Denise bajó las escaleras con el bolso del portátil colgado del hombro y el móvil en una mano, concentrándose en cada paso que daba, para evitar caerse. Su cuerpo se encontraba exhausto, sin embargo, no podía continuar en la cama. No cuando su mente estaba despabilada como si, en lugar de ser las siete de la mañana, fueran las doce del mediodía. Eso de viajar tanto en tan poco tiempo no era para ella. No entendía cómo hacían las personas que, por cuestiones de trabajo o gusto personal —como en el caso de Byrne—, viajaban prácticamente a diario. Ella había sufrido tres jetlag en menos de un mes y se sentía de otro planeta. Ni siquiera podía entender cómo hacía Liam para dormir sin ningún problema, a pesar del cambio de horario. Cuando había llegado a Buenos Aires, aquella noche había dormido sin problema alguno y, ahora, tras regresar, hacía lo mismo. ¡Le daba tanta envidia!Al llegar a la cocina, puso el café en el filtro de la cafetera y la llenó de agua, antes de encenderla. Suspir
Aquella mañana se presentaba fría y gris, como era costumbre por aquella época en Irlanda, pero a Denise no le importó demasiado. En su cabeza rondaban temas mucho más importantes que el clima; como, por ejemplo, que al llegar al trabajo debía comunicarse con el abogado y el contador de su madre para que realizaran cuanto antes la donación a las asociaciones en contra de la violencia, que ella había escogido tras una exhaustiva investigación. En cierta medida, sentía que no estaba haciendo demasiado, sin embargo, era lo que podía y se sentía capaz de hacer. «Al menos, no me estoy quedando de brazos cruzados», se decía una y otra vez, intentando convencerse de que lo que estaba haciendo no era en absoluto reprobable, sino todo lo contrario. De hecho, la noche anterior, una vez en la cama, le había confesado a Liam su temor, y él había intentado tranquilizarla, mientras le acariciaba el cabello, diciéndole que lo que estaba haciendo era mucho más de lo que la gran mayoría de las persona
En cuanto el bus frenó en la parada correspondiente, Denise se precipitó hacia el exterior, deseosa de ingresar cuanto antes a la empresa. La lluvia había comenzado a precipitarse sobre la ciudad y el frío se había vuelto más intenso.Como pudo, haciendo malabares para no caerse de los quince centímetros de tacón que había escogido aquella mañana, se acercó a la entrada y, sin mirar atrás, se adentró en el edificio, suspirando, aliviada de que el bus la hubiese dejado tan cerca. Tan solo había tenido que recorrer unos diez metros hasta allí, por lo cual su ropa y su pelo no habían quedado empapados, tan solo se notaba una leve humedad que, tras un par de minutos en su bien calefaccionada oficina, se evaporarían sin dejar rastros.Una vez atravesó el pasillo hasta su despacho, frunció el ceño al comprobar que Adam aún no había llegado. Aquello era bastante inusual, sin embargo, le quitó importancia. Era el dueño de la empresa, podía llegar a la hora que quisiera. Aun así, esperaba que
A ESCONDIDAS—Siento interrumpir —dijo Rebecka con un gesto que indicaba que aquello era una gran mentira—, pero hace media hora que los estamos esperando en la sala de reuniones. El jefe del servicio de la decoración de la fiesta está esperándonos —agregó.Denise miró el ordenador. Había olvidado por completo aquella cita que, en efecto, figuraba en el itinerario que Adam había confeccionado para aquel día. Se maldijo mentalmente. No obstante, no era la única que lo había pasado por alto.—Lo siento —dijo Adam—. Estábamos hablando sobre las opciones de salones con las que contamos y viendo cuáles son las ventajas y desventajas de cada uno —mintió con una sonrisa—. Infórmale al jefe de decoración que en un minuto estaremos allí con él.Rebecka asintió con hastío, sin notar la mentira de Adam, o ignorándola, para luego girar sobre sus talones y salir al pasillo, cerrando la puerta tras de sí.—¿Crees que nos ha oído? —preguntó Denise, un tanto incómoda.—No, no lo creo. De otro modo hu
