López miraba como los apuntaban con armas pidiendo que salieran y le hizo señas a Sofía que se mantuviera escondida en lo que llamaba a su seguridad. El enorme auto que lo había golpeado, lo impulsaba llevándolo con él. No entendía lo que sucedía, pero maniobraba desesperadamente tratando de mantenerse en la carretera mientras chocaba violentamente contra el del frente. El auto seguía empujándolo con saña, estaba seguro que lo lanzaría por el precipicio. Por mucho que frenaba, no sucedía nada, seguía siendo llevado en lo que otros les disparaban e intentaban abrir sus puertas. Sofía, aterrada, se aferraba al asiento con fuerza mientras López luchaba por mantener el control del vehículo. El estrés, el miedo y la tensión se reflejaban en sus rostros mientras intentaban encontrar una oportunidad para escapar de sus atacantes. La situación se volvía cada vez más intensa y López sabía que debía actuar con rapidez si querían salir ilesos de ella. No podían permitirse ser atrapados
Sofía ahora estaba convencida que tenía que aferrarse al señor López a como diera lugar. La vida de su hijo dependía de eso. Por lo menos si a ella le sucedía algo, Javier no iría a parar a un orfanato. Haría que el señor López se lo prometiera, que cuidaría del niño toda su vida. La señora Elvira al escucharla asentir, y aunque le temblaba la voz, ante la sonrisa que se abrió en la boca de su hijo, y como la estrechó colmado de felicidad, los miró con alegría y emoción. Su plan estaba dando resultados.—Estoy feliz de escuchar eso Sofía. Juntos superaremos cualquier obstáculo y nos apoyaremos mutuamente. Sin embargo, le hizo una seña a Fenicio para que la siguiera al despacho, en lo que dejaba a López riendo con Javier, que ahora no se cansaba de decirle papá y enseñarle todos los juguetes que le había comprado.—¿Qué pasó de verdad Fenicio? ¿Son ellos de nuevo? —preguntó muy seria Elvira al cerrar la puerta del despacho detrás—. ¿Son los mismos de entonces? Sofía no se había s
En el despacho de la casa del señor López, la señora Elvira confrontaba a Fenicio, el hombre que había puesto a cuidar a su hijo sin que César lo supiera después de su aparatoso divorcio. Fenicio se había convertido en el mejor y más leal amigo de López, protegiéndolo incluso de ella.—¿Qué pasó realmente, Fenicio? ¿Son ellos de nuevo? —preguntó Elvira seriamente al cerrar la puerta del despacho detrás de ella—. ¿Son los mismos de antes? Fenicio la miró directamente a los ojos, como era su costumbre. Elvira lo había contactado y ofrecido mucho dinero para proteger a su hijo, pero él rechazó el pago y solo aceptó que lo ayudara a trabajar donde iba a estar César. Se acercaría a López y solo si este lo aceptaba, trabajaría para su seguridad y respondería a él, no a Elvira. Ahora la miraba seriamente, nunca le dijo nada que su jefe no le permitiera, aunque eso molestara a Elvira. Soltó todo su aire y se sentó.—No, señora Elvira, no eran ellos. No puedo decirle quiénes los atacaron co
Todo estaba saliendo según lo planeado por López. Su padrino los recibió con los certificados de matrimonio, aunque aún no estaban completos. El señor López nunca imaginó que sería tan feliz al volver a casarse. Su alegría era tanta que abrazó a Sofía después de que ella aceptara temblorosa, con inmensa satisfacción y felicidad, al sentir que la había hecho suya para toda la vida. Sin embargo, jamás esperó lo que sucedió al llegar a la oficina de su padrino, quien se mostró inusualmente serio y frío.—¿Sucede algo, padrino? —preguntó López preocupado.—Solo necesito hacerle unas preguntas a tu prometida antes de llenar los certificados de matrimonio —respondió el padrino.—Sí, claro, las que quieras. No me mires así, padrino, no la estoy obligando a nada —dijo al ver la mirada de recelo del padrino—. Sí, es mi asistente, y no me caso con ella por mamá... bueno, técnicamente sí. Pero la amo de verdad y ella a mí. Solo lo adelantamos un poco para evitar las citas a ciegas, ¿verdad, Sofi
