Sofía se quedó atónita sin saber cómo responder a esa propuesta tan extraña de matrimonio que le había realizado el señor López. ¡Sólo se habían besado y ya le estaba proponiendo que se casaran! O peor, la había hecho su esposa en frente de su madre, algo le decía que no serían quince días. Pero ante lo que dijo del por qué lo había hecho, se sintió aliviada. Claro que no quería que saliera a citas con otras mujeres, ¡era suyo!—Está bien, vayamos a buscar a mi hijo...— dijo, pensando en la manera de escapar de esta complicada situación y ver cómo se desarrollaba la relación primero. Una cosa era ser jefe y empleada y otra novios. Además que sentía que tenía que confesarle como había sido concebido Javier antes de proseguir—. Luego hablaremos de todo lo demás. Pero el señor López la atrapó por la cintura y la volvió a besar apasionadamente, al separarse se quedó con su frente apoyada en la de Sofía, y habló casi en un ruego.—¿Lo serás Sofi? Por favor, necesito esa respuesta para
Mía, al observar cómo la señora Elvira se marchaba con Javier, visiblemente feliz, y al escuchar las insinuaciones de Fenicio sobre el supuesto matrimonio de Sofía con el señor López, sintió una oleada de confusión y preocupación. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el ascensor con la esperanza de obtener respuestas. Al llegar a tiempo para presenciar la salida de la pareja, Mía se encontró con una escena que desafiaba todas sus expectativas. Sofía, lejos de ser la huérfana intimidada que ella conocía, irradiaba belleza y felicidad. Sus ojos brillaban con un fulgor que dejaba a todos atónitos, incapaces de creer que esa hermosa y elegante mujer tomada de la mano del señor López fuera la misma persona insignificante que todos conocían. Surgieron preguntas en la mente de Mía: ¿era todo una farsa? ¿Quién era Sofía en realidad? La imagen de Sofía y el señor López caminando juntos seguros y felices despertó una sensación de desconcierto en Mía. Se preguntaba si había sido engañada por
López miraba como los apuntaban con armas pidiendo que salieran y le hizo señas a Sofía que se mantuviera escondida en lo que llamaba a su seguridad. El enorme auto que lo había golpeado, lo impulsaba llevándolo con él. No entendía lo que sucedía, pero maniobraba desesperadamente tratando de mantenerse en la carretera mientras chocaba violentamente contra el del frente. El auto seguía empujándolo con saña, estaba seguro que lo lanzaría por el precipicio. Por mucho que frenaba, no sucedía nada, seguía siendo llevado en lo que otros les disparaban e intentaban abrir sus puertas. Sofía, aterrada, se aferraba al asiento con fuerza mientras López luchaba por mantener el control del vehículo. El estrés, el miedo y la tensión se reflejaban en sus rostros mientras intentaban encontrar una oportunidad para escapar de sus atacantes. La situación se volvía cada vez más intensa y López sabía que debía actuar con rapidez si querían salir ilesos de ella. No podían permitirse ser atrapados
Sofía ahora estaba convencida que tenía que aferrarse al señor López a como diera lugar. La vida de su hijo dependía de eso. Por lo menos si a ella le sucedía algo, Javier no iría a parar a un orfanato. Haría que el señor López se lo prometiera, que cuidaría del niño toda su vida. La señora Elvira al escucharla asentir, y aunque le temblaba la voz, ante la sonrisa que se abrió en la boca de su hijo, y como la estrechó colmado de felicidad, los miró con alegría y emoción. Su plan estaba dando resultados.—Estoy feliz de escuchar eso Sofía. Juntos superaremos cualquier obstáculo y nos apoyaremos mutuamente. Sin embargo, le hizo una seña a Fenicio para que la siguiera al despacho, en lo que dejaba a López riendo con Javier, que ahora no se cansaba de decirle papá y enseñarle todos los juguetes que le había comprado.—¿Qué pasó de verdad Fenicio? ¿Son ellos de nuevo? —preguntó muy seria Elvira al cerrar la puerta del despacho detrás—. ¿Son los mismos de entonces? Sofía no se había s
