El móvil de Liam comenzó a vibrar con insistencia, pero lo ignoró una vez más. Estaba en el supermercado, ocupado en la búsqueda de la sección de productos internacionales, y no le apetecía atender rodeado de gente.Cuando por fin dio con el sector correspondiente y pensaba si llevar algo más aparte de lo que buscaba, su móvil empezó a vibrar una vez más. Suspirando, lo ignoró por completo. Sin embargo, cuando comenzó a hacerlo de nuevo, frunció el ceño, desconcertado. ¿Qué demonios sucedía? Nadie lo llamaba con tanto ahínco, salvo que hubiese sucedido algo.Con una mano sobre el carrito de la compra, tomó el móvil del bolsillo de su chaqueta y observó la pantalla.―¿Adam? ―murmuró, aún más desconcertado.¿Qué demonios quería? Pero, sobre todo, ¿por qué tanta insistencia? No le había hecho ningún encargo, al menos que él pudiese recordar, y, aunque así hubiese sido, no acostumbraba a llamarlo de aquella manera.Suspiró e intentó contestar, pero la llamada finalizó antes de que pudiera
Para Liam las últimas semanas habían resultado una completa tortura. La esperanza y la fe que había hallado en su interior, comenzaban a desaparecer, como si jamás hubiesen existido. No tenía ni la más mínima idea de cómo era que seguía en pie. El ver todos los días a Denise postrada en aquella cama de sábanas blancas e impolutas, en el interior de una aséptica habitación de paredes desnudas, con sus brazos llenos de catéteres perforando su piel, era un suplicio. Cada vez que transitaba el pasillo que conducía hasta donde se encontraba, el corazón de Liam se encogía y sus entrañas ardían, como si hubiese ingerido veneno.Si bien no podía dejar de culpar a Adam por lo ocurrido, cada vez que se lo encontraba en los pasillos ―ambos habían logrado que les concedieran las visitas―, notaba que su ex mejor amigo se culpaba de lo ocurrido. Por lo que, poco a poco, había comenzado a pensar en que quizás esa ya era suficiente martirio para él. No obstante, no podía evitar sentir que el hecho de
Liam hipó y alzó la vista, la cual le costaba enfocar, hacia el hombre que se encontraba frente a él; aquel hombre que había estado en los buenos y malos momentos; el mismo que había resultado ser su padre biológico y quien le había dado todo sin pedir nada a cambio.—Dame más —exigió a media lengua, haciendo deslizar el vaso a través de la barra.—¿No crees que ya has bebido demasiado, Liam? —preguntó, dudando por un momento antes de verter unas cuantas gotas de whisky en el vaso.Antaine sabía que el alcohol no era un buen compañero y era un aún peor consejero, pero allí estaba desde hacía más de una hora, sirviéndole copa tras copa. Lo único que deseaba era verlo bien. Era consciente de la fortaleza de su hijo, de la fortaleza de aquel hombre que, a pesar de todo, era capaz de salir adelante, y lo había demostrado en más de una ocasión. Sin embargo, entendía que en esta oportunidad le costase mucho más.Desde que había conocido a Denise, Liam había cambiado por completo. En los últ
Liam caminaba impaciente de una punta a la otra de aquel largo y blanco pasillo. Si bien todo había salido excelente durante la cirugía cerebral de Denise, no podía evitar sentir que el miedo se había intensificado, tanto o más que la impaciencia por verla bien. Había pasado los últimos tres días en aquel pasillo, a la espera de que le permitieran ver a la mujer que amaba; aun cuando el doctor Lynch, le había aconsejado que se fuera a casa a descansar, prometiéndole que lo llamaría ante cualquier novedad. Sin embargo, la simple idea de marcharse y estar lejos de ella lo hacía sentir peor que verla postrada e inconsciente. Entendía a la perfección que no lo dejaran ingresar en la habitación, dado que el médico le había explicado que, debido a la complejidad de la intervención quirúrgica a la que había sido sometida Denise, no era recomendable que nadie ajeno al personal del hospital estuviera en contacto directo con ella. Sí, Denise había sido estabilizada, pero sus defensas habían que
