Capítulo 308
Juan levantó un poco la toalla rosa y se acercó al borde de la piscina para entregársela.

Al tomar la toalla, una chispa de astucia brilló en los ojos de Celeste.

En ese mismo instante, dejó escapar un pequeño suspiro y fingió resbalarse hacia atrás, simulando que se caía al agua. Al mismo tiempo, aplicó toda su fuerza en su mano, como si intentara en ese momento arrastrar a Juan con ella.

Pero Juan, con total decisión, soltó la toalla sin dudar ni por un instante.

Con un chapuzón, Celeste cayó al agua.

Cuando finalmente emergió al agua, lo miró con ojos llenos de inocencia y tristeza: —Juan, eres realmente un ser insensible. Me dejaste caer sin ayudarme. Si no supiera nadar, podría haberme ahogado.

—Si te hubieras ahogado, habría llamado a la policía por ti— respondió Juan.

Celeste estuvo a punto de explotar de la rabia, pero decidió no continuar con sus intentos de provocarlo.

Nadó hasta el otro lado de la piscina, tomó una toalla que estaba en la orilla y se envolvió en ella antes d
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