**VALERIA**El borde de la copa vibró apenas entre mis dedos cuando el nombre de mi queridísima prima apareció en la pantalla del televisor. Andrea Rojas. La gran CEO de Ardent Rise Construction.Llené mis pulmones de aire, tratando de controlar el latido frenético de mi corazón, el odio en mi interior era una tormenta eléctrica, crepitante, imparable. Llevé el borde del vaso a mis labios y dejé que el vino acariciara mi lengua antes de deslizarse por mi garganta, degustando cada gota con la esperanza de que disipara la tensión que se acumulaba en mi pecho. Pero no lo lograba.Desde que Santiago me dejó en casa de sus padres, su actitud hacia mí había cambiado de dirección. Apenas me llamaba, y cuando lo hacía, sus palabras eran frías, distantes, casi mecánicas. Como si cada conversación no fuera más que una obligación que deseaba terminar cuanto antes. Su silencio era aún peor. Insostenible.Mi mano se aferró con más fuerza al cojín del sofá, sintiendo la presión contra mi piel. Esto
**ANDREA**El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla fue lo primero que percibí al despertar, un murmullo constante y rítmico que parecía mecer mis pensamientos. Entreabrí los ojos, sintiendo la ligereza en el aire, la frescura que se colaba por el balcón abierto, impregnada de sal y brisa marina.Me acomodé sobre la cama, alargando la sensación de quietud. La tela suave de las sábanas contrastaba con el aire fresco que acariciaba mi piel, trayendo consigo el aroma del océano. Me estiré despacio, disfrutando el momento, permitiéndome esa tregua antes de enfrentar el día.Finalmente, con algo de pereza, me incorporé y caminé descalza hasta el balcón. El suelo frío bajo mis pies despertó un escalofrío placentero, mientras la inmensidad del mar se desplegaba ante mí. La línea del horizonte se fundía con el cielo, teñido de tonos dorados y naranjas por los primeros rayos del sol. Cerré los ojos por un instante, inhalando profundamente, dejando que esa serenidad me llene por
Deslicé el dedo sobre la pantalla, mi respiración se volvió más lenta, contenida, mientras mis ojos se deslizaban por cada letra, como si al releerlas pudiera encontrar un significado oculto que lo cambiara todo. Unas preguntas golpearon con fuerza en mi mente:¿Por qué ahora?¿Por qué después de tanto tiempo?Cerré los ojos con fuerza y exhalé lentamente, obligándome a expulsar el peso de la incertidumbre junto con el aire. Mi corazón latía con un ritmo irregular, un eco de emociones reprimidas que se negaban a desaparecer. Sabía que, si permitía que esos recuerdos me arrastraran, terminaría ahogándome en ellos.Con un movimiento decidido, bloqueé el celular y lo guardé en mi bolso, como si al hacerlo pudiera contener todo lo que provocaba dentro de mí. No voy a dejar que esto me afecte. Me repetí en silencio, como un mantra.Apenas crucé la puerta, el aire fresco de la noche rozó mi piel desnuda, provocando un leve estremecimiento. Frente a mí, Leonardo esperaba apoyado contra el au
**SANTIAGO**El avión aterrizó en Los Ángeles, pero apenas sentí la sacudida de las ruedas al tocar la pista. Mi mente estaba en otra parte, atrapada en un torbellino de pensamientos que no me dejaban respirar con claridad. Desde la ventanilla, observé los edificios extenderse como un tapiz infinito, pero no era esa ciudad la que quería ver.Debería haberme quedado en Miami. Debería estar ahí, justo ahora, viendo su reacción a la sorpresa que le preparé. Viéndola fruncir el ceño con desconfianza, quizás cruzarse de brazos y lanzarme una mirada desafiante, pero también notando ese brillo en sus ojos cuando comprendiera que estoy aquí por ella. Porque, aunque tarde, me di cuenta de lo que siento.Suspiré, pasándome una mano por el rostro. No podía engañarme más. Andrea era la razón por la que había regresado antes. Ningún negocio, ningún compromiso. Solo ella. Y si quería recuperarla, tenía que empezar a hacer las cosas bien. Sin más excusas. Sin esperar que el destino hiciera el trabaj
Pasé una mano por el rostro, intentando borrar la tensión que me crispaba los músculos. Me incliné hacia ella, manteniendo mi voz baja y firme:—Ni se te ocurra.Sus labios se curvaron en una sonrisa triunfal.