Capítulo 4

Destello 

 —¡Lían! —Leela despertó de golpe, sudorosa y con temblores. Jing se acercó espantado y tomó sus manos heladas. Él ya se había levantado y, como ella se había acostado de madrugada, no quiso despertarla.

 —Cálmate, amor, fue una pesadilla. —Jing trataba de tranquilizarla, puesto que ella había estallado en llanto.

 —Jing, debo ver a mi hijo... tengo un mal presentimiento —dijo con voz ronca mientras Jing secaba sus lágrimas.

 —Lo veremos pronto, Tigresa. Él está bien, solo estás nerviosa porque es su primera misión solo.

 —No, Jing, siento algo feo en mi pecho. Tengo la sensación de que no lo volveré a ver. —Ella se recostó sobre su torso sin poder evitar llorar con desconsuelo.

 —Entonces, cancelemos la misión y vayamos a Lucero verde. Verás que está bien, amor.

 —Por favor. —Ella lo miró con desesperación y gran angustia. Jing trató de ser fuerte por ella, pero siempre que Leela despertaba de esa manera, algo malo sucedía y él temía lo peor.

***

La tierra

 —Bien, él está donde queremos. Por lo menos el error de ustedes nos llevó a algo bueno; pobrecito, no sabe dónde se ha metido. —La señora dijo con tono de burla y dejó salir una risita insoportable.

***

Lucero verde

 —¡¿Qué dices?! —Eli miró mal a Ulises mientras Dan se ocultaba detrás de ella. 

 —¡Estúpido! —Ulises estalló de la ira—. ¡Di las cosas como son!

 —¡Mamá, fue un accidente! Pero papá se ha ensañado conmigo y me culpa de lo que sucedió. —Dan se defendió.

 —¿Qué fue lo que sucedió? —Ella preguntó tratando de entender la situación, ya que su hijo la había abordado desde que llegaron, diciendo que su padre lo había abofeteado y que provocaría su muerte.

 —Eli, debemos regresar a Arcoíris para viajar a Destello. —Ulises avisó tratando de no perder la paciencia con el dramático de su hijo.

Eli lo miró llena de confusión.

 —¿Ir a Destello? ¿Por qué?

 —Algo no salió bien en la misión de los chicos y Lían y Diana fueron transportados por las piedras dorada y plateada y no sabemos a dónde.

 —¡¿Qué?! —Eli puso las manos sobre su cabeza y luego miró a Ulises confundida—. ¿Lían y Diana? ¿Cómo que Diana?

Ulises miró a Dan con reclamo y él hundió los hombros y bajó la mirada.

 —Dan... —Eli lo miró amenazante y él empezó a defenderse. Hablaba tan rápido que no se le entendía lo que decía—. ¡Ya basta! Dan Harrison Lojan, exijo una explicación.

 —Oh, oh... —Dan balbuceó entendiendo lo que la mención de sus apellidos significaba.

 —Vamos, Dan. Explícale a tu madre tu irresponsabilidad. —Ulises lo retó con una mirada maliciosa y sonrisa retorcida. Dan tragó seco y miró a Eli con ojitos arrepentidos.

 —Fue un accidente..., no hay culpables. —Suspiró con melancolía, temía por su amiga y su primo y trataba de no sentirse culpable por lo que pasó—. Diana siempre tuvo curiosidad por lo que hacemos como guardianes, entonces la llevé a la misión para...

—Impresionarla y llevártela a la cama. —Eli terminó por él. El chico se puso rojo y agrandó los ojos.

 —¡Cómo crees, mamá! —replicó fingiendo ofensa.

 —Conozco tus andanzas, pica flor —Eli lo miró fulminante—. Tenías que sacar los malos genes de tu padre, indecente sin escrúpulos.

 —¿Por qué me mencionas a mí? —Ulises se quejó y ella lo miró mal.

 —¿Crees que no me doy cuenta de cómo te persiguen todas esas mujeres? —La conversación se desvió.

 —¡Y yo que culpa tengo! —Ulises refunfuñó y Eli le apretó la nariz.

 —Por algo se te lanzan, ¿no?

 —Esto no es sobre mí, no cambies el tema. Mejor vámonos, debemos ir a Destello y buscar una solución al asunto; estoy pensando que si tenemos suerte podremos encontrarlos y traerlos de vuelta en unas horas sin necesidad de decirle a Dimitri que su hija está perdida. Una vez la encontremos le explicamos todo, aun va querer matar a nuestro hijo, pero la situación será diferente a que le digamos que no sabemos dónde está y nos quiera matar a todos.

