Escuchaba su voz diciendo mi nombre, veía su rostro aterrorizados al imaginar lo que sucediera conmigo y entonces, antes de que el auto me alcanzara a arrollar en mis profundos sueños, abrí mis ojos de golpe. El aroma a potentes medicamentos llenó mis fosas nasales, observé en todas las direcciones, completamente confundida de estar en ese lugar, cuando segundos atrás estaba en medio de la carretera, charlando con Jack. Me incorporé de sopetón en medio de la camilla, tenía una bolsa de suero conectada a mi brazo derecho a través de una aguja.Sentía un dolor corto punzante en mi cabeza, pero era soportable, mi pecho subía y bajaba precipitadamente debido a mi respiración acelerada.Gente en un estado fatídico mucho más grave que el mío se hallaban a mi alrededor, algunas durmiendo y otras hablando con su respectivo médico. Me arranqué la aguja con violencia, para así poder bajarme de la camilla y poder caminar fuera de allí sin ningún problema, en busca de Jack. ¿Por qué no estaba
Cuando me dieron de alta con una brillante sonrisa, vagué por las calles de Atlanta y sin percatarme de mi andar, terminé de pie en la acera, esa donde me había llamado por última vez.Allí donde había visto sus ojos mirarme con tal miedo de perderme, que no se detuvo en segundo en pensar cuánto sufriría yo estando de este lado del cruel universo. Sin darme cuenta, terminé acurrucada abrazándome el cuerpo, mientras lloraba desconsolada. Las calles estaban desoladas y el cielo nublado a esas altas horas de la noche era mi única compañía. Era testigo del dolor que ahora me invadía, ese que Jack no podría ver ya que él no estaba vivo y por mucho que lo deseara no volvería a mi lado, ni en un millón de años. —Dijiste que todo se había terminado, prometiste que regresaríamos a casa juntos, no yo sola —farfullé en un hilo de voz—. ¿Cómo puedes dar tu vida por una inútil como yo? ¿Cómo puedes dejarme sin siquiera despedirte de mí? ¡Lo has hecho de nuevo, imbécil! —chillé, mirando hacia l
8 años después Respiré profundamente, mientras meditaba en mi fuero interno el café que debería llevar esta vez para Nia. Después de todo, ese era el pago por mi consulta semanal, un poco de cafeína y algo de picar mientras charlábamos en su consultorio. Nia Braver no solo era una vieja amiga de la universidad, si no que era también una reconocida Psiquiatra del hospital universitario Jackson, el mismo en donde ahora yo trabajaba.Después de casi siete años de intensos estudios, especializaciones, traumáticas residencias y sufrimiento constante, estaba allí de pie siendo lo que nunca pensé llegaría a ser, pero lo había logrado, era una reconocida oncóloga pediatra, eso a lo que tanto le había tenido amor con el paso del tiempo. Tras una larga espera en la fila, me detuve frente a una de las chicas que atendían tras la caja registradora.—Dame dos americanos y dos trozos de tarta de limón — le pedí con una sonrisa, extendiéndole el dinero de inmediato.—Sí, señorita —asintió ella co
8 años atrás Los primeros días sin Jack habían sido un completo calvario, lloraba casi todas las noches y no importaba cuanto intentará calmarme era imposible, extrañaba la calidez de su cuerpo bajo las sábanas, extrañaba el olor de su comida cada mañana.Extrañaba su voz parlanchina y animada e incluso su extravagante risa, su forma de mirarme, pero sobre todo, sus melosas caricias. Cada lugar que pisaba en ese horrible pueblo, venía acompañado por un remolino de recuerdos sobre lo que habíamos hecho en ese sitio, las palabras que habíamos cruzado, las carcajadas que habíamos compartido. No existía rincón donde Jack no volviese a mi mente. Si iba al trabajo, todos preguntaban por él, e incluso el jefe un poco desesperado por el mal tiempo en el bar, me suplicaba todos los benditos días que lo llamara de regreso y aún cuando no sabía lo ocurrido con él, ya que nunca quise comentar sobre su muerte, terminaba asintiendo con una sonrisa forzada a su petición.—¿Dónde está Jack? —preg