—Por esta vez lo dejaré pasar —agregué, sin apartar la mirada de la suya—. Fingiremos que hemos venido juntos.No necesitaba decir más. Su sonrisa se amplió, una de esas sonrisas que en otro tiempo podría haber confundido con ternura, pero que ahora solo veía como lo que realmente era: un gesto calculado. Deslizó su brazo alrededor del mío con una naturalidad ensayada y nos abrimos paso entre los invitados.Mi mirada recorrió la sala, filtrando las conversaciones, las risas y el tintineo de copas que se alzaban en brindis. Y entonces la vi.Andrea.El mundo pareció ralentizarse en ese instante.El aire se espesó en mis pulmones, y por un segundo olvidé cómo respirar. Su vestido, ceñido con una precisión milimétrica, acentuaba cada curva con una elegancia que no necesitaba de art
**ANDREA**El aire en la habitación se sentía espeso, cargado de una tensión sofocante que me mantenía atrapada entre el deseo y la razón. Mi piel aún ardía por el roce de sus manos, y cada resquicio de mi voluntad se veía amenazado por la calidez de su cuerpo, tan cerca del mío, tan inevitablemente tentador.Podía sentir su aliento cálido rozando mi cuello, enviando escalofríos a lo largo de mi espalda. Su pecho subía y bajaba con cada respiración agitada, sus latidos parecían retumbar contra mi piel, sincronizados con los míos en una peligrosa armonía. Santiago estaba sobre mí, con sus ojos oscuros fijos en los míos, tan cargados de deseo que me sentí al borde del abismo.Intenté desviar la mirada, apartar mi mente del fuego que su cercanía encendía en mi interior, pero era imposible. El roce de sus dedos en mi mejilla me hizo cerrar los ojos por un instante, disfrutando, a pesar de mí misma, de esa caricia delicada que contrastaba con la pasión latente entre nosotros.—Andrea… —su
El frío de la mañana me despierta antes de lo esperado. Me remuevo ligeramente, buscando el calor, y entonces lo siento. Algo fuerte, sólido y cálido me envuelve. Es un refugio involuntario, un escudo contra la frialdad de la madrugada.Por un instante, me abandono en esa sensación. Es reconfortante, demasiado. Casi olvido la realidad. Pero cuando mis sentidos se despiertan por completo, el pánico se apodera de mí.Mi respiración se vuelve errática, mi piel se eriza, pero no por el frío. Estoy en la cama de Santiago. En sus brazos.La certeza me golpea como un torrente de agua helada. Mi corazón late con violencia, ahogando cualquier otro sonido en la habitación. Cierro los ojos con fuerza, como si eso pudiera borrar lo que pasó anoche. Como si el simple acto de no mirar pudiera deshacer cada caricia, cada susurro, cada beso que compartimos.Una culpa densa y sofocante se instala en mi pecho, enredándose en mis pensamientos, convirtiéndose en un peso insoportable. Lo que pasó anoche..
**SANTIAGO**La luz del mediodía se filtra por las cortinas, bañando la cama con un resplandor tenue. Su calor choca contra el ardor que aún persiste en mi piel, un eco de la noche que quedó grabado en mi memoria. Respiro hondo, disfrutando de la inusual tranquilidad que me envuelve. No hay prisas, solo la certeza de que ella está aquí, conmigo.Extiendo la mano, buscando su cuerpo, ansioso por atraerla una vez más, por alargar este momento un poco más. Pero el espacio a mi lado está vacío, la sábana fría.Abro los ojos, desconcertado. Paso la palma sobre el colchón, pero no hay rastro de su calor. Como si llevara mucho tiempo fuera de la cama.La sensación de paz se disuelve al instante, reemplazada por una inquietud que se instala en mi pecho. Me incorporo con rapidez, observando la habitación. Todo sigue impregnado con su presencia: su aroma en el aire, la evidencia de nuestra entrega desperdigada por el suelo. Y, sin embargo, ella no está.Me levanto sin pensarlo y camino hacia el