8 años después Respiré profundamente, mientras meditaba en mi fuero interno el café que debería llevar esta vez para Nia. Después de todo, ese era el pago por mi consulta semanal, un poco de cafeína y algo de picar mientras charlábamos en su consultorio. Nia Braver no solo era una vieja amiga de la universidad, si no que era también una reconocida Psiquiatra del hospital universitario Jackson, el mismo en donde ahora yo trabajaba.Después de casi siete años de intensos estudios, especializaciones, traumáticas residencias y sufrimiento constante, estaba allí de pie siendo lo que nunca pensé llegaría a ser, pero lo había logrado, era una reconocida oncóloga pediatra, eso a lo que tanto le había tenido amor con el paso del tiempo. Tras una larga espera en la fila, me detuve frente a una de las chicas que atendían tras la caja registradora.—Dame dos americanos y dos trozos de tarta de limón — le pedí con una sonrisa, extendiéndole el dinero de inmediato.—Sí, señorita —asintió ella co
8 años atrás Los primeros días sin Jack habían sido un completo calvario, lloraba casi todas las noches y no importaba cuanto intentará calmarme era imposible, extrañaba la calidez de su cuerpo bajo las sábanas, extrañaba el olor de su comida cada mañana.Extrañaba su voz parlanchina y animada e incluso su extravagante risa, su forma de mirarme, pero sobre todo, sus melosas caricias. Cada lugar que pisaba en ese horrible pueblo, venía acompañado por un remolino de recuerdos sobre lo que habíamos hecho en ese sitio, las palabras que habíamos cruzado, las carcajadas que habíamos compartido. No existía rincón donde Jack no volviese a mi mente. Si iba al trabajo, todos preguntaban por él, e incluso el jefe un poco desesperado por el mal tiempo en el bar, me suplicaba todos los benditos días que lo llamara de regreso y aún cuando no sabía lo ocurrido con él, ya que nunca quise comentar sobre su muerte, terminaba asintiendo con una sonrisa forzada a su petición.—¿Dónde está Jack? —preg
Al llegar a la casa hogar, sin siquiera avisar de mi prolongada visita, mi madre fue la única que me recibió, un poco sorprendida de tenerme allí en febrero.Todo lo contrario a mis hermanos, que gritaron encantados.Me abrazaron y escucharon fascinados sobre quedarme allí unos meses sin motivo aparente, no les vino a mal la noticia, así que salieron corriendo a jugar tras pedirles un tiempo a solas con mi madre. Luego de dejar mis cosas en mi cuarto, me senté en uno de los sillones de la sala de estar, en la cual mi madre se mantenía en silencio, tejiendo lo que parecía otra bufanda, a la espera de que fuera yo quien contara lo corrido por mi propia voluntad y ella no tuviera que interrogarme. Me observó por unos segundos, casi sin poderse creer que su hija mayor estaba de regreso, podía ver en sus ojos que se hacía miles de ideas erradas sobre mi retorno, pero sin podérselo ocultar más tiempo, rompí a llorar, diciéndole con cierta torpeza todo lo que había ocurrido desde que nos h
Época actual, ocho años después.Llegué al majestuoso hospital universitario Jackson, tras andar unas cuantas cuadras. Aquel lugar era el más importante de todo el imperio Jackson, el cual abarcaba desde centros comerciales, restaurantes, hoteles y obviamente, la universidad donde yo había pasado casi seis años enteros de mi vida.Sin embargo, el hospital era uno de los más viejos e importantes negocios de esa familia, ya que este era todo un paraíso con solo verlo por fuera, estaba construido con majestuosos edificios — que parecían más rascacielos que otra cosa —, los cuales se conectaban por puentes.Pero no solo era maravillosa su arquitectura, sino también sus especialistas y su tecnología, sumado a esto todos los méritos, premios y galardones que se habían llevado durante décadas, lastimosamente, casi nadie podía adquirir sus servicios, excepto obviamente la elite, los cuales eran prácticamente sus VIPS.Para mi sorpresa, en la entrada, recostado contra un pilar cruzado de bra
