**SANTIAGO**La pila de documentos frente a mí era una montaña sin sentido. Todos los papeles que normalmente manejaba con precisión ahora no eran más que un revoltijo de letras y números sin importancia. Pasé una mano por mi rostro, intentando encontrar un resquicio de concentración, pero era inútil. Desde que la noticia del embarazo de Valeria, mi mundo se había vuelto un caos.Andrea no me contestaba. Traté de convencerme de que no importaba, de que no tenía derecho a exigirle nada.Mis dedos tamborileaban contra la mesa hasta que el pensamiento se instaló con más fuerza en mi cabeza. ¿Estaría con él ahora mismo? ¿Estaría enamorándose de él como alguna vez se enamoró de mí? La idea fue un golpe seco en el estómago.Mi puño se cerró sobre la mesa con tal fuerza que los nudillos palidecieron. Contuve el impulso de arrojar todo por los aires, de descargar esta furia que se acumulaba en mi pecho como una bomba a punto de estallar. No podía seguir así. Tenía que hacer algo. Tenía que ha
Me levanté de un salto y me dirigí al baño. El aire frío me envolvió, pero no me detuve. Abrí la ducha y dejé que el agua helada cayera sobre mi piel sin intentar regular la temperatura. No me moví. No hice el más mínimo esfuerzo por alejarme del frío. Solo la dejé correr, como si el agua pudiera arrastrar con ella el peso en mi pecho, el cansancio que no era solo el eco de una borrachera, sino de meses, quizás años, de desgaste. Cerré los ojos y apreté los puños contra las baldosas húmedas mientras las imágenes volvían con una claridad despiadada.Mi Andrea riendo. Mi esposa mirándome con amor. La forma en que pronunciaba mi nombre, sin reservas, sin la frialdad de ahora, como si aún significara todo para ella. La imagen de ella embarazada de nuestro segundo hijo, mientras yo sostenía a nuestra hija en brazos. Mi familia feliz.Un sueño. Un maldito sueño que no era real, pero que se sentía tan tangible que casi podía extender la mano y tocarlo. Y, por primera vez en mucho tiempo, co
**ANDREA**Mi mirada se fijó en la suya, sentía el latido de mi corazón en la garganta, un eco sordo que me recordaba que, por primera vez en mucho tiempo, estaba a punto de hacer algo diferente.Respiré hondo, luego, con una sonrisa sutil, pronuncié las palabras que sellaban mi decisión.—Está bien, Leo… iré contigo a la gala.Leonardo se quedó en silencio por un instante, pero la sonrisa que se formó en su rostro fue suficiente para hacerme sentir que había tomado la decisión correcta. No dijo nada más, pero sus ojos reflejaban una chispa de satisfacción, como si ya supiera cual sería mi respuesta.Mientras terminábamos el desayuno, me quedé en silencio, moviendo la cucharilla dentro de mi taza de café, viendo cómo el líquido formaba remolinos oscuros. Había algo inquietante en la calma de esa mañana, una sensación extraña que se alojaba en mi pecho. No era exactamente tristeza ni ansiedad, pero tampoco podía llamarlo alivio. Tal vez era una mezcla de ambas, un sentimiento de antici
**LEONARDO**Mientras caminábamos por la playa, el aire salado impregnaba mis sentidos, pero lo único que realmente quería retener era el perfume de Andrea. Dulce, cálido, inconfundible. Un aroma que, sin darme cuenta, ya se había convertido en parte de mi mundo.Mis pensamientos flotaban en el futuro, en lo que deseaba más que nada. Esto es lo que quiero. Esto es lo que siempre he querido. Estar con ella, construir algo real, sólido, donde no existieran sombras ni distancias. Donde pudiera verla reír todos los días, verla despertar a mi lado, amada, segura, feliz. Le tomé las manos con suavidad, permitiéndome transmitirle todo lo que anhelaba sin necesidad de palabras. Pero entonces, algo en mi interior se agitó. Una punzada de inquietud, una señal sorda que no podía ignorar.Fue en ese momento cuando los fuegos artificiales iluminaron el cielo nocturno, tiñendo las olas con reflejos dorados y escarlatas. Sin embargo, yo no pude disfrutar del espectáculo. Algo en la periferia captó m
