El silencio recibió a Maxim cuando llegó a su casa después de un largo día en la oficina. Desde que había asumido la propiedad de la casa que antes fue de sus padres, había hecho muchos cambios; uno de ellos era que nadie, excepto el personal de seguridad, se quedaba por las noches. Prefería el silencio y su espacio, incluso si a veces se sentía demasiado solo.Su casa era enorme, demasiado para una sola persona. A menudo se preguntaba por qué no se había deshecho de ella. Albergaba demasiados malos recuerdos, pero parecía que simplemente no podía desprenderse de ella.Se aflojó la corbata mientras avanzaba hacia la cocina. Al llegar, encendió el microondas y se acercó a la nevera para servirse algo de beber. La cocinera siempre le dejaba la comida preparada, lista para que él solo tuviera que calentarla al llegar. Tenía suerte de al menos saber usar un microondas, aunque, si su madre aún viviera, habría pegado el grito al cielo solo de verlo acercarse a la cocina. Siempre lo había co
Valeria alzó la vista, consciente de que se había quedado a solas con Maxim, ese había sido su plan. Se encontró con sus ojos fijos sobre ella y una sonrisa amable en el rostro. Le devolvió una sonrisa educada, disimulando los nervios que sentía.—No, no lo han hecho —dijo sin titubear—. Soy la nueva empleada del departamento de Marketing.El primer pensamiento que cruzó la mente de Maxim al examinar a Valeria con más detenimiento fue que era una mujer hermosa. Su cabello castaño estaba sujeto en una cola alta, pero algunos mechones caían alrededor de su rostro acentuando una apariencia casi angelical. Sus labios estaban curvados en una sonrisa que oscilaba entre lo cautivador y lo inocenteMaxim se puso de pie y se acercó a Valeria.—Bienvenida a Secure Line Insurance —dijo, asegurándose de sonar profesional y extendió la mano.Valeria también se levantó y tomó su mano. Su piel se sentía suave y cálida al contacto. Un pensamiento inapropiado cruzó por la mente de Maxim momentáneamen
Era oficial. Valeria se había convertido en una acosadora, si es que no lo había sido ya antes. La vergüenza la carcomía, pero no la detuvo. Desde su último encuentro con Maxim —hace más de una semana—, no había tenido la oportunidad de volver a estar en la misma habitación con él, ni mucho menos encontrase a solas. El que sus oficinas quedaran en pisos diferentes, hacía que cualquier encuentro casual fuera casi imposible. No es como si pudiera ir a la oficina de Maxim y fingir que se había perdido.Así que, la tarde anterior, cuando lo vio en uno de los pasillos conversando con su secretario, se había acercado lo suficiente para poder escucharlos, sin que ellos la notaran. Y eso la había llevado hasta el bar que estaba frente a ella.—Lo haces por Nydia —se recordó en voz baja, para armarse de valor.Entró en el bar, intentando aparentar seguridad. El ambiente era cálido en contraste con el frío que comenzaba a hacer en el exterior. Una suave melodía la envolvió, así como el sonido
Valeria sintió una oleada de satisfacción al detectar un leve destello de deseo en la mirada de Maxim mientras seguía sus movimientos con atención. Permitió que una sonrisa juguetona se dibujara en sus labios antes de darle un sorbo a su bebida y luego bajó su copa lentamente, dejando que el momento se prolongara. Sus ojos se encontraron con los de Maxim, y por un breve instante, el aire entre ellos se cargó de tensión.No tenía experiencia coqueteando con los hombres, pero, al parecer, no lo estaba haciendo nada mal.—¿Qué tal estuvo su día? —preguntó Valeria con voz suave, inclinándose un poco hacia él.Maxim se aclaró la garganta, tratando de recobrar el control.—No es necesario que seas tan formal. Después de todo, no estamos en el trabajo —dijo Maxim, esbozando una sonrisa—. En cuanto a mi día… fue como cualquier otro. Trabajo, reuniones, contratos.Valeria mantuvo su mirada fija en él, dándole toda su atención, mientras recordaba las palabras de Pia.—A los hombres les gusta sab
