—Ulises, ¿qué haces? —Eli rodeó la cintura de su esposo con sus delgados brazos. Él estaba en la cocina preparando un extraño caldo con unas hierbas que recogió del patio.
—La cena, Enana de mi corazón —respondió sonriente.
—¿Esa cosa es la cena? —Eli miró a la olla con repulsión.
—Ya verás, Enana.
Eli se recostó del hombro de Ulises satisfecha y él sonrió con suficiencia.
—¿Cómo estuvo la cena, cariño? —preguntó con malicia. Eli suspiró.
—Debo reconocer que no estuvo mal… —respondió restando importancia, aunque en realidad se la había encontrado deliciosa.
—¿Solo eso? —El rizado enarc&oacut
Los días pasaban sin que ella se percatara. ¿Era de día? ¿De tarde? O… ¿De noche? ¿Día laboral o día de descanso? La comida no tenía sabor y su cuerpo siempre estaba cansado y sin energía. Por más que analizaba el asunto, no le encontraba la lógica o la solución. Si su vivencia con Ulises fue parte de un coma, pues prefería volver a caer en él.—Ulises... te extraño tanto. —Las lágrimas salían como torrentes. No entendía cómo podía llorar tanto. Debía estar hecha un desastre, pero eso era lo menos importante en ese momento. Solo quería verlo una vez más. Ni siquiera tuvo chance de despedirse, al igual que cuando murió cuatro años atrás o cuando su tío se lo llevó de la ciudad. Siempre se le era arrebatado. No era justo que no pudieran disfrutar de su a
—Nadie me cree, deben pensar que me volví loca. —Eli se lamentaba. Leela la había llevado a tomar un baño caliente, puesto que duró mucho tiempo dentro del estanque. Ella le estaba cepillando el cabello mientras que la última estaba sentada en la cama, ida en sus más dolorosos pensamientos.—Aunque no lo creas, entiendo esa sensación. Yo estuve en un loquero bajo los efectos de una droga donde todos me miraban con lástima y pesar. Creían que había perdido la razón y hasta Jing me trató como a una loca. —Leela rememoró ese tiempo tan difícil, recordar aquello aún le apretaba el pecho.—¿Tú me crees? —Eli la miró esperanzada y con los ojos cristalizados. Leela tragó pesado, quería creerle y aguardar la esperanza de que Ulises estuviera vivo, sin embargo, no se daría el gust
Eli estaba atónita observándolo sin todavía dar crédito a lo que sus ojos veían.—¿Dimitri? —tartamudeó espantada—. ¿Cómo es posible? Se supone que moriste hacen más de tres años. —Ah eso. Se supone, lo dijiste bien. Cuando regresamos a Destello nos llevaron al Norte para enterrarnos. Imagínate, enterrarme junto al desgraciado de Deon. Entonces, abrí los ojos en la morgue. Para mi suerte solo el maestro Chan se encontraba allí, estaba buscando algo que yo tenía y que, por supuesto no le di, porque en ese momento no me daba la gana. Él me miró moribundo y me curó con la condición de que desapareciera de la vida de los guardianes y jamás me acercara a Zafiro. Así lo hice y él enterró otro cuerpo en mi lugar. Le iba a dar la piedra por agradecimiento, pero lo
Ulises abrió los ojos con una sonrisa en el rostro. Le encantaba despertarse en la mañana y oler su delicioso aroma a cítricos y canela. Buscó el calor de su esposa, pero no lo halló. Pasó su brazo sobre el lado donde suele dormir Eli, el cual estaba vacío. Se incorporó y dejó salir un bostezo. Empezó a olfatear, mas no olía como si ella estuviera haciendo el desayuno, era lo que sucedía cuando él despertaba y ella no estaba a su lado. O... Se paró de un salto de la cama con marcada emoción y empezó a deshacerse de su ropa con una sonrisa pícara. Si no se encontraba a su lado ni estaba haciendo el desayuno, entonces se estaba dando en largo y aromático baño. Fue tarareando al baño, pero la decepción lo embargó. Salió de allí y de la habitación, exactamente como su madre lo trajo al mundo y se dirigi&oacut
Lucero Verde—Se abrió una brecha. —Una señora vestida con capa negra advirtió. Estaban en una habitación oscura y la voz de la mujer sonó a advertencia—. Hubo una conexión entre los dos mundos. Ese chico es muy fuerte, no podré retenerlo por mucho tiempo; lo que sea que vayan a hacer, háganlo ya o él encontrará la forma de romper el bloqueo.—Haz lo que puedas para neutralizar su poder, pronto lo tendremos de nuestro lado. —La voz de un hombre afirmó.***Destello—Eli, entiendo por lo que estás pasando, aunque no es la misma situación, pasé por algo similar. Eli te voy a ayudar, debe haber una manera de encontrar ese mundo con la joya. —Leela dijo convencida.—En realidad, hay una forma. —E
Lucero Verde—¡¡Aaahhhh!! —Su cabeza daba vueltas y su estómago estaba revuelto. Esa no era una manera muy agradable de viajar.—¡Ah! —El grito de una mujer estalló en su oído y sintió como si se los desgarraban.—¡Demonios! ¡¿Por qué tanto ruido?! —Se levantó de encima de ella frotando su sien. La chica se puso de pies sin todavía creer el descaro de aquel extraño tipo.—¡Es en serio! —gritó sobre su rostro llena de rabia—. ¡Tú fuiste quien se me tiró encima! ¡Agradece que soy una guerrera entrenada y estoy acostumbrada a que me caigan cosas pesadas! ¡¡Pudiste haberme matado, imbécil!!—¡Deja de gritar, loca chillona! —Dimitri espetó enfurecid
—Bien, dirás que eres un viejo amigo. Ummm... Diremos que éramos vecinos y vivíamos en la misma aldea hasta que tu padre decidió entrenarte en los bosques de Nim. Entonces, estos últimos meses volviste a la aldea y supiste que yo me uní a la causa de los restauradores y decidiste ayudarnos. —Ana le explicaba su fachada a Dimitri, quien se acercó a ella divertido, alterándole la compostura en el acto. Tenían más de tres días de camino, y él notaba lo nerviosa que ella se ponía con su cercanía, así que lo hacía a propósito para molestarla.—¡Qué conveniente! Todos pensarán que somos o fuimos algo más que vecinos. ¿No crees? —Acercó su rostro malicioso y Ana empezó a temblar.—N-no... —Por más que trató, no pudo evitar tartamudear&mdas
DestelloOdiel, Jing, Eli, Nico Leela y el maestro Chan estaban sentados en círculo en el dojo del segundo.—Entonces, Eli ya no es una niña. —Nico se burló y ella lo miró con mirada asesina.—¿Cuándo lo he sido? —Se cruzó de brazos.—No te hagas, sabes a lo que me refiero. Ya probaste las delicias carnales, una vez lo haces, se vuelve una necesidad.—Nico, ¿no te cansas de decir tonterías? —Jing lo reprendió y Eli le sacó la lengua.—¡Qué madura! —Nico espetó con sarcasmo.—Estoy buscando ese mundo con las características que me diste, pero sin un objeto que pertenezca allá, tardaré más tiempo en encontrarlo. —El maestro Chan se dirigió a Eli.—Y