***

Eliana, Natalia y Diego miraban a Jing y Leela en un silencio sepulcral. Los chicos temían decirles lo ocurrido y solo respondieron que su primo no estaba allí sin añadir nada más. Ellos observaban a los chicos con sospecha, sus ojos verdes ocultaban algo, pero decidieron esperar a Ulises y a Eli. Estaban sorprendidos por lo rápido que habían crecido sus sobrinos, ellos recordaban como correteaban de un lado a otro detrás de Ulises. Eliana era la mayor, ya había cumplido sus veintiún años y era una jovencita muy hermosa. Su cabello castaño y lacio, le llegaba a la espalda y lo llevaba semi recogido con dos pequeñas trenzas que recogían la mitad y dejaba el resto suelto. Sus grandes ojos verdes reflejaban una tierna y hermosa mirada. Ella era delgada como su madre, pero de estatura media. Luego le seguía Dan, el galán de la familia, una réplica de Ulises, pero con la mirada atrevida y carácter despreocupado. Él era la sensación de las chicas, no solo por sus hermosos rizos rojizos y su cuerpo escultural, sino porque era bueno en las artes marciales e hijo del guardián. Luego le seguía Natalia, la más hermosa de todos. Su cabello era rojizo y rizado como el de Ulises, le llegaba por encima de la espalda y era dueña de un cuerpo roba suspiros, con hermosas curvas. Ella era pequeña y encantadora, dueña de una hermosa voz que combinaba bien con la de su padre. Ellos acostumbraban reunirse en el patio por las noches, frente a una fogata y contar anécdotas, cantar y bailar. Diego, el menor, tocaba la guitarra y era una réplica de su madre. Su cabello lacio y castaño llegaba hasta sus hombros y siempre lo llevaba amarrado en una cola baja con dos mechones libres que adornaban su bello rostro. Los cuatro tenían una belleza exótica y única, y está de más decir que todos compartían el mismo color verde de su padre en la mirada, siendo ellos y Darian —la tía de Ulises—, los únicos con los ojos de ese color en todo Lucero verde.

Ulises, Eli y Dan llegaron a la casa y Leela saltó de la silla al verlos.

 —¿Dónde está, Lían? —Fue su saludo.

 —Salvaje, ¿qué haces aquí? —Ulises preguntó entre turbado y sorprendido.

 —Angelito, déjate de rodeos y dime donde está mi hijo. No me lo ocultes, presiento que algo le sucedió —demandó con tono de ruego y Ulises bajó el rostro con pesar. ¿Cómo decirle que su hijo estaba perdido?

***

La tierra 

Diana abrió los ojos lentamente y con el corazón acelerado; por fin llegaría a su casa, con su familia de donde nunca debió salir. El rostro de frustración y desconcierto de Lían la alarmó y al mirar con desesperación a su alrededor, los nervios se adueñaron de ella.

 —¿Por qué seguimos aquí? —preguntó casi llorando y con la voz temblorosa. Lían la miró aterrado.

 —No entiendo... no puedo regresar... creo... que estamos atrapados. —Su voz se entrecortaba y su mirada reflejaba miedo y confusión.

 —No, eso no puede ser... —Diana retrocedió el paso mientras negaba y las lágrimas rodaban por sus mejillas—. ¿Atrapados?

 —Debes calmarte, por favor. —Lían se acercó tratando de mantener la compostura. No tenía ni idea de dónde estaban ni como regresar, y para colmo, tenía a esa niña débil bajo su responsabilidad que además le estaba atrayendo de manera peligrosa.

 —No entiendes... Mi papá me prohibió salir de casa y yo desobedecí... Si no me hubiera ido con Dan, no estaría en esta situación. —Las lágrimas caían sin control y su nariz se puso roja por el llanto, Lían la atrajo hacia su pecho y ella lloró sobre éste.

 —No te preocupes, buscaremos la forma de regresar, además nuestros padres no se quedarán de brazos cruzados, ellos nos buscarán, ya verás.

Ella se distanció para encontrar su mirada y él la observó por lacónicos segundos, apreciando lo rosadas que se pusieron sus mejillas y nariz, sus ojos estaban rojos y cristalinos por las lágrimas y sus labios juntos con expresión triste. Se veía tierna y dulce; sin duda alguna, ella era la criatura más hermosa que él haya visto jamás y esa chica despertaba su instinto protector y lo motivaba a ser fuerte porque ella lo necesitaba de esa manera.

***

Lucero verde 

Dimitri caminaba de un lado a otro ansioso. Ya era medio día y Diana no se había aparecido en la casa.

 —Ya estoy preocupada. —Ana rompió el silencio en el que se habían sumido e hizo el intento de no llorar, pero unas lágrimas traicioneras salieron sin permiso. Estaba aterrada y pensando lo peor, desde que entró a la habitación de Diana su instinto materno le hizo entender que algo no estaba bien, pero al ver la reacción de Dimitri tuvo que tragarse su miedo para evitar que cometiera una locura.

