La familia Delgado, con Orlando en la sexta etapa de Gran Maestro, dominaba la sala con su presencia, sin contar que su hermano mayor era el líder de los Custodios del Horizonte, una figura imponente en sí misma.Incluso aquellos que podían sentirse oprimidos o descontentos no tenían otra opción más que tragarse por completo su orgullo y aceptar la situación con resignación.Orlando, aunque furioso, recordó que era su celebración de cumpleaños. Si explotaba en ese momento y manchaba la fiesta con sangre, su reputación podría verse afectada. Así que reprimió con fuerza su enojo, apretó los dientes y, tras un largo suspiro, volvió a sentarse lentamente.—La familia Ibáñez ha mostrado su consideración. ¡Acepten el regalo! —dijo Orlando con una voz cargada de enfado reprimido.De inmediato, un sirviente de la familia Delgado se acercó para recoger las dichosas tijeras que había ofrecido la mujer de la familia Ibáñez.El momento fue interrumpido por el siguiente anuncio:—¡El alcalde de Pue
—¡Dios mío, así que ese es el líder del misterioso grupo los Custodios del Horizonte! Una figura legendaria. Hoy, finalmente, tengo la oportunidad de verlo en persona.—Sí, es increíble verlo, pero, ¿no les pasa que mientras miran su rostro sienten que en al instante lo olvidarán por completo?—Exacto, me ocurre lo mismo. Es fascinante y extraño al mismo tiempo, digno de alguien envuelto en tantas historias legendarias.—Ustedes no entienden. Según dicen, Silvestre ha alcanzado un nivel de cultivo indescriptible. Su poder es tal que no tiene rival alguno en todo Puerto Lúmina, y las técnicas que practica están en el más alto nivel. Para quienes no poseemos su nivel de habilidad, recordar su apariencia en algún momento es simplemente algo imposible.Las conversaciones entre los presentes estaban llenas de asombro y respeto.—Hermano, qué raro tenerte aquí hoy. Más tarde debemos tomarnos un tiempo para hablar y ponernos al día —dijo Orlando, invitando a Silvestre a tomar asiento en el lu
—Juan, así que eres tú. No sabes medir el peligro, atreviéndote a aparecer aquí. Dime, ¿fuiste tú quien mató a Fortunato? —preguntó Orlando, sin esperar a que Silvestre hablara.—Quería asesinarlo, pero no fue mi mano la que le arrebató la vida —respondió Juan, sin titubear.La realidad era que Fortunato había muerto por intentar revelar la verdad de lo ocurrido en el pasado, activando una restricción oculta en su cuerpo, lo que resultó en su propia muerte.—¿Y mi hijo? —intervino de inmediato el jefe de la familia Barrios, seguido por el de la familia Ferrero, aprovechando la oportunidad para cuestionar en ese momento a Juan.Juan giró la cabeza hacia ellos, pero no respondió, manteniendo un silencio sepulcral que incrementó aún más la tensión.—Juan, hoy es mi celebración de cumpleaños. Sea lo que sea, puede esperar a que termine el evento —intentó mediar Orlando, notando que Juan no mostraba señales de estar mintiendo.Juan dejó escapar una sonrisa sombría.—Ya lo dije, he venido ho
Juan miró fijamente al jefe de la familia Barrios, que se lanzaba hacia él como una bala, y murmuró con frialdad:—¡Estás buscando tu muerte!En un instante, Juan también lanzó un puño en respuesta.La colisión entre los dos generó una gran onda expansiva que volcó mesas y sillas en toda la sala, haciendo que los invitados retrocedieran tambaleándose, tratando de mantenerse en pie.Mientras algunos todavía intentaban recuperar poco a poco el equilibrio, el sonido ensordecedor de los golpes entre los dos combatientes retumbaba sin cesar en el aire.—Está acabado. Ha caído en el ritmo de ataque del jefe de la familia Barrios. Es solo cuestión de tiempo para que Juan sea derrotado —comentó alguien entre los espectadores.—Sí, pero quién lo hubiera pensado. Ese Juan de Crestavalle, conocido como el señor González, está intercambiando golpes directamente con el jefe de la familia Barrios. Incluso si muere, su nombre resonará por todas partes.—Es cierto. Aunque caiga, su reputación quedará
