No, nada estaba bien. No pudo conciliar el sueño, los síntomas del resfrío solo incrementaron e incluso tuvo fiebre. Los dolores musculares eran casi insoportables; llegó a un punto que ni los analgésicos ayudaban como patéticamente esperó. Su condición era cada peor y temía que aquello siguiera empeorando con el paso de las horas. No tuvo más opción que llamar a Nicolás. Odiaba sentirse débil, enfermo y odiaba más tener que molestar a su amigo. Sin embargo, Nico no dudó en ir a verlo y ahora Nico se encontraba en la cocina, preparándole algo de comer.El insomnio se reflejó en su rostro cuando se divisó en el impoluto espejo del baño. Los círculos oscuros debajo de sus ojos eran tan notorios que parecía como si hubiese recibido un par de puñetazos. Lamentable.—Alex, ¿todo bien, necesitas ayuda?Cerró los ojos, contó hasta diez y cuando los abrió, creyó inútilmente que aquel demacrado semblante se esfumaría del espejo. No pasó.Se preguntó por qué cada cierto tiempo le pasaban cosas
Despertó desorientado y sintió un leve escozor en su brazo izquierdo. Durante varios minutos no hizo otra cosa que tratar de rememorar las últimas doce horas, pero su mente era una densa broza.Posterior a despabilarse, la realidad sobrevino y los recuerdos brotaron desde algún recoveco de su consciencia. Giró la cabeza sobre la almohada y notó la I.V¹ conectada a su brazo izquierdo. Los dolores musculares cesaron, quizá gracias al medicamento que le estaban suministrando, no lo sabía. Sin embargo, tan pronto como intentó incorporarse, las náuseas nacieron y, sin otra alternativa, tuvo que vomitar ahí mismo. Un charco amarillento cubrió una porción del piso y parte de aquello salpicó las sábanas blancas. Patético.Quiso gritar por ayuda, quiso levantarse nuevamente, pero nada sucedió. Tan débil e impotente porque las náuseas brotaron otra vez y más líquido espeso y amarillo se derramó de su boca.—Oh, Dios mío —musitó alguien y fue lo último que logró registrar dentro de su agotada me
Las horas pasaron y la tenue calma pendía de un hilo, pero logró controlarse. No mas llanto, no más lamentos, no más... nada.Con ayuda de Nicolás, consiguió darse una ducha y vestir ropas limpias y mientras trataba de no pensar en nada, se sumergió en una ardua tarea de recoger la basura esparcida por todo el departamento.En algún momento se detuvo y observó a su amigo. Nicolás tenía los ojos hinchados y el rostro rojizo, igual que él. Ambos habían llorado y por más que se resistió a que Nico lo sostuviera en brazos, terminó cediendo.Sabía que le llevaría mucho tiempo en asimilar su nueva situación. No, de hecho, su vida ya no sería la misma y el miedo afloraba cada que la realidad lo golpeaba. No quería caer más en un estado de depresión, pero ¿cómo? ¿Qué haría de ahora en más? Todo había modificado y solo deseaba acabar con todo. Sería lo mejor. No sufriría y la idea de quitarse la vida cruzaba por su mente una y otra vez. Pondría fin antes de que las cosas comenzaran a ser más f
Quedó frente al espejo y Nicolás detrás de él, pero no fue capaz de alzar la mirada y...—Hazlo, Lex —Pasó las manos por su rostro, secándose las lágrimas—. Vamos, hazlo.—N-no —musitó.—Está bien, lo haré yo —Y tan pronto las palabras salieron de la boca de su amigo, este colocó una mano debajo de su barbilla y le alzó el rostro—. Mírate, Alex, y dime qué ves —Negó, resistiéndose a mirar su reflejo—. Hazlo, por favor, amigo —Había tanto suplicio, tanto empeño, tanta convicción en cada palabra que... —. Dime, ¿qué ves?—La... muerte —murmuró.Miró su rostro reflejado en el pulcro espejo, miró sus ojos y no notó otra cosa que el deseo de dejar de vivir, pero también vio algo más, algo detrás de él. El rostro de Nicolás, aquellos ojos color miel que lo observaban con tanto cariño, con tanta seguridad.—Error, Alex —Volvió a centrarse en el reflejo de su semblante—. Allí hay un chico que ha luchado toda su vida, un chico que es fuerte y que tiene la capacidad para enfrentar cualquier obs