 —No nos podemos quedar de brazos cruzados —Dimitri espetó tembloroso—, Diana nunca nos haría algo como esto, ella es una niña juiciosa, algo debió pasarle. —Dimitri reparó y Ana respiró con alivio al escuchar a su esposo.

—Vamos a ver a Eli y Ulises, tal vez ellos puedan ayudarnos. —Ana propuso esperanzada. Dimitri asintió y le extendió la mano. Dejaron a Doel a cargo de la casa y se marcharon.

***

La tierra 

Después de varios intentos desesperados, Lían cayó sobre sus rodillas sin energía. Diana lo ayudó a levantarse y ambos regresaron a la casa rendidos.

Ella lo ayudó a recostarse en el sofá y se dirigió a la cocina a preparar el almuerzo. Los ingredientes eran diferentes a los que usaba en Lucero Verde y no tenía ni idea de cómo cocinar con los que estaban allí. La frustración provocó que ella llorara en silencio, pues quería alimentar al chico, no envenenarlo. Sonrió al encontrar frutas. Tomó varias e hizo una ensalada de ellas. En el refrigerador había un tarro con jugo y ella le sirvió, no era el mejor almuerzo del mundo, pero por lo menos recuperaría la energía perdida.

Diana se acercó al sofá con timidez y quedó prendida al verlo dormir tan calmado. La ternura la invadió y no pudo evitar acercarse a él, puso el plato y el vaso sobre la mesita y se agachó hasta poder apreciar su rostro. Se quedó mirándolo como tonta disfrutando su simetría. Los rizos que cubrían su frente llamaron su atención y no pudo soportar la tentación de tocarlos, eran suaves y sedosos. Su atrevimiento se extendió hasta su piel bronceada. Recorrió su mandíbula con las yemas de sus dedos y paró en la comisura de sus labios, cerca de donde se le hacían los hoyuelos cuando él sonreía. Lían era muy atractivo y su mirada reflejaba confianza... ¡Espera! ¡Su mirada! Diana saltó del espanto al notar que él la observaba mientras ella lo acariciaba con descaro. Le dio la espalda llena de vergüenza y con la voz en un hilo le hizo saber sobre la comida, luego se fue a toda prisa y se encerró en la habitación. Él se sentó con media sonrisa y él corazón agitado, tuvo su rostro tan cerca que solo podía pensar en devorar esos labios que llamaban tanto su atención.

***

Lucero verde 

 —¡No puede ser! —Jing espetó. Se puso de pie desconcertado y abrazó a su esposa para reconfortarla—. ¿Saben lo peligroso del asunto? Si la montaña se protegió —tragó pesado—, pudo haber pasado varias cosas y entre esas, fulminarlos... —Leela empezó a llorar y los orbes miel de él se llenaron de lágrimas.

 —Es más probable que los haya transportado a algún lugar, no percibí rastro de ellos allí. —Ulises aclaró en un intento de calmar a Leela, aunque sabía que las posibilidades de que fueran consumidos eran igual de probable a la transportación.

 —Entonces, vamos a buscarlos, necesito saber que mi hijo está bien, yo... no soportaría si algo le sucede. —Leela dijo entre lágrimas.

 —Yo los busqué y no están en Lucero verde... Debemos buscar a Odiel para que nos ayude a abrir dimensiones. Utilicé todo mi poder y no... —Miró a Leela con temor—. No los percibo.

 —Nooo... —Leela se lamentó. Temía que su pesadilla fuera una revelación de la pérdida de su hijo.

 —Señor. —La mujer de servicio interrumpió—. Los señores Pavlosky están afuera, les dije que usted tenía una reunión importante, pero el señor insistió, dice que es urgente.

Todos se miraron con tensión. Leela y Jing estaban confundidos ante la reacción de ellos y antes de que formularan la tan obvia pregunta, Eli se apresuró a aclarar:

 —Diana, la chica que se perdió con Lían, es hija de Dimitri y Ana. Me imagino que vinieron porque deben estar preocupados. —Eli dijo aterrada. El asunto no se podía complicar más de lo que ya estaba. Dan empezó a temblar y sudores fríos recorrían su frente.

 —Necesito ir al baño... —Dan avisó con la voz en un hilo y era verdad. Sentía que se haría en sus pantalones en cualquier momento.

 —¡La hija de Dimitri! —Leela espetó sorprendida.

 —Mi hijo está con la hija de Dimitri... —Jing balbuceó con disgusto y luego miró a Ulises con reclamo—. ¿Qué hacía esa chiquilla allí? 

Todos miraron a Dan, quien se había parado para ir al baño.

 —¡Me vale que esté ocupado! —La voz de Dimitri se escuchó desde afuera—. ¡Ulises, deja de hacerte el interesante y sal de ahí! —La ira, la frustración y la impotencia se reflejaban en su voz, y la tensión y desconcierto llenó la sala.

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