Adam tamborileaba sus dedos sobre la mesa, junto a su vaso de whisky —sabía que era demasiado temprano para beber, pero no había podido evitarlo—, ansioso porque Liam llegase cuanto antes. No estaba seguro de si había hecho bien al citarse con él, sin embargo, creía que era lo mejor. Liam merecía saber lo que había averiguado. Durante la mañana, cansado de la eterna espera, se había comunicado con el comisario O’Neill, quien estaba a cargo del caso y que, para su fortuna, era el hijo de quien había sido el abogado de su padre por más de tres décadas. Eso le había permitido que, tras insistirle un poco, le compartiera lo que la policía sabía por el momento. No le agradaba tener que hacer uso de sus contactos, pero, si tenía la posibilidad de obtener información, lo haría; más en ese caso, en el que Denise se encontraba inconsciente por culpa de que alguien había querido matarlo. Quizás, lo mejor hubiese sido hablar con Liam directamente por teléfono, pero no creía que fuese buena idea
Antaine observaba detenidamente a Liam, quien se encontraba sentado en uno de los bancos de la iglesia con la mirada perdida mientras sus labios se movían frenéticos, formando palabras que él era incapaz de oír desde donde se encontraba, dado que le había dado el espacio necesario para que estuviera cómodo y pudiera dejar fluir todo lo que sentía. Sabía a la perfección que su hijo continuaba sin creer en todo aquello, sin embargo, podía notar que se había aferrado a esa rutina como si tratase de un chaleco salvavidas. No creía que el hábito que había adoptado durante las últimas semanas lo hubiese ayudado a sentirse mejor, pero había evitado que recurriese a la bebida, como lo había hecho hasta que le había aconsejado que canalizara sus energías hacia lo positivo.Suspiró. Verlo en aquel estado lo destrozaba y lo hacía desear, con aún más fuerzas, que Denise despertase del coma y que ella y Liam, al igual que Michael y Caitlín, pudiesen hallar la felicidad. Los cuatro tenían pasados d
Al llegar al edificio en el que se encontraban las oficinas de la cristalería Warren, Liam se detuvo un minuto ante la puerta y suspiró, antes de entrar y encaminarse hacia la recepcionista.Había decidido ir solo, por lo que, de camino hacía allí, había dejado a Antaine en el bar, a pesar de que este, preocupado, se había ofrecido a acompañarlo. Sin embargo, Liam se las había arreglado para convencerlo de que no era necesario. No había nada de lo que preocuparse, tan solo era un poco de información.Tenía que reconocer que eso de los contactos de Adam le estaba resultando más gratificante que incómodo, dado que, si no fuera por eso, dudaba mucho de que la investigación fuese tan rápida como lo estaba siendo hasta el momento. Sí, él también conocía al comisario Brian O’Neill, pero la relación que habían mantenido a lo largo de su adolescencia había sido prácticamente nula, por lo que no le quedaba más remedio que estar agradecido con Adam. Si hubiese dependido de sus contactos, dudaba
—Acair Glein —dijo, parándose frente a aquel sujeto, que ni siquiera pestañeó ante la mención de su nombre—. Te hemos traído nuevamente aquí porque necesitamos que reconozcas a la persona que te dio la orden para ejecutar a Adam Warren.El hombre se limitó a asentir, sin decir ni una sola palabra. Aquel era el único movimiento que había realizado en más de cuatro minutos de grabación. Brian le devolvió el gesto y salió del encuadre, para reaparecer minutos después seguido de una demacrada mujer, cuyo rostro denotaba largas horas de llanto.—Siéntate, por favor —le indicó el comisario a Rebecka, quien, cabizbaja, lo obedeció de inmediato, sorprendiendo a Liam y Adam, quienes jamás la habían visto en actitud tan sumisa—. Acair Glein —repitió O’Neill, parándose en uno de los extremos de la mesa y apoyando ambas manos sobre esta—, ¿esta es la mujer que te hizo el encargo? —preguntó, alternando la mirada entre ambos. —Ya dije que yo… —comenzó a decir Rebecka, alzando la mirada hacia el co