«Hola, cariño. Si estás leyendo esto es porque, bueno, sucedió lo inevitable y si ese no es el motivo, te pido que dejes de revisar mis cosas, pero supongo que es por lo primero, ¿verdad?, porque tú nunca andas ni andarías de chismoso.Hay tantas cosas que quiero decirte y no sé por dónde comenzar. Iremos por el principio, ¿de acuerdo?, ponte cómodo. Estoy seguro que estás parado frente a nuestra cama, siéntate en ella, ¿lo hiciste?».Una triste sonrisa esbozó y se sentó en el borde de la cama.«... Muy bien, cariño. Ahora, quiero que sepas que he sido muy feliz a tu lado. Fuiste esa chispa de esperanza en el momento más duro de mi vida y, gracias a ti, tuve una segunda oportunidad.Los primeros meses fueron desastrosos, caí en una profunda depresión, sin un motivo suficiente para continuar una lucha que, para mí, estaba perdida. Me alegro de haber estado tan errado porque tú estuviste ahí, soportándome, aguantando mis desplantes, mis quejas y Dios sabe que nunca hice las cosas a prop
Ahogó un sollozo e inhaló y exhaló hondo mientras, con la mano libre, se secaba las lágrimas que caían por su rostro. Siguió leyendo aquellas palabras, aquellas que contenían tanto amor...«... Me hiciste el hombre más feliz del universo, cariño, y no existen palabras suficientes para expresar todo lo que siento.Me ayudaste en los momentos más difíciles y juntos salimos adelante, juntos construimos una nueva vida. Nos casamos y nos costó tanto formar nuestra familia, pero, a pesar de todo, cumpliste con tu palabra. Me diste la oportunidad de ser padre y eso era un sueño imposible para mí, pero lograste hacerlo realidad, aunque nos enfrentamos a muchos inconvenientes por mi causa, por mi enfermedad. Al final, los dos vencimos, ¿no es así?, los dos luchamos por un derecho que nos quisieron quitar y tú, cariño, fuiste el escudo que protegió nuestro lado vulnerable.Hemos pasado por tanto y el tiempo fue tan maravilloso como complejo. Siempre a mi lado, siempre pendiente de mi. A tu lado
Desde pequeño soñaba con ser alguien digno e importante en la vida. Quizás el destino lo marcó desde su infancia, quitándole lo más preciado que tenía: sus padres.A pesar de sufrir la pérdida más grande de su vida, siendo un niño de tan solo cinco años de edad, logró seguir adelante con la ayuda incondicional de sus tíos, quienes se hicieron cargo de él. Le brindaron ayuda, contención, cariño, amor y un hogar.Los años pasaron y aquel niño pequeño que lloró incontables noches por sus padres, creció y se convirtió en un muchacho noble, bondadoso y cariñoso.Los tantos recuerdos de sus padres quedaron grabados en su memoria y cada tanto los rememoraba y le sacaba una sonrisa. Y otras veces, lloraba ante los recuerdos.Sus tíos fueron su mayor soporte, su apoyo, brindándole todo lo que podían y más. Se graduó del colegio con honores y gracias a ello, obtuvo una beca completa en una de las mejores universidades del país.Tener que alejarse de su hogar, decir adiós a sus tíos y comenzar u
Se perdió mirando aquel reflejo en el pulcro cristal. Observó con interés aquellos ojos de un color tan sublime. Iris que albergaban una mezcla de colores, pero que ninguno se definía con nitidez. Era una fusión de una extensa gama de colores y a la vez de ninguno. Era tan... extraño.Ladeó la cabeza hacia un lado y el reflejo imitó su acción. Esbozó una media sonrisa y ocurrió lo mismo: el reflejo lo imitó.—¿Quién eres? —preguntó a la imagen en un susurro.Sus labios se movieron a la par y no logró escuchar la respuesta. Estaba seguro de que aquel reflejo no era el suyo, no. Él no tenía la piel tan pálida ni los labios resecos. Su cabello no lucía opaco, sino brilloso, todo lo contrario a la imagen que miraba con absoluta concentración. Ansiaba saber lo que aquel reflejo pensaba. Anhelaba poder algún día oír la voz y no tratar de leer aquellos belfos agrietados. Se preguntó qué tipo de voz tendría, si sería adusta o suave, si se oiría como una tenue y dulce melodía de piano o si ser