La verdad

— Camila, había despertado esa mañana bañada en sudor, había tenido una pesadilla, Richard la estaba besando y una mujer la había atrapado por los cabellos  gritándole:

—“¿Por qué besas a mi esposo? Está casado,  estábamos muy felices hasta que llegaste tu.”

En el sueño esa mujer había sido muy agresiva con ella, le gritaba con todas las fuerzas que él  era de ella, que no tenía nada que ofrecerle,  que él no iba a cambiar  lo que sentía  por ella, que era una pobretona. Al despertar todo era tan real, estaba sudando como si realmente hubiera luchado con esa mujer del sueño. 

Sintió una profunda tristeza, pero todo era producto de su imaginación, no entendía porque aquel sentimiento, total, probablemente nunca más lo volvería a ver. Unos minutos más tarde entró la llamada de Astrid Wood. 

— Estoy por llegar Camila,espero ya tengas todo listo para salir, no tengo mucho tiempo— dijo ella. 

— Sí señora ya estamos listas— respondió Camila. 

La madre de Camila entró en ese momento a la habitación y preguntó:

— ¿Tenemos malas noticias, mi niña?— preguntó la mamá de Camila — tienes una carita.

— Solo tuve un mal sueño y me da tristeza que sea realidad— dijo abrazando a su madre. 

— No te angustias por un sueño, son solo eso— dijo Alba. 

— También ya viene la señora Astrid, dejar la casa donde crecí, me da cierta tristeza— dijo ella. 

— Solo es por poco tiempo— prometió Alba. 

— No lo se mamá, tengo la sensación que no volveremos a ésta nuestra casa— dijo Camila muy triste. 

No tuvieron tiempo de comentar más nada, allí estaba el sonido del auto de Astrid Wood. Salieron cada una con una vieja maleta donde llevaba solo ropa, todo lo demás se quedaba en esas cuatro paredes que contenía todo lo que ella era, aún antes de ella tener uso de razón. 

— ¡Ay mi amor, lo siento tanto!— dijo su madre cuando ya subían al coche de la mujer. 

— ¿Estás triste por dejar ésta casucha, Camila? — dijo Astrid despectiva — a donde vivirás ahora, estarás mucho mejor, te lo aseguro. 

— Lo sé señora, pero es mi casa, además quisiera venir y supervisar a los trabajadores para que hagan un buen trabajo— dijo Camila— no confío en que si están sin supervisión puedan esmerarse tanto. 

— Eres una chica extraña — dijo la mujer— ya no estés triste, vámonos de una vez, ya verás como te acostumbras a la buena vida.

Media hora más tarde llegaban a un lujoso edificio, el departamento estaba en un sector exclusivo de la ciudad, de alguna manera para ella era un estilo de vida que jamás conoció, las dos mujeres se sentían como fuera de lugar entrando al lujoso lobby de la residencia. 

— Señora, no pudo obtener un departamento que no fuera tan  lujoso, es como demasiado para nosotras— dijo la muchacha, contrariada. 

—Camila, necesito que estés en un lugar muy cómodo, tu embarazo no puede estar expuesto a contaminación, así que éste lugar te va a gustar, espera a que te acostumbres, además mi bebé no puede estar en cualquier pocilga, acá estarás cómoda, mientras llevas el embarazo. 

Ella obedeció, era una especie de empleada al haber aceptado llevar un bebé que iba a salvar la herencia de esta señora, Astrid Wood. El departamento tenía dos habitaciones muy amplias, amoblado suntuosamente, estaba en el mejor lugar de la ciudad. 

— ¿Es suyo éste lugar? — preguntó ella con cautela. 

—Si era mi residencia cuando era soltera— dijo la mujer— siéntete como en casa querida, por cierto pienso terminar de depositar el resto del dinero apenas te hagan el primer eco y confirmen que todo va bien. 

— Esta bien señora— dijo Camila con sencillez. 

— Hay alimentos para un mes, además llene el clóset con ropa para ti y tu mamá, debes estar lo más relajada posible para que ese niño venga muy sano— dijo ella— las dejo entonces, acá están las llaves, ah olvidaba un detalle, ¿sabes conducir un auto? 

Camila la miró extrañada y respondió:

— Sí señora. 

Ella sin preámbulos dijo:

—Abajo en el estacionamiento  hay un auto de dos puestos, úsalo para tu movilidad, ¿tienes tu carnet de circulación? 

— No señora, — dijo Camila— está vencido. 

Se quedó con la palabra en la boca y Astrid Wood continuó:

— No te preocupes, yo me encargo, mañana o pasado te lo traigo— dijo sin esperar a que Camila explicara, que desde la muerte de su padre  había conducido un automóvil. 

