo lo sabes? —Dimitri lo miró de soslayo y el chico se encogió de hombros.
—Pues... —Se sonrojó—. Estaba visitando a Natalia y lo vi. Es un chico guapo como le gustan a Diana.
—Tarado. —Su hermana le pegó en el hombro y luego acercó su rostro con expresión maliciosa—. Dices que no te gustan las chicas, pero babeas por Natalia, picarón. Ella es mucho mayor que tú.
—Ella no me gusta —replicó avergonzado. Natalia, la hija menor de las hembras de Ulises, era su amor platónico—. No soy como tú que te vives comiendo con Dan.
Diana se puso pálida y sudores fríos emanaron de su piel. Dimitri la miró como esperando una explicación y ella empezó a temblar.
—¿Qué dices, mocoso? Deja de inventar tonterías, tarado —reclamó llena de nervios y Dimitri esbozó una sonrisa escalofriante.
—Tú crees que soy idiota —la miró con suficiencia—, solo espero que no le abras las piernas a ese chico. No está de más decirte qué pasaría si lo haces; y créeme, polilla, me daré cuenta.
Diana tragó en seco y evadió la mirada a Dimitri llena de vergüenza. Iba a matar a su hermano por no medirse al hablar y delatarla ante su padre.
—¿El viajero es el hijo del príncipe de ese mundo? —Ella desvió el tema abochornada.
—Sí. Es el hijo menor y tiene tu misma edad. Eliana está más atolondrada que nunca, dejando babas tras el chico.
—¿Tan guapo es? —preguntó llena de curiosidad.
—No lo sé. —Frunció el cejo—. Soy un hombre, no me fijo en esas cosas.
—Pero dijiste que era guapo.
—Entonces para qué preguntas de nuevo.
Ella le sacó la lengua y él le hizo una mueca. Dimitri rodó los ojos y miró a Diana amenazante.
—No quiero que vayas a casa de Ulises mientras ese chico esté allí —advirtió.
—¿Cuál es el problema? —Ella lo miró desconcertada y algo decepcionada. Sentía mucha curiosidad por el viajero.
—No quiero que tengas tratos con el hijo de Jing. No es por nada malo, es solo que no quiero que te involucres con esa gente.
Diana y Doel lo miraron confundidos y sin entender su respuesta llena de omisiones, pero era su padre y si él decía que se mantuvieran al margen, lo harían.
*** —Dan y Eliana, ustedes como los hijos mayores, están a cargo de las piedras de este mundo. ¿Me equivoco? —Lían preguntó y ambos asintieron.—Yo debo ir a la región prohibida a buscar unas plantas importantes que me hacen falta y solo crecen en aquel lugar —Ulises avisó—, pero mis hijos podrán ayudarte en lo que necesites. A mi regreso, te haremos una cena especial, ya Eli estará aquí para entonces.
—Gracias, tío. —Lían respondió con una sonrisa—. No me esperaba que la tía estuviera de viaje en Ilusiones, la extraño mucho, creo debemos visitarnos más a menudo.
—Tienes razón, pero como tus padres y nosotros nos vemos muy seguido, nos olvidamos que no podemos hacerlo con ustedes. Espero que muy pronto las dos familias nos reunamos, ya sea en Destello o aquí. Me iré en unas horas, siéntete como en casa.
***
Ya había anochecido y Diana estaba sentada en un tronco detrás de la casa observando el hermoso cielo verde azulado, con la gran luna rosa. La curiosidad estaba acabando con su paz y el deseo de conocer al misterioso chico la tenía intranquila.
—¡Hola, preciosa! —Ella se espantó al escuchar esa voz.
—¡Dan! ¿Qué haces aquí? —preguntó alterada mientras miraba a su alrededor.
—Vine a buscarte.
—¿A buscarme?
—Sí. ¿Recuerdas que siempre me preguntabas sobre lo que hacíamos? —Ella asintió y él sonrió airoso—. Estás de suerte, hoy iremos de misión sin nuestros padres y podrás ver con tus propios ojos otra dimensión.
—Pero... —No dijo más y se quedó pensativa un rato. Si bien moría de curiosidad por ver lo que ellos hacían cuando se iban de misión, la advertencia de su padre la ponía entre la espada y la pared.
—No seas aburrida. —Él hizo un puchero, mas ella sonrió divertida.
—Estaba bien... pero habla bajito. Me escaparé —dijo bajando la voz y él la abrazó de la emoción.
—Preciosa, esta pulsera que ves en mi muñeca nos ayudará a escapar sin que tu padre lo note. —Esbozó media sonrisa. Los hijos de Ulises tenían una pulsera hecha con parte de la piedra dorada que los ayudaba a transportarse cuando tenían misión. Las pulseras tenían también, un diamante rojo para evitar que estos enfermen. Él extendió su mano y ella la tomó dudosa, pero ¿qué podría salir mal? Fue así como los chicos desaparecieron de allí.