Habían permanecido en silencio durante todo el trayecto a casa en el auto de Fenicio, rodeado de una gran cantidad de guardaespaldas. Al llegar, Sofía corrió a ver a su hijo, que dormía plácidamente en medio de una enorme cama, en medio de almohadas y juguetes. Se sentó a su lado con lágrimas en los ojos. —Perdóname, bebé, perdóname —susurró besando su frente. Sofía se dirigió decidida a la habitación matrimonial. Iba a confesarle toda la verdad a López. Mientras caminaba por el largo pasillo, se detuvo a contemplar extasiada un hermoso retrato que parecía de ella. Luego siguió mirando las fotos hasta toparse con una de Javier López. —¿Por qué tuviste que hacer eso, eh? ¿No podías conformarte con lo que tenías?— murmuró para sí. —¿Sofí? —la interrumpió López, haciéndola sobresaltar —¿Le hablabas a mi abuelo? —Pensé que era tu padre —respondió Sofía. —No, ese es mi abuelo. Ven, este es mi padre y ella mi madre. Ya sé, no me parezco a ellos. —Pareces hijo de tu abuelo y no de tu p
Después de ver salir a Sofía y el señor López de la empresa. Mía aterrada llamó a un detective que le estaba averiguando dónde era que Delia escondía a su pobre madre. Para su alegría había logrado encontrarla. Salió disparada para el lugar sin pensarlo y sin un plan en mente, solo tenía claro que debían alejarse de Delia. Mía había logrado infiltrarse disfrazada en el hospital psiquiátrico donde estaba recluida su madre. Logró sacar a la pobre mujer y llegar con ella hasta una parada de autobuses. Pero no pasaba ningún taxi, y su madre estaba muy débil. Por precaución, se escondieron entre unos arbustos al reconocer el auto de su media hermana. Le habían avisado que la señora Azucena había desaparecido sin dejar rastros. Mía abrazó protectoramente a su madre mientras el auto pasaba lentamente, escudriñando los alrededores. Contuvo la respiración, rezando para que no las descubrieran. No permitiría que la volvieran a encerrar en ese horrible lugar ni que la siguiera amenazando con
Cuando López y Sofía abrieron los ojos la siguiente mañana, se encontraron abrazados y se miraron con sonrisas radiantes en sus rostros. Sentían una profunda felicidad por estar juntos y disfrutar de ese momento especial. Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida cuando Sofía salió corriendo de la habitación en busca de su pequeño hijo, quien no estaba en su enorme lecho. El pánico se apoderó de ella mientras buscaba desesperadamente en cada rincón de la habitación, pero no encontró rastro alguno de su hijo. Presionada por la angustia, Sofía salió corriendo del cuarto y se dirigió hacia donde estaba López. Sin embargo, en el camino, unas risas alegres conocidas llamaron su atención. Intrigada, se asomó desde la segunda planta para ver de dónde provenían esos sonidos y su corazón se llenó de felicidad, al descubrir la escena que se desarrollaba frente a sus ojos. Su hijo corría, riendo felizmente, mientras la señora Elvira, lo perseguía con un enorme muñeco en las manos.
López se encontraba en una encrucijada emocional. Por un lado, temía ser el hombre que Sofía había encontrado en ese lugar terrible, aquel que la había obligado a hacer cosas bajo los efectos de una droga. Sentía un profundo remordimiento y culpa al pensar que él podría ser el causante de todo el sufrimiento que veía reflejado en el rostro de ella. Sin embargo, al mismo tiempo, López deseaba con todas sus fuerzas ser el verdadero padre de Javier y el único hombre en la vida de su esposa. Sentía un amor inmenso por ambos y anhelaba formar una familia con Sofía, criar juntos a su hijo. La idea de ser el padre biológico de Javier le llenaba de alegría y esperanza. Estos sentimientos contradictorios sumergían a López en una confusión abrumadora. Por un lado, temía enfrentar la responsabilidad y las consecuencias de sus acciones pasadas. No quería ser el causante de más dolor para Sofía. Pero al mismo tiempo, sentía un amor profundo y un deseo genuino de formar una familia con ella y Ja