Siete años antes…
Me tiemblan las manos mientras tengo la prueba de embarazo entre ellas. La paciencia se me agota a cada minuto que pasa, esperando el resultado el resultado que no llega.
Tanner está del otro lado de la puerta. No sé si nervioso a causa del miedo o de la emoción, pero sea como sea, el resultado es algo que puede cambiar nuestras vidas para siempre.
Los condones y las pastillas anticonceptivas no son infalibles, y aunque hemos estado teniendo sexo por todo un año sin el menor riesgo a la vista, no significa que este momento nunca pudiera llegar. La minúscula presencia de mi periodo también es algo que me ayudaba a pensar que esto no iría a más, pero por el cómo me he estado sintiendo últimamente… no lo sé, una prueba no le hace daño a nadie.
Respiro hondo cuando el temporizador llega a su fin, y con cuidado le doy la vuelta al aparato en mi mano, observando la pantalla en la que… solo hay una línea.
No hay bebé.
No sé exactamente cómo sentirme, pero me lavo las manos una vez más antes de salir del baño.
Si Tanner está la mitad de angustiado que yo, entonces lo mejor es no hacerlo esperar.
Abro la puerta el baño y él está justo ahí. Le brindo una pequeña sonrisa antes de abrir la boca y ese es el momento en el que mi mundo se cae a pedazos.
La puerta de la habitación se abre y una chica que reconozco como la hija del decano entra hecha una furia. Sus ojos se ven casi como si ardieran a causa del enojo.
Mira de mí a Tanner, otra vez a mí y finalmente sus ojos se fijan en la prueba en mi mano.
—¡Tú, bastardo infiel! –le grita a Tanner—. ¿Para esto me dices que te dé una oportunidad? ¿Para embarazar a la primera perra que aparezca?
Abro los ojos, sorprendida, mirando a Tanner en la espera de que me aclare las cosas, pero él no me mira.
—Fue cosa de una vez –le dice a la chica en voz baja— y me drogó para que me acostara con ella, ¿sabes lo que he tenido que pasar? ¿Lo que he tenido que hacer para que esto no termine siendo un escándalo?
—Tanner –murmuro.
Sus palabras me impactan, rompen algo dentro de mí, y cuando él ni siquiera gira en mi dirección, sé que, sea lo que sea que vaya a pasar a continuación, no augura nada bueno para mí.
Solo que no esperaba que todo fuera tan horrible. Me quedé sola en esa habitación, con la prueba negativa abrazada a mi pecho como si fuera una especie de ancla, pero por mucho que recé para que las cosas salieran bien, no lo hicieron.
No sé qué palabras usa la hija del decano para explicar lo que pasó, pero a lo siguiente que me enfrento es a mi expulsión. Quedo fuera del campus, siendo acusada de haber drogado y violado a un alumno, además de con una carta que me impedirá ser aceptada en cualquier universidad del país.
Si hubiera pruebas que demostraran mi culpabilidad, quizá aceptaría mi castigo. Si me hubieran permitido decir lo que en realidad pasó o por lo menos lo que había sucedido en esa habitación, explicar que desde hace un año mantengo… mantenía, relaciones sexuales con ese imbécil y se determinara, aun después de saber todo eso, que soy culpable, me enojaría, pero al menos estaría satisfecha por haber obtenido un juicio justo. Pero esto… el simplemente llegar a mí e imputarme una sentencia por un crimen que no cometí solo porque la hija del decano quiere divertirse con un imbécil aún que estuvo con otra… eso es demasiado injusto.
Me gustaría decir que ese día dejé de creer en los hombres. Que en ese momento en que fui expulsada por algo que no había hecho se creó una gran coraza alrededor de mí que me ayudó a ser más fuerte de lo que jamás soñé.
Pero aquel no era el momento con el que la vida planeaba decirme que podía ser increíblemente dolorosa.
No.
Eso ocurrió después. Tres días después, para ser más exacta.
