Hola, ¿cómo van? Espero que estén disfrutando de la historia de Natasha, aunque parece que ya estamos cerca del final, aun falta que pasen algunas pruebas juntos... Pasaba por aquí a decirle a los que aun no lo saben que la historia de Antonella también está en progreso, la pueden encontrar en Buenovela como "Mi pequeña fugitiva". Besos y abrazos.
Domenico se despertó con Natasha prácticamente encima de él, su mejilla descansando pacíficamente sobre su pecho. La habitación estaba suavemente iluminada por la única lámpara de mesa encendida. No estaba seguro de la hora, pero probablemente pasaba de la medianoche.Durante un largo momento, Domenico se dedicó a observar a Natasha en silencio, sus dedos trazando suaves caricias sobre su cabello. Ella debía estar reamente agotada porque no se inmutó, aunque era comprensible. Horas atrás, después de regresar de un paseo por la ciudad, le había hecho el amor con desenfreno. No importaba cuantas veces la tomara, seguía ansiando más de ella. Las últimas dos semanas, habían hecho el amor en cada rincón del departamento que habían rentado para su luna de miel, aprovechando cada oportunidad. En más de una ocasión, habían cancelado planes, incapaces de resistir a la atracción irresistible que sentían el uno por el otro.La necesidad de ir al baño lo obligó a moverse. Con cuidado, se deslizó
Natasha sacó una pequeña caja del interior de su cartera antes de lanzarla sobre la cama y se dirigió al baño. Le tomó apenas unos segundos leer el instructivo en la parte de atrás y siguió los pasos. Después de orinar en el pequeño palo de plástico, lo colocó a un lado del lavabo, parcialmente envuelto en papel, y se lavó las manos. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro mientras esperaba los resultados.Oficialmente, Domenico y ella habían empezado a intentar tener un hijo unos meses atrás. Los meses posteriores a la boda habían estado ocupados con la mudanza y la remodelación de su nueva casa. Natasha no había parado hasta que cada rincón quedó perfecto y su esposo la había apoyado con cada nueva idea que se le ocurría. Ahora que habían acabado, se sentía el momento correcto.Se había graduado recientemente y tenía un puesto fijo en la misma empresa que su esposo, aunque ya no estaba en la misma oficina que su esposo. Kassio le había ofrecido el puesto poco antes de su ceremonia
Natasha dejó de sacudir la pierna, un gesto que ni siquiera había notado que estaba haciendo hasta que la mano de Domenico se posó suavemente sobre ella. Levantó la mirada y se encontró con la suave sonrisa de su esposo que la ayudó a tranquilizarse un poco, pero volvió a sentirse igual de tensa cuando la puerta del consultorio se abrió de repente. La misma doctora que los había atendido el día anterior entró y les dirigió una sonrisa profesional, mientras se disculpaba por la demora. Luego se sentó detrás de su escritorio. —Tengo todos los resultados de las pruebas que les realizamos —anunció, su expresión no revelaba nada nada—. ¿Con cuál de los dos quieren comenzar?—Los míos —dijo Domenico. Él la tomó de la mano y le dió un fuerte apretón.La doctora se quedó en silencio mientras revisaba su computadora.—Su recuento de esperma es adecuado para un hombre de su edad. No hay ninguna razón por la que no pueda tener un hijo.—¿Y qué hay sobre mi? —preguntó, conteniendo la respiración
—Natasha.Levantó la cabeza al escuchar su nombre y se encontró con el rostro expectante de su amiga Giorgia. —¿Qué sucede?—¿Me estás escuchando?Asintió, aunque era una mentira. Estaba agotada y había estado funcionando con la mitad de la capacidad de su cerebro durante toda la mañana. La noche anterior apenas había dormido, demasiado preocupada por el futuro como para conciliar sueño.En noches como esas, cuando se quedaba pensando hasta tarde, le era difícil evitar aquellos pensamientos oscuros que susurraban que jamás tendría hijos. La voz de la inseguridad le recordaba que, al igual que su propia madre, no sería buena criándolos, y el destino se estaba asegurando de que eso no sucediera.Su amiga le dio una sonrisa comprensiva. Aunque Natasha no había revelado todos los detalles, su amiga sabía sobre su deseo frustrado de ser madre. Habían hablado de ello en una de sus salidas, junto con Simone. Ambas le habían dado sus propios consejos, tratando de aliviar su preocupación y en
