Sembrando dudas

Astrid estaba reunida con Adam y hablaban del desastre que había resultado el secuestro de Camila.

Adam empezó diciendo:

— ¡Así que la madre del niño, es mi cuñadita! — dijo sarcástico— ¡Mira que ironía!

Astrid afirmó con la cabeza y exclamó:

— ¡Que increíble! ¿Verdad?— dijo ella— ¿Te imaginas, yo metida en problemas con Richard McIntyre?

El rostro de Adam cambió de expresión al decir:

— Ni siquiera yo quiero atravesarme en el camino de mi hermano— respondió Adam— ¡Ese tipo es poderoso! Mi padre siempre fue un loco y casi bota todo el patrimonio familiar, Richard se hizo cargo y no sólo lo recuperó, si no que lo multiplicó, y puso el nombre de la familia en la cúspide.

Astrid se quedó boquiabierta al escuchar a Adam.

—¿Y a tí no te da vergüenza decir eso? Se supone que tu eres el mayor— dijo Astrid— me imagino que alguien lo ayudó financieramente.

Este muy desfachatado dijo:

—¿Y eso qué tiene que ver? Él tiene visión, ingenio, a mi me da flojera pensar— aceptó Adam— y si alguie
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