Muchos de los presentes ya habían dejado de observar la pelea, convencidos del fatal desenlace, y solo podían lamentarse por lo que parecía ser una derrota inevitable.En Puerto Lúmina, la intervención del líder de los Custodios del Horizonte era normalmente suficiente para terminar cualquier tipo de combate de manera rápida y decisiva.Pero esta vez no era solo él; también estaba involucrado el jefe de la familia Delgado.El nivel de poder concentrado en esa sala era simplemente aterrador.—¡Pretendes salvarte en mis narices! Deberías reconsiderar muy bien tus habilidades antes de intentarlo —rugió Silvestre mientras él y su hermano atacaban a Juan en un movimiento coordinado.Juan, al notar el rápido avance de los hermanos Delgado, no mostró ni un ápice de preocupación.Desde la perspectiva de los demás, el tiempo parecía detenerse, pero Juan ya había tomado múltiples decisiones. En un movimiento fluido, lanzó un puño que impactó directo en el rostro del jefe de la familia Barrios, d
—¡Jajaja! Si hubiera sabido que esto sucedería, habría ido personalmente a Crestavalle para matarte yo mismo, en lugar de limitarme a ordenar que incendiaran todo —dijo enfurecido Silvestre con un tono sombrío, mientras una expresión oscura se dibujaba en su macabro rostro, como si recordara algo importante.—Así que, efectivamente, fuiste tú —respondió Juan, con una voz helada, mientras su intención asesina se hacía más intensa.La confirmación era como un clavo final en el ataúd. Anteriormente, Juan solo sospechaba, considerando que Fortunato conocía los detalles del fatal accidente en Ángel Guardián, pero no podía estar seguro de que toda la familia Delgado estuviera al tanto. Ahora, con las palabras de Silvestre, quedaba claro que todos sabían y eran cómplices.Una ola de frío recorrió por completo todo el lugar. A pesar del sol brillante en el cielo, los presentes no podían evitar sentir una fría opresión en sus corazones.La intensidad de la intención asesina de Juan era palpable
—Uno, dos, tres... —contó Juan en voz alta, mientras señalaba a las pocas personas que los hermanos Delgado habían logrado reunir a su alrededor.—Solo quedan seis. Orlando, dime la verdad de lo que ocurrió aquel día. De lo contrario, la familia Delgado desaparecerá para siempre esta noche —declaró firmemente Juan, con una voz fría cargada de intención asesina. La determinación en sus palabras no dejaba lugar a dudas: estaba dispuesto a llevar a cabo su amenaza.—¡Juan, sigue soñando! Aunque me mates, jamás conocerás la verdad —gruñó Silvestre, mientras una oleada de energía vital surgía de su cuerpo, formando grandes ondulaciones visibles a su alrededor, una muestra del poder único que caracterizaba su técnica de cultivo.—¡Hoy lavaré la humillación de la familia Delgado con tu sangre! —bramó Orlando, con los ojos enardecidos de furia, contemplando la masacre que había convertido su celebración de cumpleaños en un baño de sangre.La energía vital de ambos hermanos retumbó en el aire m
El primero en sucumbir ante la abrumadora presión fue Orlando. Apenas podía mantenerse de pie a medida que Juan se acercaba cauteloso, cada paso suyo aumentando el peso invisible que lo aplastaba.Con cada paso de Juan, la sangre comenzaba a brotar poco a poco de los ojos y la boca de Orlando. A este ritmo, seguir resistiéndose no le ofrecía otra alternativa que la muerte. La única opción para sobrevivir era definitivamente arrodillarse.Sin embargo, incluso en ese estado, ni Juan ni Silvestre le prestaban atención. Su propio hermano mayor parecía haberlo descartado.—¡Juan! Aunque no pueda vencerte, aunque destruyas a mi familia Delgado y hayas alcanzado un poder inimaginable, sigues siendo un miserable insecto frente a aquellos que mueven los hilos detrás de todo. ¡Ja, ja, ja! —exclamó Silvestre, dejando escapar una risa amarga y desesperada.La risa resonó en el aire, y Juan no pudo evitar preguntarse si Silvestre había perdido por completo la razón.Pero mientras Silvestre reía des