Valeria despertó con un dolor agudo e insoportable que le martillaba las sienes. Soltó un gemido ahogado e instintivamente, llevó su antebrazo hasta su rostro, cubriendo sus ojos de la luz del día que se filtraba por las cortinas.—¡Maldición! —se quejó, apretando los ojos al recordar las múltiples copas de licor que había ingerido. Había sido una mala idea, una muy mala idea.Además, tenía la boca demasiado seca, como si hubiera pasado semanas sin beber una sola gota de agua.Con un enorme esfuerzo, se obligó a levantarse de la cama, tambaleándose un poco mientras se dirigía al baño. En cuanto entró, lo primero que hizo fue buscar en el armario sobre el lavabo unas pastillas para el dolor de cabeza, se tomó dos y rezó para que surtieran efecto pronto. Después, abrió el grifo y se empapó el rostro con un poco de agua fría, intentando despejar la mente.—Qué desastre —comentó al levantar la vista y ver su reflejo en el espejo.Su cabello estaba enredado, un desastre total, como si un n
Maxim no estaba seguro de lo que hacía en las oficinas de Marketing de su empresa. No tenía ninguna junta programada y tenía que estar en su oficina revisando algunos documentos. Era evidente que su presencia parecía alterar el ambiente, al punto de que varios empleados parecían querer desaparecer.Inspeccionó el lugar, como si quisiera asegurarse de que todos estaban trabajando diligentemente, pero en realidad —incluso si no era capaz de admitirlo— sus ojos estaban buscando a Valeria. No sabía cuál era su escritorio, lo cual solo hacía difícil la tarea de localizarla.Asintió con la cabeza en respuesta al saludo que le dio uno de sus empleados al pasar por su lado y continuó caminando hasta llegar a la oficina de Regina. Llamó a la puerta y entró inmediatamente.—Maxim —saludó Regina con una sonrisa cortés, haciéndole un gesto con la mano para que tomara asiento. Si le sorprendió verlo allí, lo ocultó muy bien.Maxim se sentó frente a ella y su secretario ocupó el espacio vacío junto
Maxim tomó la silla y la deslizó hacia atrás para que Jade pudiera sentarse. Ella le dio una sonrisa de agradecimiento antes de sentarse. En cuanto, Jade terminó de acomodarse, Maxim se dirigió a la silla frente a ella y tomó asiento.—No esperaba tu llamada —comentó Jade, esbozando una sonrisa coqueta mientras se inclinaba hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa—. Tienes suerte de que estuviera en la ciudad.Jade era una modelo francesa y el rostro principal de una de las marcas de perfumes más reconocidas del país. Por motivos de trabajo, ella viajaba constantemente entre Italia y Francia. Maxim la había conocido hace casi un año en un evento exclusivo organizado por la empresa de uno de sus clientes más importantes, y desde entonces, habían mantenido contacto, reuniéndose esporádicamente.—Bastante afortunado —respondió Maxim, devolviéndole la sonrisa mientras tomaba la carta y comenzaba a revisar el menú—. ¿Qué te gustaría ordenar?—El pollo al vapor con ensalada estará
Valeria se reclinó en su silla y sonrió con satisfacción al ver el resultado de su trabajo. Finalmente había terminado y, sin querer parecer pretenciosa, sabía que era perfecto. Al levantar la mirada, se dio cuenta de que era la única persona que quedaba en la oficina. Sus compañeros se habían ido hace un rato, pero ella había preferido quedarse hasta terminar su último pendiente debido a que no le faltaba demasiado.Miró el reloj en la pantalla de su ordenador y notó que casi eran las ocho de la noche, lo que significaba que había pasado mucho más tiempo del que creía desde que Cristina se despidió de ella.Envió el documento finalizado al correo de su jefe inmediato y apagó su computadora. Luego se levantó y estiró los brazos por encima de la cabeza, tratando de aliviar la rigidez en sus músculos tras haber pasado tantas horas en la misma posición. Después, alistó su bolso y se dirigió al ascensor. En el camino, se encontró con la señora de la limpieza y le ofreció un saludo.Mientr