Capitulo4
—Ya que es así, ve tú mismo a comprar las cosas— dijo Laura fríamente antes de darse la vuelta y marcharse.

Juan se encogió de hombros, se dirigió a la calle y detuvo un taxi:

—Chofer, lléveme a Quantum Innovations.

Laura entró a una cafetería Starbucks y mientras más pensaba en lo ocurrido, más furiosa se ponía. Finalmente, sacó su teléfono y escribió en un grupo de trabajo:

—¡Estoy harta, harta!

Ese grupo laboral solo tenía cinco miembros, todos compañeros cercanos a Laura.

Rápidamente, una mujer llamada Cristina Morales respondió:

—Laura, ¿qué te pasa? ¿Quién te molestó esta vez?

—Mi padre trajo a un palurdo de no sé dónde y quiere que sea mi prometido— se desahogó Laura.

—¿Qué? ¿Hablas en serio?

—No puede ser, ¿es verdad?

El grupo entero estalló de inmediato.

—¿Por qué mentiría?— escribió Laura molesta. —Y lo peor es que mi padre quiere que le consiga un trabajo en nuestra empresa, supuestamente para que me 'proteja'. No puedo negarme.

—No te preocupes Laura— la tranquilizó otra.

Un hombre llamado David Fernández respondió:

—Déjenmelo a mí, mañana haré que ese tipo se vaya con la cola entre las patas.

—Jajaja, si David lo dice, ese pobre diablo va a sufrir.

—Obvio, ¿quién no sabe que el tío de David es el gerente de recursos humanos de Yaphee? Con solo una palabra de David, ese tipo no tendrá oportunidad de entrar a nuestra empresa.

—Esto se pondrá bueno— comentaron emocionados.

Laura vaciló un poco, pero escribió:

—David, no seas muy duro con él, solo dale una lección para que se rinda por las buenas.

—Descuida, sé lo que hago— respondió David.

Después de dejar el teléfono, Laura esbozó una sonrisa de suficiencia.

Así que te llamas Juan, ¿eh? Te enseñaré cuánta es la distancia entre nosotros.

En Quantum Innovations...

Se vio a un hombre de traje y mirada severa arrodillado ante Juan:

—Luis saluda al joven maestro.

Cualquier persona que hubiera visto esta escena, se habría quedado sin habla del asombro.

Porque ese hombre era Luis González, el dueño de Quantum Innovations, también conocido como el “Rey de Crestavalle”, el emperador del submundo de la ciudad. Con solo chasquear los dedos, toda Crestavalle temblaba ante él.

—Ya basta Luis, no necesitas estos formalismos conmigo— dijo Juan despreocupado, con las piernas cruzadas. —Antes de morir, el maestro me pidió que viniera a verte cuando tuviera tiempo. Dime, ¿tenía alguna otra instrucción para mí?

—Joven maestro, el anciano maestro me encargó entregarle algunas cosas— respondió Luis, sacando unos objetos ya preparados. —Esta es la llave de las Mansiones de Ensueño, valuadas en 5 millones de dólares. Se considera la mansión más lujosa de Crestavalle y el maestro la compró para usted hace años. Puede mudarse ahí cuando guste.

—Además, este es un acuerdo de transferencia de acciones de una de mis empresas, nada menos que por 10 mil millones de dólares. Solo firme aquí y la compañía Yaphee de cosméticos será suya.

Juan tomó las llaves y revisó el contrato. Después de firmar la transferencia, preguntó con voz gélida:

—¿Y qué averiguaste sobre lo que te encargué investigar antes?

Luis respondió con los labios tensos:

—Joven maestro, descubrí que el gran incendio de hace 12 años en el orfanato Ángel Guardián está relacionado con la familia Pérez...

—¡Slam!

Juan apretó los puños con fuerza, liberando una aterradora aura asesina.

¡Un deseo de matar interminable!

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