Estaba sentada esperando mi turno para entrar en la consulta de la ginecóloga/obstetra cuando vi a una niña jugando con una muñeca.
No estoy muy segura de que deberían permitirle la entrada, pero al verla jugar, no pude evitar verme reflejada allí. Recuerdo el momento en que mi madre me vio cuidando a una vieja muñeca, y me dijo que algún día yo sería una estupenda madre.
El recuerdo siempre me hace sonreír, y pensar que podría haberlo estado, embarazada, digo, a pesar de haber sido en el momento incorrecto y con la persona incorrecta, habría amado tanto a ese bebé que, si su padre no quería formar parte de su vida, sabía que conmigo tendría suficiente.
Y entonces ocurrió.
A partir del momento en que la enfermera pronunció mi nombre y dijo que podía pasar… todo se torna un poco borroso.
Solo recuerdo estar sentada, con una bata puesta como toda ropa después del chequeo y a la doctora diciéndome que mis probabilidades de concebir, si no es que nulas, son terriblemente escazas, y que por la condición de mis ovarios, en caso de que llegue a concebir, un aborto espontáneo es lo que mayores probabilidades tenía de suceder.
Ese fue el momento en el que no sabía si podía continuar sola.
Podía soportar no estudiar en una universidad, sé que hay muchas maneras de recibir una educación y obtener un trabajo decente que pague las facturas, pero renunciar a mi sueño de ser madre… aquello, aquello era un golpe demasiado duro.
Tirada en la cama, me quedo observando mi celular más tiempo del que debería.
Quizás parezca patética, lamentable y todos los sinónimos que puedan llegar a mi cabeza mientras mis ojos están terriblemente hinchados por llorar, del mismo modo que mi nariz está vergonzosamente roja y goteando mocos cada tanto, pero no me enfoco en eso, solo soy capaz de ver el teléfono en mi mano y debatirme una y otra vez entre si es correcto llamarlo o no.
Mi agonía llega a su fin cuando mi celular suena y su número aparece en la pantalla. No soy lo suficientemente estúpida como para pensar que tenemos una especie de conexión de mejores amigos y que por eso me llama, así que carraspeo varias veces para asegurarme de que mi voz no suene completamente destrozada.
—Hola –saludo.
—¡Shirley! ¡Hola! No sabes la maravilla que me ha pasado ¡lo he conseguido!
Siento que algo dentro de mí se rompe un poco al escuchar la alegría con la que habla.
—Ah, ¿sí? –pregunto.
—¡Sí, Dios! La entrevista… —hace silencio por un segundo—, ¿te pasa algo?
Respiro hondo, intentando que mi voz esté calmada y que mi mentira no se vaya al traste.
—¡No! ¡Solo estoy desesperada porque no terminas de contarme!
Intentar que mi voz suene efusiva es algo que me cuesta, pero creo que he hecho un buen trabajo distrayendo la atención de mí.
Y entonces lo escucho, lo escucho decirme con toda la emoción cómo consiguió el trabajo en la empresa que quería —donde ha estad haciendo prácticas sin paga durante los últimos cinco meses— y no soy capaz de empañar su felicidad con mis problemas.
Me limpio las lágrimas mientras lo escucho reír, y en alguna parte de mi corazón, me siento feliz por él, me siento feliz porque uno de los dos lo haya conseguido, aunque yo tenga que guardarme los secretos que me rompieron.
