Aunque hoy era el día en que Juan finalmente saldaría su cuenta con la familia Ortiz, él no mostró ninguna preocupación.Como de costumbre, desayunó lo que Elena había preparado para él. Luego le pidió que se recostara por un momento para darle un masaje completo, ayudándola a relajar los músculos poco a poco y mejorar así la circulación sanguínea.—Elena, ¿cómo te sientes ahora? —Juan se arrodilló a su lado y le preguntó, mirándola con una sonrisa.—Me siento mucho mejor. Mis piernas solían dolerme todo el tiempo, pero gracias a tus suaves masajes de estos últimos días, ya no siento ningún dolor— respondió Elena con una mirada de satisfacción.Sabía que todos sus esfuerzos del pasado no habían sido del todo en vano. Este joven era alguien muy agradecido y con un alto sentido de la gratitud.Juan, a pesar de vivir en una mansión de lujo y de tener todos los medios suficientes para que alguien más cuidara de Elena, continuaba masajeándola diariamente sin quejarse.Con una sonrisa, Juan
—No tenemos miedo alguno.El hombre que se encontraba al frente sonrió de manera feroz: —Señor, todos nosotros fuimos abandonados por nuestros padres cuando éramos niños. Entre nosotros hay retardados, cojos y ciegos.—Somos como basura que no debió haber venido al mundo, desechados por este mundo tan cruel desde el momento exacto en que nacimos.—Fue tu maestro quien nos acogió y también quien nos curó, dándonos una razón para vivir con dignidad.—Nuestras vidas pertenecen a ustedes, a ti y a tu maestro. ¿Qué significa la muerte ante eso?—¡Muy bien!Juan levantó con humildad la vista hacia el cielo, y en sus profundos ojos oscuros comenzó a surgir un gran destello de violencia: —¡Nos vamos!Con su fría voz resonando de un lado al otro, Juan, seguido por Luis, se metió en el auto principal.Los cientos de hombres de traje se movieron de forma sincronizada, subiendo a los autos. El fuerte rugido de los motores resonaba como el trueno en una tormenta.Inmediatamente, más de cien autos n
Comenzó a caer una fina lluvia desde el cielo.En el sitio del antiguo Ángel Guardián.Una mujer vestida con un atuendo negro bastante ajustado sostenía un paraguas con una mano, permaneciendo de pie detrás de Celeste.—Queridos amigos de la infancia, abuelo director, abran muy bien los ojos y observen en detalle. ¡Hoy ha llegado el fin para los Ortiz!La mirada de Celeste recorrió rápidamente el suelo, y en su mente surgieron varias imágenes del pasado.Aunque habían pasado doce años, cada vez que lo recordaba, los recuerdos seguían siendo tan vívidos como antes.De repente, Celeste preguntó algo curiosa: —Araceli, ¿hay alguna novedad en la aduana o en el aeropuerto?La mujer que sostenía el paraguas, llamada Araceli, lo negó todo con la cabeza: —No, Basilio ha estado vigilando de cerca, y por el momento no hay ninguna noticia de que, el patriarca Ximeno de la familia Ortiz haya ingresado al país.—Ese hombre ha estado oculto durante veinte años. ¿Será que ha descubierto nuestros plan
Irene, llena de indignación, dijo: —Elena, no tenga miedo alguno. Estos tipos casi la empujan y ni siquiera se han disculpado. ¡Qué falta de educación!—Voy a llamar a Juan de inmediato, para que él venga y se encargue de ellos personalmente.Diciendo esto, sacó en ese momento su teléfono, lista para llamar a Juan y contarle todo lo sucedido.En ese preciso intante, Celeste y Araceli se acercaron de inmediato, y Celeste preguntó con un tono de voz firme: —¿Qué está pasando aquí? ¿Qué ocurrió?—Señorita, ellas querían entrar a ver, pero no les permitimos, y eso causó un pequeño altercado— explicó uno de los hombres encargados de la vigilancia.Celeste entonces dirigió su mirada directo hacia Irene y Elena.En el momento en que vio a Elena, su cuerpo se quedó rígido por completo, y una profunda sorpresa se reflejó en sus ojos. —¿Es usted… Elena?—¿Quién eres? ¿Cómo sabes quién soy? —Elena levantó de repente la mirada, algo desconcertada ante tal suceso.Celeste trató de calmarse y pregun
