Bastián siente que su cuerpo se estremece ante la escena, los recuerdos llegan como flashes a su cabeza destrozando por completo sus nervios al ver a Amelia en el piso tan quieta. — ¡Amelia, Amelia! – cae arrodillado a su lado tomándola en brazos —. Despierta por favor, no me hagas esto – gira mirando a su alrededor — ¡traigan un médico, ahora! – el hombre que trajo las llaves corre en busca de ayuda. En su desesperación la ciñe a su pecho meciéndola en busca de su propia tranquilidad, cierra los ojos al sentir el calor de su piel en los labios al pegarlos a su frente. La chica de nombre Era llora en silencio la escena ya que se siente responsable no de la situación de la chica – circunstancia que ella provocó –, lo que la lastima es ver que el objeto de su anhelo este enamorado perdidamente de la chica que tiene entre sus brazos. — Lo… lo siento mucho – gime con remordimiento. Bastián la ignora deliberadamente guardando su rabia ante la preocupación que siente por su novia ya q
Bastián se encuentra sentado al lado de la cama donde yace Amelia profundamente dormida ya que el sedante que le administró Arístides es bastante fuerte y aun a las cuatro con treinta de la tarde se encuentra sumida en un sueño tranquilo y sosegado. — Synchóresé me mikré mou (perdóname mi pequeña) – expresa en tono lastimero ante el desenlace de todo lo ocurrido el día de hoy. Está completamente seguro de que es su madre quien se halla detrás de todo y si bien no puede sacarla del camino sin que se vea como una agresión, hará lo que deba para mantenerla a salvo. Su teléfono vibra entre sus manos y aparece el nombre de Ana – la mejor amiga de Amelia – quien ha llamado cerca de diez veces a su teléfono. Decide responder para evitar que ella misma cometa imprudencias respecto a lo ocurrido. — ¡Hasta que responde alguien! – la voz chillona de la mujer hace que despegue el aparato de su oído — ¿te molestaría decirle a Amelia que responda el teléfono? – piensa bien la respuesta tomand
Luego del tratamiento y quedarse recostada – en contra de su voluntad – en el área de observación cumpliendo las órdenes del médico que es el hermano de su novio. Protector y dominante igual que su novio. Amelia hizo un berrinche con puchero incluido y solo consiguió que Ana se quedara con ella una hora ya que le practicarían las pruebas pertinentes para otorgarle el alta.— Esto es un atropello – de los labios de Bastián solo sale una onomatopeya que pronuncia sin dejar de teclear en el teléfono — ¡eres un maleducado! ¿lo sabes verdad? – él levanta la cabeza dedicándole una preciosa sonrisa que aunque fríe sus neuronas no la convence —. Me quiero ir por favor – alza las cejas interrogante.— Calma Amelia, en el momento que lleguen los resultados de las pruebas nos iremos a casa Amelia – señala tratando de no reir por su cara de pocos amigos.— Tengo hambre – se cruza de brazos en una actitud infantil.— Ya ordené una hamburguesa con doble queso y patatas fritas al estilo americano – l
— ¿Sucede algo Bastián?Pregunta Amelia mientras observa la insistencia de su novio en mirar el teléfono, él niega y le sonríe tenso. Teclea algo más en el aparato y la mira de nuevo.— No pasa nada Amelia, solo estoy siendo precavido – eso es algo que siempre ha sido, pero hoy está a su parecer más nervioso, paranoico.Amelia mira hacia atrás y arruga el ceño ante lo que ve.— ¿Son ideas mías o nos siguen dos autos más Bastián? – mira hacia otro lado evitando emitir palabra — ¿por qué me ignoras si escuchaste lo que dije? – abre la boca y la cierra de nuevo.— Ya te lo dije, es por precaución Amelia ¿Por qué no te limitas a disfrutar de mi presencia? – sonríe, pero su chiste de mal gusto la exacerba.— Si me hablas de precaución – suspira para relajar el tono sin lograrlo — quiere decir que alguno de los dos se encuentra en peligro ¿no es así? – lo mira enojada con los labios apretados y las cejas alzadas. — Nadie se encuentra en peligro ¡por el amor de dios Amelia! – levant