Actualidad…Cuando termino de vestirme y me miro en el espejo, intento recordarme que todo lo que habría podido salir mal ya lo hizo.Ayer fui de nuevo a buscar plaza en una universidad y al parecer, la mancha sigue intacta.Sé que debería dejarlo estar, centrarme en otra cosa, pero no puedo. Solo pienso una y otra vez en las cosas que pude haber hecho diferente, en qué habría pasado si hablaba sin permiso y exponía mi caso, si hubiera ido a los noticieros a contar la injusticia, pero siempre llego a la misma conclusión: no habría podido hacerlo.Respiro hondo mientras intento sonreír. Un pequeño ejercicio que hago todas las mañanas porque me recuerda que soy la única capaz de poner una sonrisa en mi rostro y por lo tanto de quitarla.Me recuerdo que podría estar peor, que podría estar viviendo en la calle y me recuerdo, sobre todo, que pronto estaré tomando las riendas de mi vida y que nadie podrá quitarme eso, porque no lo permitiré.Estoy a punto de salir de casa, pero escucho mi c
A las dos de la tarde abro la puerta del copiloto del auto de Kyle, mi mejor amigo y jefe y en cuanto me coloco el cinturón de seguridad, arranca.Por el camino no hablamos, pero no porque nos llevemos mal, sino porque esto es parte de la rutina de Kyle. En este momento, mientras su mirada está fija en la carretera y en nada más, se dedica a hacer un repaso mental de las personas que va a visitar y acerca de lo que les va a hablar. Es algo a lo que estoy acostumbrada y a lo que me he adaptado con el tiempo.Respiro hondo, tarareando canciones por lo bajo para asegurarme de no distraerlo.Cuando llegamos a la compañía, no sé por qué presiento que las cosas no saldrán estupendamente, pero intento no proyectar mis pensamientos hacia el exterior, aunque cuando salimos del auto y cruzo mi mirada con la de kyle, sé que está pensando lo mismo que yo.Tres horas después, le sonrío.—¿Ves? La reunión no salió tan mal como pensabas –le digo a Kyle evitando mencionar a propósito el hecho de que
«Vámonos».Las palabras de Kyle se repiten en mi mente demasiadas veces y cuando soy capaz de responder, la voz me tiembla. Soy incapaz de creer lo que está ocurriendo aunque lo tenga en frente.—No puedes estar hablando en serio.—¡¿Y qué pretendes hacer?!—Debemos… debemos llevarla.—No —ríe como en un acto reflejo para disimular que se está poniendo nervioso—. Escucha, no. Tengo una compañía que dirigir y yo… —lo veo pasarse las manos por el rostro y sé que esta situación lo supera. No es para menos. Yo también me siento impactada y un tanto asustada por esto, pero mi primera reacción no es huir—. Shirley…—¡¿No estás viendo lo mismo que yo?!—¡Por supuesto que lo estoy viendo! —grita mientras se lleva las manos a la cabeza—. Mira, tomaremos… eso y lo llevaremos al ¡no, no, no, no, no lo toques!—¡No voy a dejarla ahí! –me quejo.—Santo Dios, no sabes si está enferma o… o tiene una bomba dentro.—¡Es una bebé! –le grito con el ceño fruncido mientras me pongo de pie.—Sí, en una car
Creo que he hecho muchas cosas estúpidas en mi vida, es decir, cualquier persona ha hecho cosas estúpidas, pero cuando veo a mi mejor amigo salir con una bolsa de pañales, un biberón y algunas fórmulas, por primera vez me siento incómoda con algo que he hecho.—No tenías que comparar tantas cosas –murmuro cuando entra al auto.—Va a necesitar algo que ponerse y que comer cuando la entregues. Es más de lo que algunas personas llevan, pero me parece un mínimo de respeto por un ser humano.Acomodo las cosas en el asiento trasero del auto. He tenido que moverme aquí para empezar a cambiarla. Habría ido yo a comprar todo, pero él no quería quedarse con la niña, así que no tuve más opción que aceptar que él se encargara.—No sé por qué te refieres a ella como adulta –murmuro, intentando iniciar algún tipo de conversación, el que sea.—Porque es una persona. En menor escala, pero persona al fin y al cabo.No está molesto, pero sí un tanto incómodo, así que decido que iniciar una conversación
