Hoy…
Luego de una terrible semana en la obra, Felipe y Matías me han invitado a salir con ellos.
Ellos son mis amigos desde el colegio. Fue en casa de Felipe donde se llevó a cabo la fiesta en la que rompí el hielo con Marcela.
Lamentablemente, ella y yo ya no somos pareja. De hecho, llevo solo desde que rompimos. El único amor que me queda es mi niña hermosa, mi Sol.
Me doy una ducha rápida, me visto y me voy al encuentro con los chicos. Les advertí que sería una salida corta y sin alcohol para mí, porque mañana me toca visita con mi hija.
Quisiera verla todos los días, porque, a pesar de mi trabajo, podría hacerlo. Sin embargo, Marcela no me lo permite, regularizamos las visitas y una pensión de alimentos de forma legal, como si un juez tuviera que obligarme a cumplir como padre. No se me permite verla más de dos fines de semana al mes y salir en la mañana de su cumpleaños con ella.
Además, por cuatro años, nos hemos turnado entre la navidad y el año nuevo para estar con ella. Ser padre de esa manera, no es lo que tenía pensado.
Mientras conduzco, pienso en la madre de mi hija. Luego de que termináramos nuestra relación cuando Sol tenía 1 año, a los cuatro meses después de eso supimos que estaba embarazada de un tipo que no era capaz de trabajar ni para alimentarse. Por supuesto, cuando supo del embarazo, se desapareció de la faz de la tierra.
Su madre nos apoyaba con el cuidado de Sol cuando no estaba en el jardín para que pudiéramos estudiar. Pero con este segundo embarazo, ella tuvo que dejar la universidad.
Yo seguí estudiando, además de trabajar por las tardes y cualquier horario libre en una obra de construcción. Un tío de Matías era arquitecto y me ayudó a iniciar mis prácticas allí. Todo lo que ganaba, que no era mucho, era para mi pequeña.
Mientras mis compañeros llegaban con teléfonos ultramodernos, para la época, yo me gastaba el dinero en pañales, leche y ropa para mi preciosa princesa de papá.
Llego al antro donde me citaron, veo nada más entrar que hay muchas mujeres. Un par de ellas se me quedan viendo, sin duda mis ojos siguen llamando la atención, pero no necesito compañía.
En la barra están sentados los traidores, seguro me citaron aquí para hacerme un ligue con alguien a quien mandaré a su casa luego de una buena conversación. Es lo que siempre hago.
-¿Cómo estás, Armando? – me dice Matías con un abrazo -.
-Bien, ¿y tú? – le contesto con una palmada en el hombro -.
-Excelente, ya le eché el ojo a una mujer preciosa.
-No cambias – dirijo mi mirada a Felipe -. ¿Y tú?
-Aquí, nada más bebiendo por los viejos amigos de la vida.
-No bebas tanto, hace mal para ciertas cosas allí abajo – le digo mientras me siento al lado de Matías, consigo que escupa la cerveza que bebía, Matías y yo nos carcajeamos -.
-No me digas esas cosas, man. Es un tesoro para mí.
-Yo sólo digo – levanto mis manos para exculparme -. ¿Alguna novedad en este lugar? – con un gesto de mano llamo al barman -.
-Nada – responde Felipe -.
-Habla por ti, viejo. Yo ya fijé mi objetivo – apunta hacia una mesa, donde hay tres chicas -.
Una de ellas es rubia, de cabello corto lacio. Otra tiene el cabello negro rizado y largo. La tercera, que se encuentra de pie, tiene el cabello castaño claro, ondulado y le llega a la cintura. Lo lleva suelto, sobre un vestido azul oscuro con mangas hasta el codo, ceñido al cuerpo hasta debajo de su busto para luego volverse vuelos hasta la rodilla.
-¿Cuál de todas? – sabiendo que sería la rubia, conozco los gustos de mis amigos -.
-La rubia.
-¿En serio? No me digas – le respondo con sarcasmo -.
-¿Soy tan obvio?
-Sí – le respondemos Felipe y yo, reímos los tres -.
Le pido un jugo de naranja con hielo al barman, mientras que Matías le pregunta si las chicas de la mesa beben algo. Este responde que sólo cervezas, una de ellas sin alcohol y con zumo de limón. Pide que le envíen otra orden a cada una, junto a un cuenco de botanas. Yo sólo muevo la cabeza y sonrío, mientras bebo mi jugo mirando hacia las repisas con licores. Felipe se queda viendo la reacción de las mujeres, sólo para burlarse de Matías si la jugada le sale mal.
