Mi querida jefa
Mi querida jefa
Por: April Westein
Noche

Yo era un simple empleado de una empresa de software, llevaba cuatro meses allí. Estaba a punto de cumplir los seis meses, me separaban de la anhelada estabilidad laboral.

Mis responsabilidades se centraban en la ardua tarea de redacción, encargado de hacer comprensible y amigable la información para el resto de las áreas, a veces cuando en mi área de marketing no era necesaria mi presencia.  Sabía que esta era mi oportunidad dorada para obtener experiencia en este entorno implacablemente competitivo. La falta de oportunidades laborales previas había dejado una huella en mi trayectoria, pasando dos largos meses sin trabajo antes de conseguir este puesto.

El ambiente en mi espacio de trabajo era algo incómodo, un solitario escritorio ubicado en medio de una sala con oficinas pequeñas. Desde allí, observaba cómo los demás empleados transitaban incesantemente, ahogándome en montañas de trabajo. Me sentía como un joven ignorado entre un mar de mujeres y hombres adultos, luchando por encontrar mi lugar en este mundo tan competitivo.

La rutina tediosa y monótona que se rompió inesperadamente en un viernes fatídico. Rumores sobre el compromiso de la jefa y su próxima boda inundaron la oficina, generando un alboroto general. A pesar del revuelo, esos asuntos personales no eran importante para mí, pues mi objetivo era conseguir el dinero suficiente para darle una vida digna a mi novia. Había tenido muchos problemas con su familia, su padre era un médico y yo no le agradaba porque sentía que era un asalariado que le dañaría la vida. Así que tenía dos trabajos, uno de día. El otro casi a la madrugada de mesero, pero todo cambio una noche lluviosa, después de servir y atender las mesas. Mientras buscaba un taxi para regresar a casa, un automóvil me arrolló de un momento a otro.

Trate de levantarme del suelo y una femenina se acercó angustiada hacia mí.

"¿Estás bien?", preguntó con voz preocupada.

"Aguantando el dolor", respondí, luchando por controlar el malestar que me invadía.

Solo me sentí confundido, Incapaz de ver claramente a la persona que me auxiliaba, me sorprendió el aroma a alcohol que emanaba de ella.

"Jefa, ¿qué hace usted aquí?", pregunté confundido, reconociendo de inmediato a esa persona. Ella era una mujer de cabello castaño largo, ojos verdes, rostro redondo, media 1.70 metros y era hermosa, nunca antes había hablado con ella. Solo la veía caminar por los pasillos de la empresa. No sabía cuál era su personalidad, solo estábamos en un rol de trabajo.

"¿Me conoces? Yo tengo muchos empleados y no los conozco a todos. Discúlpame, no sé quién eres"

Vi que ella tenía una pequeña fisura en la cabeza, tal vez por el golpe que se dio tratar de frenar. 

"Usted está bebiendo... La policía podría detenerla", le advertí, preocupado por su situación.

"Es solo un asunto externo. Lamento lo que te hice. El lunes puedes pasar, yo me haré cargo de tu incapacidad y de los daños causados", intentó evadir la situación.

No podía permitir que manejará en ese estado, me levanté del suelo y la agarre de la mano.

"Mejor tomé un taxi, podría tener problemas con la policía", le sugerí.

La vi hacer una mueca de molestia.

"¿Estás bien?", pregunté preocupado.

"Se me dobló un dedo cuando frenaba. Incluso me golpeé la cabeza", respondió con tristeza.

Sentí compasión por ella, una mujer aparentemente fuerte y decidida que al parecer estaba sufriendo ahora por algo. Tomé su mano entre las mías, y le ofrecí ayuda 

"Te dolerá si lo acomodo, pero es mejor enfrentarlo ahora para que sea más rápido", le dije antes de realinear su dedo sin previo aviso.

La vi retorcerse del dolor un poco.

"¡No debiste hacerlo sin avisarme! ¡Fue doloroso!", se quejó con molestia.

"Es mejor así, para que pueda seguir haciendo sus actividades", justifiqué mi acción, a pesar de su molestia.

Pero ella no comprendía mi cambio de actitud desde el accidente.

"Hace un momento te retorcías del dolor y ahora te veo como si nada", expresó sorprendida.

"No fue tan duro, solo un golpe momentáneo", le expliqué con sinceridad.