Bastián se siente miserable al no decirle la realidad de sus sospechas, desde luego que si su fiera particular lo descubre por otro medio lo lamentará con creces ya que Amelia no lo va a perdonar por ominoso, pero no puede decirle que sospecha de su propia madre ¡eso sería una verdadera traición a la familia! Y si bien no le importa que se comporten majaderos con él y su novia, tampoco quiere destruir lo poco que tiene con ellos o lo que cree tener. Ya no está seguro de nada aunque sabe que en el fondo su madre lo hace porque queda aún amor en ella hacia él aunque lo espera más de lo que ha resultado. Resopla enfadado con el mundo ya que deseaba que esta noche fuese especial y ahora Amelia no le habla para nada. — Hemos llegado jefe – se escucha la voz de su guardia por los altavoces —, ya se encuentra cateado el perímetro y todo está despejado – informa haciendo su trabajo.— Gracias César – Bastián busca la mirada de Amelia y ella no le corresponde — ¿vas a estar molesta toda l
La mirada de Amelia se va directo al ramo de rosas rojas que se encuentra en el centro de la mesa en lo que ella puede calificar como el florero más hermoso visto por el ojo humano, labrado en oro con piedras que parecen topacios de color azul Londres. La respiración se le entrecorta al mirar las exquisiteces que se hallan en los platos, las velas encendidas que despiden un aroma exótico y sobre todo el romanticismo implícito en cada detalle de la decoración.— Me alegra que te guste – ella gira hacía él y se para en las puntas de sus pies para besarlo — ¡Vaya, creo que haré esto un poco más seguido! – le sonríe con coquetería —. La recompensa vale la pena – le devuelve el beso con más ímpetu y Amelia se deshace entre sus brazos. — ¿Me parece que habías mencionado no ser un romántico? – dice Amelia sobre sus labios aún — ¿Cómo fue? – piensa un poco sonriendo — ¡Ah sí! No soy un hombre de flores y chocolates si es lo que estás esperando – recita imitando la vos de un hombre que l
La piel de Amelia se eriza al contacto con el cuerpo de Bastián ya que sabe exactamente donde tocarla para hacerla disfrutar de cada caricia que le proporcionan sus expertas manos. — ¿A esto se refería cuando me dijo que quería enseñarme algo Sr. Christopoulos? – señala el anillo adornando su dedo anular, aturdida todavía por el calor de su piel y el roce de sus manos. — Quería sorprenderte Amelia – expresa seriamente a la vez que se mece con su cuerpo entre los brazos — y disculparme por lo atrevido que fui contigo al principio, n supe como abordarte y… - la vergüenza tiñe sus bellos rasgos, no es asiduo a disculparse con nadie a pesar de su educación tan arraigada. — ¡Vaya! No tienes idea de como disculparte ¿cierto? – niega sonriendo con melancolía. — Sé que puedo, pero no encuentro la disculpa correcta para ello sin embargo creo que puedo repararlo Amelia – sonríe de nuevo más animado —. Si es que me lo permites por supuesto – Amelia recorre con sus pequeñas manos el conto
Amelia despierta sobresaltada, lo primero que hace es colocar su mano en el cuello recordando que su novio quiso – sin estar en sus cinco sentidos por su puesto – asfixiarla creyendo que era alguien más. Su dolor aumenta pensando mil teorías, lagrimas resbalan abruptamente de sus ojos hasta sus sienes pensando en que el sufrimiento del mor de su vida puede que se trate de un amor infructuoso o peor aun, de uno no correspondido. No tiene información acerca de la mujer con la cual fue obligado a casarse, pero intuye que es ella parte de su desconsuelo convertido en ansiedad. Se incorpora en la cama en la cual yace, no es su habitación, tampoco es un hospital o la clínica de su ahora cuñado Arístides, sino que deduce sea la habitación de invitados del ático en el cual estaba con Bastián. — ¡Qué idiota he sido! – se reprende — ¿en qué planeta se me ocurre pensar que ese hombre se enamoraría de mí? – el dolor aumenta al recordar los hechos Llora sin consuelo al saber que su propio prom