Cuando la mesera les lleva los tragos, según lo que me van narrando, esta se agacha y apunta a nuestra dirección. Felipe se queda con las ganas de burlarse, porque la rubia levanta su vaso y en la distancia hace un “salud” con Matías.
Yo no hago el más mínimo esfuerzo por voltearme, vine aquí a pasar un rato con mis amigos y reírme un poco, nada más.
Unos minutos después, llegan las chicas a saludarnos.
-Hola, sólo queríamos agradecer la atención que tuvieron con nosotras, fue un bonito gesto.
-Fue un placer, algo poco para tan bellas damas – dijo Matías con su galantería cursi, yo sólo ruedo los ojos aprovechando que no me ven la cara, el barman que me ve sonríe mientras mueve su cabeza -.
-¿Te gustaría bailar? – le ofrece Matías, confirmo que la voz chillona es de la rubia -.
-Claro, siempre que tus amigos saquen a bailar a mis amigas, no me gustaría que se queden aburridas.
-Yo paso – digo al mismo tiempo que una de ellas. Me volteo a ver y veo que es la chica del vestido azul -.
-Bueno - dice la chica de cabello negro - yo si quiero – mira a Felipe, que se levanta torpe -.
-Por supuesto, vamos – dice, apurando un trago de cerveza y le toma la mano para llevarla a la pista -.
-Ahí te quedas, Valeria. Como siempre, cuidando bolsos – le dice la rubia, con burla. Vaya amiga que se gasta -.
Las chicas se van con mis amigos, mientras ella se queda incómoda mirando a cualquier parte menos a mí. Esto a mí no me incomoda para nada, porque lo he pasado tantas veces que ya me es normal. No soy de los que bailan con mujeres para que no se aburran.
-Toma asiento – le digo muy calmado -. Yo sólo vine a distraerme un rato, me iré en cuanto acabe mi bebida.
-No te gusta el alcohol, por lo que veo – me dice mientras toma asiento en el lugar que ha dejado Matías -.
-No mucho, menos cuando al día siguiente me toca ver al amor de mi vida – eso siempre espanta a las mujeres, nunca me ha fallado. Me gano el silencio absoluto o simplemente se alejan de mí. Nunca debí aclarar que es a mi hija a quien veré -.
Se queda en silencio, lo que me temía. Ninguna mujer quiere nada conmigo después de eso, pero ella pregunta:
-¿Cuánto llevan juntos? Si es que no es indiscreción de mi parte, claro.
-Seis años – le respondo -.
-Eso es bastante tiempo – se acomoda en la silla y le hace una señal al barman-. ¿Planean casarse?
-Sería ilegal, no se permite el incesto y yo no quisiera cometerlo jamás – me queda viendo con cara de…algo -. Es mi hija. Tengo una hija de seis años, mi tesoro.
-Ah – esta mujer me tiene sorprendido. Nunca tuve que contarle a una mujer antes acerca de mi pequeña, todas corrían despavoridas con la primera línea -. Debe ser tu orgullo, ¿verdad?
-Pues sí – la veo y parece fascinada con la conversación -. Me da los motivos necesarios para seguir progresando.
-Valeria – me dice extendiendo su mano -. Ahora si me presento como corresponde.
-Armando – le digo con una sonrisa y respondiendo a su saludo -.
-Creo que algún día me gustaría tener hijos – sigue con la conversación -, el problema es encontrar al padre indicado. Hoy se ve mucho que te embarazan y luego se pierden, aunque estés casado.
-Es una vergüenza que algunos congéneres hagan eso. No saben lo que se pierden – vuelvo a beber de mi jugo, mientras llega el chico de la barra -.
-Me das otra sin alcohol, Miguel. Igual que siempre, por favor – el asiente con la cabeza -.
-¿Vienes mucho aquí? – le pregunto curioso.
-Sí, me gusta. La música es buena, de bajo volumen para que no tengas que gritar, pero de todas formas puedes bailar.
-Pero tú no bailas – ella sonríe ante mi comentario -.
-Si bailo, sólo que no quería que me designaran compañero como niña pequeña.
-Bueno, no te culpo. Yo sólo quería estar tranquilo, luego de una semana agotadora de trabajo.
-Si no es mucha indiscreción, nuevamente, ¿a qué te dedicas?
