Aunque muchos comentaban lo sucedido, nadie se atrevió a defender a la mujer. Era evidente que, en el mundo de la cultivación, los más fuertes eran los que mandaban, y eso era una verdad inquebrantable desde tiempos antiguos.

En cuanto lo que sucedía si era justo o no, eso simplemente no importaba.

—Esta oportunidad, mejor dejémosla a otro, —respondió la mujer, manteniendo su tono sombrío frente a las palabras condescendientes de Lozano.

—Hoy no tienes opción, —replicó Lozano autoritariamente. —Te guste o no, tendrás que aceptar.

Ante la curiosa multitud, Lozano ya no ocultaba su desprecio y estaba dispuesto a usar la fuerza para conseguir lo que quería. ¿Cómo podría una mujer que estaba en la etapa final de Canalización de Meridianos enfrentarse a un Gran Maestro como él? Pero justo en ese momento, Juan dio un paso hacia adelante y se colocó entre ellos.

Al ver a Juan dar un paso al frente, Lozano fijó su mirada siniestra en él y, con voz aterradora, preguntó: —¿Qué significa esto, am