Salió dejándolas allí en un lugar nuevo y desconocido, ella y su madre se miraron y las dos suspiraron al mismo tiempo. 

—¿Conocemos el lugar?— dijo Alba y tomó a su hija de la mano para caminar y ver las habitaciones. 

En casa de los abuelos de Bruce se desarrollaba está conversación.

— Hace más de un mes que hablamos contigo y me dijiste que Astrid se estaba sometiendo a tratamientos de fertilidad, quiero saber cómo van los resultados, que han dicho los médicos — dijo el hombre quien era el abuelo de Bruce Callister. 

— Así es abuelo, todo va como lo planeamos, en unos días sabremos si el tratamiento ha dado resultados, ¡No entiendo porque tanta presión porque tengamos nuestro bebé!— dijo Bruce molesto. 

— Porque deseo un heredero de tu parte y no de el hijo de tu tía, ya van tres años del matrimonio y aún no hay un hijo y necesito resultados, no vas a hacer nada casado con una mujer que no da hijos — dijo él abuelo de Bruce — el convenio fue que te casaras para tener un heredero y  debiste haberle aclarado éso.

Bruce se pasó los dedos por la cabeza y entonces dijo:

— Abuelo, ella está clara en éso, solo que no estábamos apurados por tener descendencia tan pronto, ya verás que ya vendrá tu bisnieto— dijo Bruce con cara de aburrido. 

— La expresión de tu rostro me asusta querido nieto — dijo Gerrit que así se llamaba el abuelo de Bruce.

Suspiró y se preparó para decir:

— ¡No me gustan los niños! Por eso no estaba apurado para que Astrid se embarazara, estamos haciendo un sacrificio por tí— dijo él. 

—¿ Para ustedes un hijo es un sacrificio?— preguntó asombrado— es necesario para continuar el legado familiar muchacho. 

— Por eso lo estamos haciendo, pero la idea no nos gusta mucho— dijo Bruce molesto— además hay algo que debes saber;  Astrid es estéril abuelo, ella no da hijos — la voz de Bruce era de hastío — la alternativa a la  que optamos es alquilar un vientre para poder disfrutar de un heredero.

— ¿Piensan alquilar un vientre para tener a mi nieto?— dijo el viejo Gerrit.

Bruce nuevamente suspiró ruidosamente y pasó una de sus manos por sus negros cabellos diciendo:

— Ya Astrid se encargó de eso, abuelo.

— Me imagino que amas demasiado a esa mujer para aceptar una situación tan riegosa— dijo la abuela, que hasta ahora había permanecido sin hablar — hay consecuencias con las que debes contar; la dueña del vientre se puede encariñar con el bebé y no entregarlo, o peor demandar por cualquier cosa que se le ocurra.

— Eso es cierto— dijo el esposo de la abuela — ¿De quién fue esa idea descabellada? No entiendo por qué te prestaste para ese absurdo.

— Por la misma razón que te he dicho, no nos gustan los niños y no abuela, no creo que ocurra nada de eso, a la mujer se le entregará una buena cantidad de dinero, yo solo quiero que no haya problemas por esto, esperemos a ver los resultados.

—¿La chica ya fue inseminada, Bruce? ¿La conoces?— preguntó el abuelo.

—No abuelo, no tengo ni idea de quién es—dijo él.

—¿¡Implantaste  tu semilla en una mujer que ni siquiera conoces!?—exclamó la abuela indignada.

—Ya te dije que Astrid se encargó de todo eso— repitió Bruce a sus abuelos.

Gerrit, el abuelo, miró a su nieto con enojo  y le recrimina diciendo:

— ¿Estimas tan poco a tu heredero que ni siquiera te importa de quién es el vientre donde crecerá nuestra estirpe?

— Abuelo no es eso, se supone que ésta mujer al nacer el bebé lo entregará a Astrid y ya no volverá a molestarnos— dijo Bruce fastidiado. 

La abuela intervino nuevamente.

— ¿De quién es el óvulo fecundado?— preguntó la abuela con ojos entrecerrados— me imagino que de la chica, porque Astrid según lo que acabas de decir está seca.

— Sí abuela, la chica es la dueña del óvulo y del vientre — dijo él — yo no creo que vayan a existir problemas.

— ¿Tú deseas seguir casado con una mujer que solo le importa tu apellido?— exclamó él abuelo enojado— Astrid no te dará hijos nunca! 

— Abuelos, yo entiendo lo que ustedes desean, pero déjenme resolver este asunto con Astrid, me casé por amor y deseo seguir casado con ella— explicó él.

— Tú sabes cómo son las cosas Bruce, no me gusta que me lleves la contraria, ¡Nosotros necesitamos un heredero, espero que no se  te vaya a salir ésta situación de las manos!— exclamó Gerrit.

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