Y así, me dedico a contarle en lo que trabajo. Resulta que ella es prevencionista de riesgos y justo necesitamos uno en la obra, ya que la que teníamos tiene baja por maternidad. Le pido su número, para enviarle mi correo y que así me mande su curriculum. Ella queda agradecida, porque no ha conseguido encontrar trabajo desde hace un par de meses.
Veo la hora y decido que es un horario prudente para irme. Se lo comunico y ella me dice que también se irá, ya que ve que sus amigas tienen para rato y no quiere quedarse sola, espantando hombres medio borrachos.
-Deja avisarles, si no me odiarán. Además, tienen que hacerse cargo de sus carteras – se pone de pie y yo le sigo, tengo que avisarles a los chicos que me voy -.
Llegamos hasta ellos, cuando Valeria les explica que se va ellas asienten sin tratar de convencerla. Al despedirme, Matías me guiña un ojo, mientras Felipe me da unos codazos leves, como si estuvieran convencidos que encontré algo bueno con ella. Yo sólo pongo los ojos en blanco y me voy.
Al salir, me ofrezco a llevarla, pero me dice que no es necesario, ya que ha venido en su propio auto. Nos despedimos y cada uno toma su camino.
Sin dudas, es la primera vez que me despido como se debe de una mujer a la que conocí en una salida con mis amigos. Ella es diferente, sabe escuchar y no es aburrida. Podría llegar a ser una buena amiga.
Tomo el rumbo a mi casa, son cerca de las once de la noche y ya estoy agotado.
Al llegar, me sirvo un vaso de agua y me voy a dormir. Ni siquiera me tomo la molestia de encender la televisión, sólo quiero cerrar mis ojos, ya quiero que sea mañana para ver a mi princesa.
Llevo media hora esperando a que Marcela abra la puerta.La llamé, como siempre, pero no me respondió. Seguro volvió a quedarse dormida, su hijo más pequeño a veces no la deja dormir por las noches.Y es que, como era de no imaginarse jamás, volvió a ser madre. Sí, tiene tres hijos. Pablito tiene tan sólo ocho meses de vida, por alguna razón, no siguió con el padre de este. Aunque el tipo si estaba enamorado, aún la busca. Lo compadezco, porque yo también pasé por eso, hasta que me enteré de que salía con otro.Saco mi teléfono otra vez para llamarla, pero justo recibo un llamado de Soledad, su madre.-Armando, querido. Te estoy esperando con la niña para que pases por ella. Está desesperada, ¿no vendrás? – maldigo en mi interior y me voy corriendo al auto -.-Señora Soledad, buenos dí
Luego de nuestra siesta, Sol está más contenta. Voy a la cocina por algo para beber y para comer. Decido que este es el mejor momento para preguntarle si quiere conocer a una nueva amiga.-Princesa – le digo mientras le doy un vaso de jugo y un sándwich -, ¿te gustaría conocer a una nueva amiga?- ¿De mi edad o la tuya? – deja el vaso y el plato sobre la mesita frente a nosotros, me mira fijamente y con los brazos cruzados -.-De la mía – le sonrío y le doy una mordida a mi merienda -.- ¿Es una novia? – me dice algo molesta y toma su vaso de la mesita -.- ¿Qué?... ¡No! – le digo batiendo las manos, consigo no derramar mi jugo -. Ni siquiera yo la conozco mucho – le digo pensativo, frunzo el ceño -, pero es agradable. Podría ser una buena amiga para ambos.-Mmm… ya me dio curiosidad, papi – se sie
Me despierto con mi hija saltando en la cama, veo la hora con decepción: son las 7:30 de la mañana.-Hoy es mi día, hoy es mi día – grita a todo pulmón -.-Está bien princesa, pero ¿podrías dejar de saltar y dejarme dormir un poco más? – le digo tapándome hasta la cabeza, como si eso ayudara a no sentir su escándalo -.-No. Es mi día – siento que deja de saltar, se lanza sobre mí y me descubre el rostro -. Quiero desayuno y salir a pasear.-Sol, es temprano para salir a pasear – es una mezcla de súplica y queja, mientras ella comienza a saltar otra vez -.-Pero no para el desayuno – se deja caer en la cama y me mira feliz -. Veamos una película.Su carita de felicidad es tan motivante, que me levanto y me voy a preparar el desayuno. Pan tostado con queso, leche con chocolate para ella y jugo para mí.
