Capitulo2
Marta miraba fijamente a Juan con una expresión arrogante y altiva.

A su lado, su secretaria Rosa Ramírez también miraba con desdén a Juan. ¿Cómo ese pobre diablo podría estar a la altura de su presidenta?

—No hay problema— respondió Juan despreocupado. —Pero lo que tú digas no cuenta, porque este compromiso lo arregló tu abuelo. Puedes esperar a que yo lo cure y que él mismo lo cancele. Si así lo desea, no insistiré más.

—No es necesario— lo interrumpió Marta, convencida de que él no se rendiría. —En lo que respecta a mi propio matrimonio, yo decido. Además, me encargaré de la enfermedad de mi abuelo, no necesito tu ayuda.

Rápidamente escribió un cheque.

—Esto es un cheque por 50.000 dólares. Será tuyo si aceptas cancelar nuestro compromiso.

—Para mí esa cantidad es una insignificancia, pero para alguien de tu clase baja, es suficiente para vivir cómodamente de por vida. Estoy segura de que no lo rechazarás— dijo con sorna, como dándole limosna a un mendigo.

—No hace falta— declinó Juan con calma. —Aunque soy pobre, no acepto caridad.

—Ya lo dije, si quieres cancelar el compromiso, deja que Antonio me lo diga personalmente.

Dicho esto, Juan se dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás, con movimientos decididos.

—Señora presidenta, ese chico es demasiado insolente. ¿Por qué fue tan amable con él?—se indignó la secretaria Rosa.

—Sólo es el ridículo orgullo de la juventud— desestimó Marta.

Marta apretó los labios con enojo y dijo:

—Sin dinero, le será difícil sobrevivir en Crestavalle. Apuesto a que en tres días volverá suplicándome.

—Olvídalo, no vale la pena hablar más de él— sacudió la cabeza. —Por cierto Rosa, concértame una cita con Luis González de Crestavalle. Dicen que hace cinco años le diagnosticaron cirrosis hepática terminal y el hospital le dio sentencia de muerte, pero un médico llamado El Santo Médico logró curarlo.

—Si puedo traer a El Santo Médico, mi abuelo se salvará. Entonces haré que cancele personalmente mi compromiso con ese tipo y veremos si aún tiene algo que decir.

Sus ojos brillaban con determinación.

Juan caminó hacia un taxi de la calle y miró con nostalgia las calles familiares. Una inmensa ira ardía en sus ojos:

—Siete hermanas, Pierdrita, he vuelto para vengarlas.

En ese momento, Juan parecía otra persona, su expresión era gélida.

Hasta los 11 años vivió en un orfanato, con siete “hermanas” también huérfanas. La menor solo era un mes mayor que él y la mayor cinco años mayor.

Las siete lo trataban como familia, lo protegían, lo consentían y habían acordado que cuando crecieran se casarían todas con Juan.

Pero cuando Juan cumplió 11, un gran incendio estalló en el orfanato. Las siete hermanas tuvieron la oportunidad de escapar, pero decidieron sacrificarse para salvar a Juan.

El resultado fue que Juan logró escapar, pero ellas murieron abrazadas por las llamas.

Más tarde, Juan fue rescatado por un viejo ermitaño, quien le enseñó todas sus habilidades. Antes de morir, el anciano le otorgó a Juan el título de “El Santo Médico” y le pidió que bajara de la montaña para proteger a los descendientes de su antigua amante.

En esta ocasión, Juan ha bajado de la montaña con dos propósitos: uno, cumplir el deseo póstumo de su mentor; y dos, vengarse.

¡Enviará al infierno a los asesinos que mataron a sus hermanas!

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