NO QUIERO UN MR. DARCYCuando Denise se adentró en la casa que compartía con Liam, frunció el ceño, completamente desconcertada, al notar que todo estaba sumido en la más completa oscuridad. ¿Por qué le había pedido que le avisara cuando saliera del trabajo, si él no iba a estar en casa? No, aquello no tenía sentido. Conociéndolo, Liam se traía algo entre manos, pero ¿qué?A ciegas, buscó el interruptor de la luz y encendió las bombillas de la sala, haciendo que la habitación se iluminara por completo. Cerró los ojos ante el brusco cambio de iluminación, para, al abrirlos, sentir que aquello no podía ser más que un sueño, y no precisamente de los buenos, pero tampoco de los malos… Este, sin dudas, entraba en la categoría de los «sin sentido».Cerró los ojos una vez más y se los frotó con fuerza; sin embargo, al abrirlos, el largo camino de ¿joyas? seguía allí. ¿Es que acaso…?Volteó los ojos al cielo, suspiró y sonrió. Era Liam, pocas cosas tenían sentido cuando se trataba de él.―Lia
Denise se levantó, sintiendo que su cabeza daba vueltas como si hubiese bebido, sin embargo, aquel estado se debía a que las pesadillas no la habían dejado dormir en toda la noche y la falta de descanso que se le había acumulado estaba comenzando a hacer de las suyas.Su noche había empezado tranquila. Había comenzado soñando con que Liam y ella recorrían Irlanda y el mundo, sin embargo, aquellos sueños habían mutado prácticamente de inmediato, siendo sustituidos por la maldita escena en la que no era su madre quien había fallecido ―de hecho, Amelia se encontraba a su izquierda, mientras que Liam se hallaba a su derecha―, sino que estaban asistiendo al entierro de Adam Warren. ¿Por qué demonios había soñado con aquello? No tenía ni el más mínimo sentido. Estaba segura de que solo se debía a que se había dormido pensando en lo que había oído la tarde anterior, cuando había hallado a Clara y Rebecka encerradas en el baño de su oficina; ya que sus teorías habían alzado el vuelo hasta alc
Denise se montó en el coche de Adam, el cual se encontraba en el sector privado del aparcamiento de la empresa, y sintió como el aroma a cuero y perfume de diseñador invadían sus fosas nasales. Suspiró y, tras cerrar la puerta con el mayor de los cuidados, colocó la llave en el contacto.Se sentía sumamente incómoda de conducir aquel coche. No era como que nunca hubiese manejado un automóvil de alta gama, sin embargo, nunca se había sentido tan presionada por hacerlo bien. Era su primera vez al volante en un país que no era el suyo, no tenía carnet de conducir que le permitiera hacerlo en territorio irlandés y, encima, debía llegar a la cita en tiempo récord.Con manos sudorosas, puso en marcha el coche, sintiendo el suave ronroneo del motor y esperando que no fuera de esos automóviles que, con el simple roce del acelerador, alcanzaban una velocidad de vértigo y completamente peligrosa. Sin embargo, sus esperanzas eran mínimas, ya que todo en aquel vehículo daba a pensar que sería tod
El móvil de Liam comenzó a vibrar con insistencia, pero lo ignoró una vez más. Estaba en el supermercado, ocupado en la búsqueda de la sección de productos internacionales, y no le apetecía atender rodeado de gente.Cuando por fin dio con el sector correspondiente y pensaba si llevar algo más aparte de lo que buscaba, su móvil empezó a vibrar una vez más. Suspirando, lo ignoró por completo. Sin embargo, cuando comenzó a hacerlo de nuevo, frunció el ceño, desconcertado. ¿Qué demonios sucedía? Nadie lo llamaba con tanto ahínco, salvo que hubiese sucedido algo.Con una mano sobre el carrito de la compra, tomó el móvil del bolsillo de su chaqueta y observó la pantalla.―¿Adam? ―murmuró, aún más desconcertado.¿Qué demonios quería? Pero, sobre todo, ¿por qué tanta insistencia? No le había hecho ningún encargo, al menos que él pudiese recordar, y, aunque así hubiese sido, no acostumbraba a llamarlo de aquella manera.Suspiró e intentó contestar, pero la llamada finalizó antes de que pudiera