Tras nuestra celebración de ayer, paseando todo el día, mi hija y yo llegamos a casa para no hacer nada. Hasta que recordé luego que ella se durmiera que debía preparar su ropa para el día siguiente.Salí de la cama y me fui directo a plancharla. La dejé ordenada en su pieza y me fui otra vez a descansar. Al poner la alarma en mi teléfono, me di cuenta que Valeria me había escrito:“Espero que hayan tenido un lindo día. Mañana nos vemos en la obra, ojalá todo salga bien. Besos para Sol”Le respondí de inmediato:“Gracias, ha sido un día espectacular, con ella siempre lo son. Nos vemos mañana, todo saldrá bien ;)”Puse el teléfono en silencio, apagué la luz de la mesita y me acomodé en la cama. Cuando estaba al fin quedándome dormido, sentí que mi pequeña m
En el camino trato de calmarme, sé que no puedo culpar de todo a Marcela. Yo también soy responsable de esto, debí darme cuenta antes. Al menos no me han dicho nada de la higiene de mi hija, eso debe ser porque ella tiene la costumbre de bañarse todos los días luego de llegar del colegio. Desde que aprendió a hacerlo sola, adquirió cierta independencia.Aparco fuera de la casa de Soledad, respiro profundo nuevamente y me bajo. Entro y llamo a la puerta, tratando de buscar las palabras más suaves para no generar conflicto. Escucho la risa de Marcela tras la puerta, frunzo el ceño, porque a esta hora debería estar trabajando.-Hola – me dice pálida y mira hacia dentro. Se interpone entre la puerta y yo -. ¿Qué haces aquí? Sabes que no puedes visitar a Sol cuando se te dé la gana.-Por más que quisiera ver a mi niña, no vengo por eso. Pero su
Tras lo que fue una semana tranquila, en comparación a la manera en la que inició, hoy me preparo para salir con mis amigos. En media hora debo pasar por Valeria y nos reuniremos en el restaurante de Felipe, en donde será la cena de celebración.Ayer por la tarde, la señorita Donoso me ha escrito para decirme que Sol tuve un cambio radical desde el martes. Eso me alegra, pero al costo de no poder hablar con mi hija ni uno de estos días. Tampoco puedo presentarme en casa de Marcela ya que, al no corresponderme visitas, puede llamar a la policía por hostigamiento. Sí, esa es la realidad de muchos padres que quieren a sus hijos.Al menos, logré que comience a preocuparse un poco más de mi niña. Sol es una niña preciosa y merece verse siempre bien vestida, limpia y con sus peinados que le fascinan.Tomo mis documentos, una chaqueta y apago las luces de la casa. Pongo la alarma y me d
Tras otra semana de trabajo bastante duro, termino el viernes con las ganas de ver mañana a mi princesa. Estos días sólo he sabido de ella por Soledad, porque ahora Marcela ni siquiera se molesta en contestar mis llamadas o mis mensajes. Aunque ya estaba preparado para eso, cada vez que la enfrento acerca de la manera que cuida de Sol pasa esto.Me voy directo a la cocina por algo para tomar. Saco un refresco y me siento un rato en el sofá, mientras busco algo para ver en la televisión. De pronto, suena mi teléfono y veo que es Marcela.-Marcela, hola, ¿cómo está mi niña?-Ella está bien, Armando. Está bien cuidada – me dice en un tono desagradable -. Te llamo porque mañana no podrá ir a su visita contigo.- ¡¿Qué, por qué?!-No grites, por favor. La invitaron a un cumpleaños y ella quiere ir.-Yo la llevo
El fin de semana me pareció eterno. Ya quería que fuera lunes, para meterme en el trabajo y espantar la pena de no ver a mi niña.Avisé que mañana por la mañana me ausentaré, iré al tribunal o buscaré un abogado, lo que sea. El llamado de Sol me hizo entender que ella no lo está pasando bien con todo esto. Marcela la está obligando a relacionarse con personas que ella no quiere. Estoy seguro de que ni siquiera le preguntó si quería conocer a esas personas.Muchas veces los padres cometen el error de imponer a los hijos las relaciones con personas nuevas, que no son esenciales en la vida de los niños, pero que por apariencia o estatus social se nos hace indispensable involucrarlos.En mi caso, le pregunté si quería conocer a Valeria. Porque no quería imponerle a alguien, si me hubiese dicho que no, pues era no. Mi amistad con Valeria se hubiese l