Lucero Verde
—¡¡Aaahhhh!! —Su cabeza daba vueltas y su estómago estaba revuelto. Esa no era una manera muy agradable de viajar.
—¡Ah! —El grito de una mujer estalló en su oído y sintió como si se los desgarraban.
—¡Demonios! ¡¿Por qué tanto ruido?! —Se levantó de encima de ella frotando su sien. La chica se puso de pies sin todavía creer el descaro de aquel extraño tipo.
—¡Es en serio! —gritó sobre su rostro llena de rabia—. ¡Tú fuiste quien se me tiró encima! ¡Agradece que soy una guerrera entrenada y estoy acostumbrada a que me caigan cosas pesadas! ¡¡Pudiste haberme matado, imbécil!!
—¡Deja de gritar, loca chillona! —Dimitri espetó enfurecid
—Bien, dirás que eres un viejo amigo. Ummm... Diremos que éramos vecinos y vivíamos en la misma aldea hasta que tu padre decidió entrenarte en los bosques de Nim. Entonces, estos últimos meses volviste a la aldea y supiste que yo me uní a la causa de los restauradores y decidiste ayudarnos. —Ana le explicaba su fachada a Dimitri, quien se acercó a ella divertido, alterándole la compostura en el acto. Tenían más de tres días de camino, y él notaba lo nerviosa que ella se ponía con su cercanía, así que lo hacía a propósito para molestarla.—¡Qué conveniente! Todos pensarán que somos o fuimos algo más que vecinos. ¿No crees? —Acercó su rostro malicioso y Ana empezó a temblar.—N-no... —Por más que trató, no pudo evitar tartamudear&mdas
DestelloOdiel, Jing, Eli, Nico Leela y el maestro Chan estaban sentados en círculo en el dojo del segundo.—Entonces, Eli ya no es una niña. —Nico se burló y ella lo miró con mirada asesina.—¿Cuándo lo he sido? —Se cruzó de brazos.—No te hagas, sabes a lo que me refiero. Ya probaste las delicias carnales, una vez lo haces, se vuelve una necesidad.—Nico, ¿no te cansas de decir tonterías? —Jing lo reprendió y Eli le sacó la lengua.—¡Qué madura! —Nico espetó con sarcasmo.—Estoy buscando ese mundo con las características que me diste, pero sin un objeto que pertenezca allá, tardaré más tiempo en encontrarlo. —El maestro Chan se dirigió a Eli.—Y
Ulises despertó más tarde que de costumbre. Nunca se había sentido tan agotado y débil como en ese momento. Se levantó con dificultad y fue a la cocina; tenía la sensación de que no había comido nada en varios días. Por suerte había llenado su despensa antes de regresar a su casa. Se sorprendió de lo mucho que podía comer y después de lavar los platos, regresó a la habitación y se acostó a dormir.***—Lo está haciendo. Ese chico es muy sabio y descubrió como romperlo. —La señora estaba temblando.—Pues, busca la forma de que no lo haga. Debemos elaborar un plan para que se vuelva a nosotros. No puedo creer que esté rodeado de incompetentes.—Señor, le prometo que haré que regrese. —Una mujer joven aseguró, mas él bufó.
Dimitri estaba sentado sobre un árbol en la oscuridad de la noche. Escuchó varias risas masculinas y bufó del fastidio. Se suponía que se había aislado para estar en plena tranquilidad. El aroma a vainilla hizo que entrecerrara los ojos. ¿Qué hacía ella allí? Su corazón empezó a latir con brusquedad y un punzón en el estómago lo hizo maldecir en sus adentros.—¡Qué demonios me pasa! —Dejó salir un suspiro y buscó a la causante de su "malestar".—Oye, Anita —Uno de los guerreros se acercó burlón—. ¿Qué haces por aquí tan solita?—Estoy entrenando. ¿Y ustedes? —contestó alerta, pues no le gustaba el tono que estaban utilizando.—Solo charlamos. Ya que nos toca estar encerrados en este campamento por un
PasadoEn la oscuridad de la noche se escuchaban galopes que hacían temblar el frío suelo de la calle. Vestida con una capa larga, aquella mujer cabalgaba a toda prisa y sin mirar atrás.—Ula, mi amor. —Ella se dejó abrazar de aquel apuesto pelirrojo. Siempre lo había amado, no solo por su peculiar atractivo, sino por lo dulce y listo que era. Como pasa con cualquier Estrella Verde, aceptar ese amor fue difícil, pero no se arrepentía de haberse convertido en su esposa y estaba feliz por el fruto que llevaba en su vientre. —Dan, debemos escapar o nuestro bebé será arrebatado por las Saprias —dijo con temor en su mirada.—Veo que cambiaste de parecer. —Su esposo le entregó un jarro con té. Era lo único que había en la pequeña choza.—Ahora entiendo la raz&o
Dimitri se paseaba de un lugar a otro dentro de su tienda. Todo su cuerpo temblaba y le fastidiaba que su corazón latiera con tanta intensidad. ¿Así se sentía enamorarse? Entonces, nunca lo estuvo de Leela. Nunca nadie lo había preocupado o inspirado tanto como Ana. Ella lo motivaba a querer ser mejor, a pensar en su futuro y a preocuparse por alguien más que no fuera él mismo. Ella era tan vulnerable que tenía la necesidad de estar a su lado y defenderla de todo y de todos.—¡Rayos! —Apretó su cabello con violencia—. ¡Esto no me puede estar pasando a mí! Tanto que juzgué y me burlé de Jing, ¿para qué? ¡Con un demonio! ¡Para terminar igual que él! —Pateó todo a su alrededor y se sentó sobre su colchón. Se la imaginó allí, debajo de sus sábanas con aquel hermoso sostén de
Doscientos años antes...—Este mundo es justo lo que necesitamos. —Una mujer rubia miró a sus compañeras con una sonrisa retorcida y llena de maldad.—He escuchado que aquí hay un guardián con grandes poderes. Será sustanciosa ese tipo de energía para alimentarnos. —Una morena concordó.***—Maestro, ¿qué escribe? —Una niña se acercó al anciano y éste le sonrió con gracia.—Solo transcribo —contestó con amabilidad.—¿Transcribe? —La chica preguntó llena de curiosidad. Él dejó salir una sonrisita al ver el rostro confundido de la jovencita y por su ignorancia.—Es volver a escribir. Alguien escribe algo y yo lo repito.—Ohhh... —
—¡¡Ulises!! —Leela corrió hacia él con lágrimas en los ojos. No podía creer lo que veía; era él y estaba vivo o... casi vivo. Ella se tiró al suelo y puso la cabeza de él sobre sus piernas, sus lágrimas caían sobre el rostro de pálido de su amigo.Jing, Odiel y el maestro Chan los rodearon y observaban al chico con gran asombro. Aunque ya tenían la información de que vivía, aun no era un hecho hasta verlo en persona. La cadena de Leela brilló y una luz dorada cubrió a Ulises. Su piel pronto recobró su tono natural y sus ojos se fueron abriendo poco a poco. Ulises se incorporó atolondrado y miró a su alrededor confundido. Sus orbes verdes se posaron sobre Leela con expresión incrédula.—¿Chica ruda? —Agrandó los ojos y los frotó varias veces—. ¿