La noche estaba más oscura de lo regular y el tono verde azulado intenso había cambiado a uno casi negro con una luna (luz testigo para ellos) anaranjada y muy brillante. La brisa estaba un poco violenta y una sensación de que algo sucedía en el ambiente se podía palpar.—¡Es el momento! El guardián de Destello está en la montaña de Estrella Verde junto a los hijos del guardián heredero. —Un chico alto y delgado, de cabellera rubia y abundante; vestido completamente de negro, con ropa y camisa de cuero ceñidas al cuerpo, dijo con una sonrisa retorcida.—Es nuestra oportunidad de atacar. Aquí no están sus padres ni el poderoso guardián de este mundo —añadió una chica rubia idéntica a él. Ella estaba vestida de la misma manera y su cabello estaba peinado en una larga trenza.—Entonces, vamos tr
La mañana estaba brillante con un cielo despejado y el sol anaranjado. Los cantos de los pájaros, la brisa fresca y el olor del café daban las mejores sensaciones a una mañana perfecta, hasta que...—¡Dimitri! —Ana lo llamó espantada y él saltó de la cama con gran preocupación. Corrió hacia donde se escuchaba su grito y la miró con reclamo al no ver rastro de algo que justificara la manera en que lo llamó.—¡Explícate! —Le dedicó esa mirada intensa que la estremecía.—¿Por qué me miras como si estuviera loca? —Ella reclamó y luego apuntó a través de la puerta—. Diana no durmió en la casa.—¡Qué tonterías dices! —Dejó de hablar cuando observó la habitación, entró con si
Destello—¡Lían! —Leela despertó de golpe, sudorosa y con temblores. Jing se acercó espantado y tomó sus manos heladas. Él ya se había levantado y, como ella se había acostado de madrugada, no quiso despertarla.—Cálmate, amor, fue una pesadilla. —Jing trataba de tranquilizarla, puesto que ella había estallado en llanto.—Jing, debo ver a mi hijo... tengo un mal presentimiento —dijo con voz ronca mientras Jing secaba sus lágrimas.—Lo veremos pronto, Tigresa. Él está bien, solo estás nerviosa porque es su primera misión solo.—No, Jing, siento algo feo en mi pecho. Tengo la sensación de que no lo volveré a ver. —Ella se recostó sobre su torso sin poder evitar llorar con de
—¿Estás dormida? —Lían estaba recostado sobre la puerta de la habitación de Diana mientras daba pequeños golpecitos. Ella no había salido de allí desde el mediodía y ya estaba anocheciendo.—¿Necesitas algo? —La voz apagada de la muchacha se escuchó desde el otro lado de la puerta.—Ah... —Rascó su cabeza—. No, solo quería saber si estás bien... ¿Tienes hambre?La puerta se abrió y una Diana con los ojos hinchados y nariz roja lo recibió.—Veré que puedo preparar —respondió con la voz ronca y Lían la miró desconcertado.—Espera, no te llamé para eso... no, yo te preparé un sándwich, es lo más que puedo hacer en la cocina. —Sonrió. Ella lo miró avergonzada.&mdas
Tierra—Bien, encontré esta carpeta en mi gavetero; por cierto, recuérdame que debo arreglar una de mis gavetas cuando vayamos a recorrer este lugar. —Lían dijo sentándose a su lado. Él había venido de la habitación, pues ambos quedaron en rebuscar la casa para encontrar alguna pista. Él tomó asiento al lado de ella y Diana empezó a respirar con dificultad al tenerlo tan cerca. ¿Qué rayos le pasaba con ese chico?—Yo encontré esta cajita. —Ella topó con sus palmas un cofre negro que tenía sobre sus piernas.Diana abrió la caja y él la carpeta.—Son documentos... —Él observó los papeles con detenimiento—. ¡No puede ser! Según este papel, mi nombre es: ¡Andrey Georgiev Angelov! ¡Qué rayos!
Diana dudaba en si tocar o no. Lían la había dejado sola con esos aparatos que ella no entendía y se encerró en su habitación. Ni siquiera salió a almorzar y ella no sabía si llamarlo o dejarlo tranquilo, pues después del incidente en el sofá, su expresión cambió y su trato fue muy distante. Diana se sentía un poco triste e intimidada por su comportamiento frío y se odiaba por eso, se suponía que llevaban unos días conociéndose y a ella no debería importarle lo que él piense o haga.—¿Será por el casi beso? —dijo para sí mientras meditaba en el cambio de humor de Lían. Cada vez que recordaba lo cerca que tuvo de probar esos lindos labios, su corazón latía de forma arrítmica y las mejillas le ardían. Pero eso no estaba bien, apenas conocía a ese chico y sus vidas eran muy d
Lían frunció el cejo mientras observaba la información en el computador con las lágrimas en las manos.—¡Ya sé dónde estamos! —Lían gritó entre emocionado y desconcertado. Diana se acercó a él, pero se alejó al ver las piedras y la cadena en su cuello brillar.—¿En Sofía? ¿No es así que se llama este mundo? —Diana preguntó confundida, pues ellos habían encontrado esa información en sus documentos.—Sofia es el nombre de la ciudad capital de este país. Nosotros estamos en la tierra —dijo sin todavía creer la casualidad de caer en el mismo planeta en donde cayeron sus padres.—¿En la tierra?—Sí, Diana. ¿Y sabes qué es lo peor? —Ella negó y él la miró desorbitado—. Nos p
La oscuridad era un obstáculo a sus movimientos, el frío tenebroso la envolvía como si algún espectro quisiera intimidarla. Las rodillas le temblaban y podría jurar que su cuerpo empezaba a segregar sudor gélido. No sabía a dónde dirigirse, pues todo parecía igual, es como si estuviera en la nada. Tenía ganas de llorar o gritar por ayuda, pero ¿serviría eso de algo? Una luz al final del camino le devolvió el aliento y apresuró sus pasos para salir al fin de allí. Atravesó el resplandor y quiso llorar al verse dentro de un calabozo. El lugar era rocoso y muy antiguo y una voz ronca la sacó de su ensoñación. Miró en dirección donde había escuchado el rasposo sonido y aquello parecía una escena dramática, pues la luz que se colaba de un orificio en el techo alumbraba al espeluznante personaje que le daba la espald