Domenico se sentó de golpe al escuchar a Natasha vomitando por tercera mañana consecutiva. Se levantó y corrió hacia el baño. El fin de semana relajado que había tenido en mente para ambos, no estaba yendo para nada como había planeado, pero esta vez era él quien no podía relajarse. Natasha despertaba enferma cada mañana, mejorando un poco en cuanto las náuseas pasaban, pero por la tarde volvía a verse débil y apenas podía mantener los ojos abiertos. Domenico había considerado las opciones. La primera, y la que menos le gustaba, era que ella había contraído algún virus. La segunda, por otra parte, lo emocionaba más. Los síntomas que su esposa presentaba parecían ser los típicos de un embarazo. Sin embargo, al principio, no se había atrevido a plantearle esa posibilidad a Natasha para no ilusionarla en vano. Pero no podían posponerlo por siempre.Hizo a un lado las sábanas y corrió apresurado al baño. En cuanto llegó, se puso de cuclillas junto a su esposa y, al igual que el día anter
—La prueba casera que te realizaste no se equivocó —dijo la doctora con voz calmada—. Tus pruebas de sangre confirman que estás embarazada. Felicidades, van a ser padres.Natasha soltó una exhalación larga, y sus lágrimas empezaron a fluir. La emoción la invadió mientras abrazaba a Domenico. La búsqueda de un embarazo, la angustia de no lograrlo, todo se liberó en ese instante. Estaba feliz, más de lo que podía expresar en palabras.Hasta ese momento una pequeña vocecita en el fondo la había estado molestando mientras e imaginaba diferentes escenarios decepcionantes. Cuando su periodo se había retrasado, Natasha había atribuido el retraso al estrés, intentando no hacerse falsas esperanzas. Y cuando se hizo la prueba casera empezó a pensar que quizás estaba equivocada. Pero en ese momento, con la confirmación de la doctora, la realidad era innegable.Iba a tener un bebé.—Está bien, cariño —dijo Domenico, frotándole la espalda con ternura.Natasha sonrió en medio de su llanto, se había
Domenico intentó no mirar su reloj por enésima vez. Estaba aburrido, y la reunión parecía no tener fin. Preferiría mil veces estar en casa con su esposa. La voz de su amigo se volvió un murmullo lejano mientras su mente se perdía en pensamientos sobre Natasha. La doctora le había recomendado descansar del trabajo para evitar complicaciones. Aunque su esposa no estaba feliz de quedarse en casa, tampoco había puesto mucha resistencia. Ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para mantener a sus hijos sanos. Como tenía demasiado tiempo libre, Natasha había comenzado a preparar la habitación de los bebés. La noche anterior, ella le mostró un catálogo de muebles mientras hacía los sonidos más tiernos y divertidos que Domenico había escuchado. A pesar de estar exhausto después de un largo día en la oficina, él la había ayudado a elegir cada pieza, que en esencia era estar de acuerdo con su esposa en cada decisión. No le importaba si los bebés dormían en una cuna de una o cinco
Natasha despertó desorientada, parpadeando mientras sus ojos se ajustaban a la tenue luz de la habitación. Le tomó unos segundos recordar donde estaba, pero pronto las imágenes de lo sucedido las últimas horas inundaron su mente. El dolor, los gritos, la felicidad. Una sonrisa se extendió por su rostro al pensar en sus bebés. Eran tan pequeños y perfectos.Giró la cabeza lentamente y vio a Domenico descansando en la pequeña cama que estaba a unos metros de distancia de la suya. Su pobre esposo debía estar completamente agotado. Cuando Natasha había entrado en trabajo de parto, Domenico estaba en la oficina, trabajando. Él había corrido directo al hospital, sin perder un minuto, y desde entonces no había abandonado su lado ni un solo instante. Le había sujetado la mano, limpiado el sudor de su frente y soportado sin réplicas las maldiciones que ella lanzó en su contra durante cada contracción. El trabajo de parto había durado más de diez horas, dejándolos agotados a ambos, pero había v