Me dejé caer sobre la arena, sintiendo la frialdad de los granos filtrarse entre mis dedos, pero ni siquiera eso lograba apaciguar el torbellino en mi pecho. El mar oscuro se extendía ante mí, sus olas rompiendo contra la orilla con una cadencia monótona, casi burlona. La brisa nocturna agitaba mi cabello, pero no me refrescaba, no aliviaba la sensación de asfixia que se apoderaba de mí desde que Leonardo soltó aquellas palabras."Tal vez tu amante no es la persona a la que le debes la vida."Fruncí el ceño y pasé una mano por mi rostro, frustrado. La frase se repetía en mi cabeza como un eco maldito, clavándose en mi mente como una espina imposible de ignorar. ¿Qué demonios querían decir con eso?Todo este tiempo he creído que Valeria fue quien me salvó aquel día en el lago. Nunca lo cuestioné. ¿Para qué lo haría? Mis padres me lo confirmaron al verla. Ella misma me contó la historia con lujo de detalles: cómo se lanzó al agua sin pensarlo, cómo luchó contra la corriente hasta alcanz
**VALERIA**El borde de la copa vibró apenas entre mis dedos cuando el nombre de mi queridísima prima apareció en la pantalla del televisor. Andrea Rojas. La gran CEO de Ardent Rise Construction.Llené mis pulmones de aire, tratando de controlar el latido frenético de mi corazón, el odio en mi interior era una tormenta eléctrica, crepitante, imparable. Llevé el borde del vaso a mis labios y dejé que el vino acariciara mi lengua antes de deslizarse por mi garganta, degustando cada gota con la esperanza de que disipara la tensión que se acumulaba en mi pecho. Pero no lo lograba.Desde que Santiago me dejó en casa de sus padres, su actitud hacia mí había cambiado de dirección. Apenas me llamaba, y cuando lo hacía, sus palabras eran frías, distantes, casi mecánicas. Como si cada conversación no fuera más que una obligación que deseaba terminar cuanto antes. Su silencio era aún peor. Insostenible.Mi mano se aferró con más fuerza al cojín del sofá, sintiendo la presión contra mi piel. Esto
**ANDREA**El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla fue lo primero que percibí al despertar, un murmullo constante y rítmico que parecía mecer mis pensamientos. Entreabrí los ojos, sintiendo la ligereza en el aire, la frescura que se colaba por el balcón abierto, impregnada de sal y brisa marina.Me acomodé sobre la cama, alargando la sensación de quietud. La tela suave de las sábanas contrastaba con el aire fresco que acariciaba mi piel, trayendo consigo el aroma del océano. Me estiré despacio, disfrutando el momento, permitiéndome esa tregua antes de enfrentar el día.Finalmente, con algo de pereza, me incorporé y caminé descalza hasta el balcón. El suelo frío bajo mis pies despertó un escalofrío placentero, mientras la inmensidad del mar se desplegaba ante mí. La línea del horizonte se fundía con el cielo, teñido de tonos dorados y naranjas por los primeros rayos del sol. Cerré los ojos por un instante, inhalando profundamente, dejando que esa serenidad me llene por
Deslicé el dedo sobre la pantalla, mi respiración se volvió más lenta, contenida, mientras mis ojos se deslizaban por cada letra, como si al releerlas pudiera encontrar un significado oculto que lo cambiara todo. Unas preguntas golpearon con fuerza en mi mente:¿Por qué ahora?¿Por qué después de tanto tiempo?Cerré los ojos con fuerza y exhalé lentamente, obligándome a expulsar el peso de la incertidumbre junto con el aire. Mi corazón latía con un ritmo irregular, un eco de emociones reprimidas que se negaban a desaparecer. Sabía que, si permitía que esos recuerdos me arrastraran, terminaría ahogándome en ellos.Con un movimiento decidido, bloqueé el celular y lo guardé en mi bolso, como si al hacerlo pudiera contener todo lo que provocaba dentro de mí. No voy a dejar que esto me afecte. Me repetí en silencio, como un mantra.Apenas crucé la puerta, el aire fresco de la noche rozó mi piel desnuda, provocando un leve estremecimiento. Frente a mí, Leonardo esperaba apoyado contra el au