Tierra
—Bien, encontré esta carpeta en mi gavetero; por cierto, recuérdame que debo arreglar una de mis gavetas cuando vayamos a recorrer este lugar. —Lían dijo sentándose a su lado. Él había venido de la habitación, pues ambos quedaron en rebuscar la casa para encontrar alguna pista. Él tomó asiento al lado de ella y Diana empezó a respirar con dificultad al tenerlo tan cerca. ¿Qué rayos le pasaba con ese chico?
—Yo encontré esta cajita. —Ella topó con sus palmas un cofre negro que tenía sobre sus piernas.
Diana abrió la caja y él la carpeta.
—Son documentos... —Él observó los papeles con detenimiento—. ¡No puede ser! Según este papel, mi nombre es: ¡Andrey Georgiev Angelov! ¡Qué rayos!
Diana dudaba en si tocar o no. Lían la había dejado sola con esos aparatos que ella no entendía y se encerró en su habitación. Ni siquiera salió a almorzar y ella no sabía si llamarlo o dejarlo tranquilo, pues después del incidente en el sofá, su expresión cambió y su trato fue muy distante. Diana se sentía un poco triste e intimidada por su comportamiento frío y se odiaba por eso, se suponía que llevaban unos días conociéndose y a ella no debería importarle lo que él piense o haga.—¿Será por el casi beso? —dijo para sí mientras meditaba en el cambio de humor de Lían. Cada vez que recordaba lo cerca que tuvo de probar esos lindos labios, su corazón latía de forma arrítmica y las mejillas le ardían. Pero eso no estaba bien, apenas conocía a ese chico y sus vidas eran muy d
Lían frunció el cejo mientras observaba la información en el computador con las lágrimas en las manos.—¡Ya sé dónde estamos! —Lían gritó entre emocionado y desconcertado. Diana se acercó a él, pero se alejó al ver las piedras y la cadena en su cuello brillar.—¿En Sofía? ¿No es así que se llama este mundo? —Diana preguntó confundida, pues ellos habían encontrado esa información en sus documentos.—Sofia es el nombre de la ciudad capital de este país. Nosotros estamos en la tierra —dijo sin todavía creer la casualidad de caer en el mismo planeta en donde cayeron sus padres.—¿En la tierra?—Sí, Diana. ¿Y sabes qué es lo peor? —Ella negó y él la miró desorbitado—. Nos p
La oscuridad era un obstáculo a sus movimientos, el frío tenebroso la envolvía como si algún espectro quisiera intimidarla. Las rodillas le temblaban y podría jurar que su cuerpo empezaba a segregar sudor gélido. No sabía a dónde dirigirse, pues todo parecía igual, es como si estuviera en la nada. Tenía ganas de llorar o gritar por ayuda, pero ¿serviría eso de algo? Una luz al final del camino le devolvió el aliento y apresuró sus pasos para salir al fin de allí. Atravesó el resplandor y quiso llorar al verse dentro de un calabozo. El lugar era rocoso y muy antiguo y una voz ronca la sacó de su ensoñación. Miró en dirección donde había escuchado el rasposo sonido y aquello parecía una escena dramática, pues la luz que se colaba de un orificio en el techo alumbraba al espeluznante personaje que le daba la espald
Diana miraba aquella inmensa universidad anonadada, en vez de una institución educativa, parecía un hermoso y antaño palacio.Después de todo el proceso y de un tour por las magníficas instalaciones de la famosa universidad de Sofía, ambos se dirigieron a sus respectivas facultades. Diana sintió un vacío en su pecho al soltar las manos de Lían, pues el chico la sostuvo desde que entraron al lugar y los ojos atrevidos de los jóvenes recorrían el llamativo cuerpo de ella. Por su parte, Lían estaba un poco preocupado por la separación. Temía que ella no pudiera desenvolverse en ese ambiente y que terminara diciendo o haciendo algo que los delatara, pero pensó que lo más que podrían creer es que estaba loca y se calmó.Lían tomó asiento en el amplio salón y sacó sus utensilios de trabajo. Esa materia sería te&oacut
—¡Ve por la chica! —La voz de un hombre maduro hizo estruendo en la oscuridad del parque.Más guerreros vinieron al encuentro y los hermanos Rough junto a Amateus se unieron al ataque. Lían saltó por encima de ellos e iba derribando a sus enemigos con tal rapidez que no tuvieron tiempo a defenderse. Diana por igual se defendía contra los hermanos de cabello rubio y su acompañante. Ellos eran fuertes, pero ella le llevaba demasiada ventaja. Uno de los ninjas desenvainó su espada y atacó a Diana, quien desapareció de su vista golpeándolo en la espalda baja y dejándolo inconsciente con una patada en la cabeza. Ella tuvo que tomar la espada del adversario que yacía en el suelo para evitar ser partida en dos por otro ninja. Lían fue a ayudarla, pues todos habían arremetido en contra de ella. Mientras él luchaba contra Amateus, los hermanos Rough atacaron
El sudor que corría desde su frente hasta sus ojos le provocaba una incómoda picazón, por lo que tenía que estar limpiándolos con el dorso de sus manos para evitar el ardor cuando las saladas gotas se escurrían por sus pestañas y terminaban nublando sus orbes grises. Nunca había luchado con tantas personas, esta era una nueva experiencia para ella. Esos últimos dos meses, habían tenido tranquilidad y se podría decir que hasta se sintió parte de aquella vida pacífica en la tierra. Es en ese momento, cuando los recuerdos de su familia regresaban con tal frescura que pareciera fueran reales. Había días que no sabía quién de las dos personas era y se sentía herida cuando su prometido era indiferente con ella; otras veces, entendía que aquella vida no era real y trataba si quiera de recordar su verdadero nombre, pues ya hasta había olvidado su apelli
—¿Casarnos? —Diana se paró del borde de la cama y caminaba en círculos en medio de su habitación, mientras que Lían la miraba divertido por su reacción.—Con el Zafiro azul podremos recuperar las piedras que faltan y enviar una señal de auxilio a Destello, no tenemos opción.—¿No crees que casarnos es una solución muy extrema? De seguro hay otra manera.—No la hay. Es la razón por la que ni nosotros ni nuestros enemigos hemos podido si quiera rastrearla. Algo me dice que Anastassya y su esposo son más que simples terrícolas. —Sí, pero estamos hablando de casarnos, Lían. —Diana replicó.—¿Cuál es tu preocupación? —Se acercó con una sonrisa pícara y Diana tragó en seco—. No te preocupes por eso, na
Destello—¡Esto es inaudito! —La rubia gritó desesperada mientras apretaba su cabello con fuerza.—Debes calmarte, Beka. —Bruno trataba de tranquilizarla.Habían pasado varios meses y ellos no tenían noticias de la pareja perdida. Era como si hubieran desaparecido del universo completo.—¡Yo lo amo, papá! —confesó entre sollozos—. Estoy tan arrepentida de no haberle hecho saber de mis sentimientos. Lo quiero de vuelta, él debe ser mi esposo; él lo prometió.***La tierra —¡Que delicioso olor! —Lían se asomó a la cocina donde Diana horneaba un pastel. Después de varias visitas a la tienda de postres, ella decidió aprender a hace