Al llegar a la casa hogar, sin siquiera avisar de mi prolongada visita, mi madre fue la única que me recibió, un poco sorprendida de tenerme allí en febrero.Todo lo contrario a mis hermanos, que gritaron encantados.Me abrazaron y escucharon fascinados sobre quedarme allí unos meses sin motivo aparente, no les vino a mal la noticia, así que salieron corriendo a jugar tras pedirles un tiempo a solas con mi madre. Luego de dejar mis cosas en mi cuarto, me senté en uno de los sillones de la sala de estar, en la cual mi madre se mantenía en silencio, tejiendo lo que parecía otra bufanda, a la espera de que fuera yo quien contara lo corrido por mi propia voluntad y ella no tuviera que interrogarme. Me observó por unos segundos, casi sin poderse creer que su hija mayor estaba de regreso, podía ver en sus ojos que se hacía miles de ideas erradas sobre mi retorno, pero sin podérselo ocultar más tiempo, rompí a llorar, diciéndole con cierta torpeza todo lo que había ocurrido desde que nos h
Época actual, ocho años después.Llegué al majestuoso hospital universitario Jackson, tras andar unas cuantas cuadras. Aquel lugar era el más importante de todo el imperio Jackson, el cual abarcaba desde centros comerciales, restaurantes, hoteles y obviamente, la universidad donde yo había pasado casi seis años enteros de mi vida.Sin embargo, el hospital era uno de los más viejos e importantes negocios de esa familia, ya que este era todo un paraíso con solo verlo por fuera, estaba construido con majestuosos edificios — que parecían más rascacielos que otra cosa —, los cuales se conectaban por puentes.Pero no solo era maravillosa su arquitectura, sino también sus especialistas y su tecnología, sumado a esto todos los méritos, premios y galardones que se habían llevado durante décadas, lastimosamente, casi nadie podía adquirir sus servicios, excepto obviamente la elite, los cuales eran prácticamente sus VIPS.Para mi sorpresa, en la entrada, recostado contra un pilar cruzado de bra
Caminé sin mucho apuro en dirección al edificio B, subí en el ascensor hasta el cuarto piso, y anduve unos cuantos pasos más, hasta detenerme en la última puerta del pasillo derecho donde se encontraba el consultorio de Nia. Entré, encontrándome en el interior; con la recepción totalmente vacía, en las sillas de la sala de espera no había ni un alma, ni siquiera donde su secretaria se suponía debía estar atendiendo, había alguien, después de todo, eran las doce del mediodía y era el único momento de descanso que a la pobre señora se le permitía.Me dirigí hacia la puerta que tenía el letrero con el nombre de mi amiga y antes de entrar, le di unos pequeños toquecitos a la madera como aviso de que ya me encontraba allí. Al adentrarme en la acogedora estancia, me encontré con todas las ventanas abiertas, dejando pasar la intensa luz del día, que a decir verdad era muy poca dado que estábamos en invierno, pero al menos aún no había caído la primera nevada en Atlanta y eso que el año esta
Finalmente, el viernes llegó sin ningún contratiempo especial, y agradecida como nunca antes, salí muy temprano del hospital.Había terminado con éxito mi turno de la semana, así que gran parte de la tarde estuve echada en mi cama durmiendo, hasta que la noche comenzó a caer, indicándome que debía prepararme para la gran fiesta, antes de que llegase Nia. No estaba acostumbrada a ir a esa clase de eventos, siempre ocurría algo trascendental para que no terminara yendo, así que estaba allí, dispuesta a celebrar el inicio de un nuevo año junto a compañeros y superiores del hospital, a menos de que surgiera una emergencia, lo cual creía era poco probable ese día. Acomodé mi elegante vestido, me hice un peinado sencillo, un maquillaje natural y cuando me sentí totalmente preparada, me observé por última vez en el espejo del bañoHabía cambiado tanto desde que Jack había muerto, no era la misma persona ni dentro, ni menos por fuera. Había envejecido un poco, ya no me la pasaba con el ceñ