En el despacho de la casa del señor López, la señora Elvira confrontaba a Fenicio, el hombre que había puesto a cuidar a su hijo sin que César lo supiera después de su aparatoso divorcio. Fenicio se había convertido en el mejor y más leal amigo de López, protegiéndolo incluso de ella.—¿Qué pasó realmente, Fenicio? ¿Son ellos de nuevo? —preguntó Elvira seriamente al cerrar la puerta del despacho detrás de ella—. ¿Son los mismos de antes? Fenicio la miró directamente a los ojos, como era su costumbre. Elvira lo había contactado y ofrecido mucho dinero para proteger a su hijo, pero él rechazó el pago y solo aceptó que lo ayudara a trabajar donde iba a estar César. Se acercaría a López y solo si este lo aceptaba, trabajaría para su seguridad y respondería a él, no a Elvira. Ahora la miraba seriamente, nunca le dijo nada que su jefe no le permitiera, aunque eso molestara a Elvira. Soltó todo su aire y se sentó.—No, señora Elvira, no eran ellos. No puedo decirle quiénes los atacaron co
Todo estaba saliendo según lo planeado por López. Su padrino los recibió con los certificados de matrimonio, aunque aún no estaban completos. El señor López nunca imaginó que sería tan feliz al volver a casarse. Su alegría era tanta que abrazó a Sofía después de que ella aceptara temblorosa, con inmensa satisfacción y felicidad, al sentir que la había hecho suya para toda la vida. Sin embargo, jamás esperó lo que sucedió al llegar a la oficina de su padrino, quien se mostró inusualmente serio y frío.—¿Sucede algo, padrino? —preguntó López preocupado.—Solo necesito hacerle unas preguntas a tu prometida antes de llenar los certificados de matrimonio —respondió el padrino.—Sí, claro, las que quieras. No me mires así, padrino, no la estoy obligando a nada —dijo al ver la mirada de recelo del padrino—. Sí, es mi asistente, y no me caso con ella por mamá... bueno, técnicamente sí. Pero la amo de verdad y ella a mí. Solo lo adelantamos un poco para evitar las citas a ciegas, ¿verdad, Sofi
Habían permanecido en silencio durante todo el trayecto a casa en el auto de Fenicio, rodeado de una gran cantidad de guardaespaldas. Al llegar, Sofía corrió a ver a su hijo, que dormía plácidamente en medio de una enorme cama, en medio de almohadas y juguetes. Se sentó a su lado con lágrimas en los ojos. —Perdóname, bebé, perdóname —susurró besando su frente. Sofía se dirigió decidida a la habitación matrimonial. Iba a confesarle toda la verdad a López. Mientras caminaba por el largo pasillo, se detuvo a contemplar extasiada un hermoso retrato que parecía de ella. Luego siguió mirando las fotos hasta toparse con una de Javier López. —¿Por qué tuviste que hacer eso, eh? ¿No podías conformarte con lo que tenías?— murmuró para sí. —¿Sofí? —la interrumpió López, haciéndola sobresaltar —¿Le hablabas a mi abuelo? —Pensé que era tu padre —respondió Sofía. —No, ese es mi abuelo. Ven, este es mi padre y ella mi madre. Ya sé, no me parezco a ellos. —Pareces hijo de tu abuelo y no de tu p
Después de ver salir a Sofía y el señor López de la empresa. Mía aterrada llamó a un detective que le estaba averiguando dónde era que Delia escondía a su pobre madre. Para su alegría había logrado encontrarla. Salió disparada para el lugar sin pensarlo y sin un plan en mente, solo tenía claro que debían alejarse de Delia. Mía había logrado infiltrarse disfrazada en el hospital psiquiátrico donde estaba recluida su madre. Logró sacar a la pobre mujer y llegar con ella hasta una parada de autobuses. Pero no pasaba ningún taxi, y su madre estaba muy débil. Por precaución, se escondieron entre unos arbustos al reconocer el auto de su media hermana. Le habían avisado que la señora Azucena había desaparecido sin dejar rastros. Mía abrazó protectoramente a su madre mientras el auto pasaba lentamente, escudriñando los alrededores. Contuvo la respiración, rezando para que no las descubrieran. No permitiría que la volvieran a encerrar en ese horrible lugar ni que la siguiera amenazando con