Media hora después.Panteón de los Ángeles.Bajo la fina llovizna, varios cuervos revoloteaban tan rápido entre las ramas, emitiendo fuertes chillidos algo extraños, como si sus sonidos estuvieran robando almas.Sin embargo, ese ambiente un poco hostil y algo lúgubre, pronto fue interrumpido. Un sonido muy rítmico y resistente resonó en la distancia, haciendo que los cuervos alzaran el vuelo, chillando con total desesperación.Se dispersaron, escondiéndose en los alrededores, mientras observaban con terror al grupo de personas que se les acercaba.Una figura delgada pero firme caminaba al frente. Detrás de él, una fila de hombres corpulentos con unas miradas letales lo seguían de cerca.Juan se detuvo frente a las tumbas de todos los fallecidos en Ángel Guardián, sus ojos profundos escaneaban todo el lugar, mientras una ira contenida brillaba en su mirada.—Abuelo director, queridos amigos de la infancia, ¡he regresado!—Esta vez, he venido para cumplir mi promesa al pie de la letra,
—¡Estás a punto de morir y aún tienes el descaro de hablar con tanta arrogancia! —Ofelia se rio con tanta frialdad mientras avanzaba: —Mocoso, ¿fuiste tú quien mató a mi hijo Pascual?—Así es, ese inútil murió por mis manos— respondió Juan con mucha calma.Ofelia, estando furiosa, deseaba despedazarlo en ese mismo instante: —¿Sabes quién soy? ¿Cómo te atreves a matar a mi hijo?—Escuchen perfectamente muy bien todos, esta es mi exesposa, conocida en Valderrábia como la viuda negra— proclamó Raimundo con un fuerte aire de superioridad.—¿Qué? ¿La viuda negra? —El rostro de Luis palideció al instante.Se apresuró de repente a explicarle a Juan: —Señor, la viuda negra es una de las mayores reinas del narcotráfico en Valderrábia. Su negocio de drogas se extiende por todo el mundo, y se dice que su hermano menor es uno de los mayores caudillos militares de la región, llamado Aniceto, con un ejército que supera los cien mil hombres.—Jeje— Aniceto dio un paso al frente, sonriendo con arroga
En ese momento, Juan y su grupo quedaron atrapados en una situación de vida o muerte.El rostro de Luis se tornó pálido, y una sensación de culpa lo invadió por completo. Si hubiera investigado antes la relación entre la familia Ortiz, Ofelia y sus aliados, no habrían permitido para nada que Juan cayera en semejante peligro.Respiró muy hondo, tomando la firme decisión de proteger a Juan a toda costa, incluso si eso significaba sacrificar su propia vida.Viendo que Juan no respondía, Raimundo se volvió aún más arrogante: —Juan, te daré una sola oportunidad. Si suplicas por tu vida ahora mismo, te prometo que te dejaremos con el cuerpo intacto.Ofelia y Aniceto esbozaron sonrisas siniestras. No tenían intención alguna de dejar morir a Juan de manera tan rápida; lo humillarían y lo torturarían antes de acabar definitivamente con él.De repente, Juan sonrió por un instante.—¿De qué te ríes, mocoso? —preguntó Raimundo, con el rostro un poco oscurecido.Juan sacudió de repente la cabeza y
Abrió los ojos de golpe, y la escena que apareció ante él lo dejó con una expresión de incredulidad, como si hubiera visto un fantasma.A lo lejos, en el horizonte, una lluvia de misiles caía sobre su propio campamento. Sus hombres fueron despedidos en mil pedazos, volando por los aires, algunos muriendo al instante, otros ardiendo por completo en llamas.Aniceto también pudo ver cómo sus francotiradores caían uno tras otro, todos con disparos precisos en la cabeza.Pero al mirar hacia donde estaban Juan y Luis, notó que ellos y sus hombres estaban en ese momento a salvo, fuera del radio de daño.—¿Qué está pasando?—¿Qué demonios es esto?Aniceto retrocedió varios pasos, con el rostro pálido. De repente, gritó furioso: —¡Esto no está bien! ¡Ellos tenían un plan de respaldo!Ofelia, al abrir los ojos y ver la terrorífica escena, quedó completamente asombrada. En ese justo momento fue aún más aterrador para ellos.¡Helicópteros de combate!Una docena de helicópteros armados apareció de