Caminé sin mucho apuro en dirección al edificio B, subí en el ascensor hasta el cuarto piso, y anduve unos cuantos pasos más, hasta detenerme en la última puerta del pasillo derecho donde se encontraba el consultorio de Nia. Entré, encontrándome en el interior; con la recepción totalmente vacía, en las sillas de la sala de espera no había ni un alma, ni siquiera donde su secretaria se suponía debía estar atendiendo, había alguien, después de todo, eran las doce del mediodía y era el único momento de descanso que a la pobre señora se le permitía.Me dirigí hacia la puerta que tenía el letrero con el nombre de mi amiga y antes de entrar, le di unos pequeños toquecitos a la madera como aviso de que ya me encontraba allí. Al adentrarme en la acogedora estancia, me encontré con todas las ventanas abiertas, dejando pasar la intensa luz del día, que a decir verdad era muy poca dado que estábamos en invierno, pero al menos aún no había caído la primera nevada en Atlanta y eso que el año esta
Finalmente, el viernes llegó sin ningún contratiempo especial, y agradecida como nunca antes, salí muy temprano del hospital.Había terminado con éxito mi turno de la semana, así que gran parte de la tarde estuve echada en mi cama durmiendo, hasta que la noche comenzó a caer, indicándome que debía prepararme para la gran fiesta, antes de que llegase Nia. No estaba acostumbrada a ir a esa clase de eventos, siempre ocurría algo trascendental para que no terminara yendo, así que estaba allí, dispuesta a celebrar el inicio de un nuevo año junto a compañeros y superiores del hospital, a menos de que surgiera una emergencia, lo cual creía era poco probable ese día. Acomodé mi elegante vestido, me hice un peinado sencillo, un maquillaje natural y cuando me sentí totalmente preparada, me observé por última vez en el espejo del bañoHabía cambiado tanto desde que Jack había muerto, no era la misma persona ni dentro, ni menos por fuera. Había envejecido un poco, ya no me la pasaba con el ceñ
—Doctora Wolfang, ¿podría volver a su asiento, por favor? —farfulló ese hombre, al ver que yo no daba señales de querer pararme de allí. La mayoría de los que me rodeaban, me lanzaron miradas cargadas de mofa y algunos entre risas se cuchicheaban cosas. Parecía como si él adrede hubiera hecho ese comentario para simplemente dejarme en ridículo, pero ya no había nada que me hiciera más daño que tenerlo delante de mí, guapo y radiante como solía ser, salvo que algo en su expresión me decía que no era el mismo, que había cambiado drásticamente con el pasar de los años.Sentí mis piernas temblar al intentar ponerme en pie, y mi corazón removerse descontrolado en mi interior.Estaba a solo unos pasos de mí, vivo como cualquiera de nosotros, serio y distante, pero igual de guapo como cuando lo conocí por primera vez. Sólo tenía alguna sutil arruga, que se asomaba en sus ojos cuando mantenía esa forzada sonrisa socarrona. ¿Estaba alucinando, cierto? ¿Todos estaban viendo lo mismo que yo?
No pude disfrutar el resto de la fiesta en lo más mínimo, aún cuando Jack se había marchado tras dar su discurso y saludar a uno que otro conocido, en especial a mí; quien era su principal objetivo desde el inicio. Aquella discusión seguía atormentándome en mi cabeza, helándome la sangre. Intenté comer lo que me habían servido, pero apenas daba un bocado, los deseos de salir corriendo al baño a vomitar regresaban.Nia parecía estar aún más angustiada que yo al verme de esa forma, casi como si me fuese a desmayar en cualquier instante. —Vámonos, Lucy —repetía con preocupación—. No te ves nada bien.Pero me quedé, pensando que podía sobreponerme.Justo cuando todos se pusieron en pie para bailar, Nia insistió en que regresáramos a la casa, quise conducir, pero mis manos temblaban y mis pies ni siquiera coordinaban, al igual que mis pensamientos.Entonces ella se tomó la molestia de ser la piloto, mientras yo me quedaba en silencio observando por la ventana, sintiendo el remolino de r