No le gusta mi respuesta. Lo sé por la manera en que respira hondo y se lleva las manos a las caderas.Siempre me ha apoyado en todas y cada una de las locuras que quisiera cometer, me ha aconsejado desde que lo conozco y ha estado ahí en cada momento que lo he necesitado, por eso entiendo que quiera protegerme de lo que considera una estupidez, pero también debe saber que algunas cosas solo… suceden. Sin importar cuánto aconsejes a alguien al final es esa persona hará lo que le plazca.—¿Estás segura de esto? –pregunta en voz baja, pero levanta las manos antes de que pueda siquiera abrir la boca—. Mejor no me contestes ahora –suspira—. Mañana nos veremos y me dirás… me dirás lo que piensas de esto. Solo piensa la situación y comunícame tu decisión. Sabes que puedes contar conmigo en lo que sea que necesites, ¿verdad?Las lágrimas llegan a mis ojos, pero no me permito derramarlas.—Lo sé, gracias por eso.Da un leve asentimiento y sé que no quiere marcharse, pero tampoco es como que t
Cuando el auto se detiene, siento mis piernas volverse de gelatina. Era mucho más fácil pensar en enfrentarse a la gente del hospital cuando estaba en la seguridad del auto y el hospital no estaba a la vista. Ahora que estamos en el parqueo me quedo mirando la puerta de emergencias como si en cualquier momento fuer a salir alguien y a arrancarme la bebé de mis brazos. —No podemos quedarnos aquí todo el día, hay que entrar —la voz de Kyle me provoca un escalofrío que no puedo ignorar. Todo dentro de mí se encuentra en una lucha espantosa. Sus anteriores palabras entran en mí con brusquedad, como si todo lo malo que quise ignorar mientras sostenía a la bebé, desapareciera. —Tengo miedo –digo en voz baja. —No debes preocuparte. Sí, será duro, pero… —¿Y si no me dejan explicarme? –pregunto abrazando a la bebé más cerca de mi pecho—. ¿Qué pasa si me ven llegar y de inmediato deciden que soy culpable y llaman a la policía y…? Lo siento colocar una mano sobre mi rodilla y de inmediato m
—Tranquila –susurra Kyle a mi lado mientras coloca una mano sobre mi hombro.—Creen… creen que yo…—No importa lo que crean –me interrumpe—. Importa lo que digas y cómo lo digas. Tú y yo sabemos lo que ocurrió y eso es más que suficiente.Cómo quisiera que sus palabras fueran un verdadero alivio. Intento respirar hondo y tranquilizarme. Si algo es cierto, es que no es el primer instinto de nadie permitir que una extraña se quede con un bebé que dijo haberse encontrado en la carretera. Ahora que tengo la mente un poco más despejada —o tan despejada como se puede tener cuando estás en un hospital y a punto de ser enjuiciada por la ley—, es que actué como alguien que acaba de robarse algo y su primer instinto es esconderlo. En este momento no puedo culparlos por pensar mal de mí porque mi conducta no fue precisamente lo que se espera de alguien en mi situación, pero que Dios me libre si tuve alguna otra intensión que no fuera proteger a esa niña.De acuerdo, ahora puede que esté sobre pe
—Una vez más, ¿puede decirme lo que ocurrió?Respiro hondo mientras me preparo para contar la historia por tercera vez. Al principio creí que no me darían la oportunidad de explicarme y que solo me darían una patada en el trasero y me pedirían que no volviera, pero dejan que me explique, mucho.He preguntado dos veces por el estado de la bebé y lo único que son capaces de decirme es que necesitan evaluar bien la situación. Las lágrimas llegan a mis ojos cuando la encargada de servicios sociales se sienta frente a mí y me pide contarle la historia otra vez.En el momento en que me ve llorar, pide que nos dejen solas. Me da un pañuelo que le agradezco e intento tranquilizarme. Señala una esquina de la sala y alcanzo a ver una cámara que, como el cableado está a fuera, parece ser bastante reciente.—Te he estado observando cada vez que repetías la historia —me dice y no estoy muy segura de cómo tomármelo. Extiende su mano por encima de la mesa y me sonríe—. Te creo. ¿Quieres contarme ace