Vi que estaba mareada y no entendía  todo lo que ocurría, me ofrecí a acompañarla en taxi hasta su casa.

"Yo la acompaño en un taxi, si lo necesitas", propuse.

Ella me miró y no estaba segura si hacerlo, sin embargo, me entrego las llaves con algo de dudas, a los pocos segundos.

[...]

Llamamos un taxi que llegó poco desde y

llegamos a un sitio llamativo, una serie de departamentos que llamaron mi atención. Podría haberme marchado en ese momento, pero la preocupación por su bienestar me impedía abandonarla. Me daba miedo su estado, y que cometiera alguna imprudencia.

"¿Te ayudo a subir?", pregunté con  preocupación. La veía tambaleando mucho 

"No, estoy bien, puedo caminar", respondió, tratando de aparentar seguridad. "

No podía evitar preocuparme por su estado. Le pedí que me dejara acompañarla, pero aceptó bajo una condición.

"Está bien, pero te vas de una vez a tu casa. Jamás te había visto en mi empresa. No sé quién eres. Solo, deje que me trajeras porque sé que no estoy bien " dijo con cierta desconfianza.

Ella Estaba preocupada de lo que podría pasar allí, era evidente que quería dejar las cosas claras. A pesar de su tono desconfiado, ver que estaba más enfocada me tranquilizó. Accedí a su solicitud y me dispuse a retirarme una vez que ella estuviera en casa segura.

Una vez llegamos a la entrada del apartamento, el vigilante le entregó un regalo de parte de sus familiares y para su boda. El reflejo de tristeza y molestia en su rostro me hizo comprender que algo la había afectado y probablemente ella estaba así por algo que tenía que ver con su prometido.

La seguí mientras entraba al edificio. Analizando cada uno de sus movimientos.

[...]

Una vez en su apartamento, antes de abrir la puerta, habló conmigo.

"Tengo algo para ti", dijo sorprendiéndome con sus palabras.

Intrigado y preocupado por su salud mental, me mantuve firme ante su propuesta. A pesar de sentirme atraído por su belleza, tenía claro que debía evitar hacer algo de lo que me pudiera arrepentir. 

Sin embargo, ella comenzó a sacar prendas de ropa de otro hombre, algo incómodo para mí.

"No puedo aceptar la ropa de otra persona. Lo siento".

"La voy a quemar", amenazó, demostrando su deseo de deshacerse de todo lo que le recordara a su prometido.

"¿Es de su prometido? Está segura de hacer eso"

"Él se burló de mí, me traicionó"

Ella sacó su teléfono y me mostró dos personas abrazándose y besándose, donde la mujer llevaba el uniforme de la empresa, una camisa blanca con el logotipo. Me sentí impotente por no poder consolarla. Ella estaba a punto de caer en llanto. Buscaba aprobación de su rabia.

Antes de que pudiera reaccionar, ella me abrazó, desatando un malentendido. Empezó a llorar desconsoladamente, y verla en ese estado me partió el alma. Era mi jefa, aunque nunca hablamos y la miraba a veces. No pensé que pudiera verla así.

Sin poder resistirme, la abracé con fuerza, acariciando suavemente su espalda. 

"No sé preocupé, me voy a quedar. No haga ninguna locura. Yo la cuidaré esta noche"

Podía sentir su dolor y traté de reducir su dolor. Vi unas botellas de whisky, y vodka en una de las mesas de la sala. Pensé en dárselas a tomar para que se sintiera mejor y se pudiera tranquilizar un poco. La ayudé a sentarse en el sofá y fui por la botella. Le serví en unos vasos y se la di.

"Tome un poco, usted lo necesita, no sé preocupe, yo también tomaré"

Ella no dudo en aceptarlo, pero rápidamente se tomó una copa. Trate de seguirle el ritmo e hice lo mismo, pero el sabor casi me desmaya, sentí un fastidio en la garganta. Jamás había tomado algo tan fuerte. Solo algunas cervezas, nada de esto.

Puse mis manos en mis rodillas. Trate de asimilar lo que había hecho y lo que debería hacer esta noche. Debía seguir tomando con moderación, tenía que estar consciente de que no hiciera nada. Aunque me fuera en ese momento. Sabía que si algo le sucedía me culparían a mí.

Seguí compartiendo la bebida con ella como si fuéramos amigos de toda la vida. Sin saber que estábamos jugando con fuego al hacer eso.

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