Dulce Lucila

Vagué junto a Lucila sin despegar nuestros labios, en dirección al parque alejado del hospital.

La verdad, agradecía el silencio que nos rodeaba, me ayudaba a pensar con claridad lo que había ocurrido y ella parecía no molestarle el que estuviera tan callada.

Parecía comprender a pesar de su corta edad, que no quería mantener una conversación incómoda.

Nos detuvimos tras largos minutos caminando en la orilla del lago de ese espeso bosque, por donde a duras penas, uno que otro paciente pasaba cada tanto tiempo, dando un breve saludo, para luego desaparecer por el camino empedrado.

Ella observó el lugar encantada con el montón de mariposas que revoloteaban de un lado a otro, me senté en una de las bancas a mirar cómo corría con una sonrisa brillante en sus labios, intentando atrapar alguna de las polillas con sus pequeñas manos.

Al verla tan distraída, oculté el rostro entre mis manos, tapando de sus ojos azules mis lágrimas, sentía el dolor punzante recorrer todo mi cuerpo cada vez
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