¿A dónde demonios se había ido Denise? ¿En dónde se había metido?Liam había salido de la habitación mientras ella se duchaba y había estado fuera por menos de veinte minutos, para al regresar encontrarse con que ella había desaparecido.¿A dónde podría haber ido en ese tiempo?Temiendo que Denise hubiese huido como había hecho en Waterford, Liam se había dedicado a recorrer todo el dormitorio, comprobando que solo se había llevado su bolso y su teléfono móvil. Aquello lo alivió en cierta medida, ya que eso lo hacía pensar que tan solo había salido por un breve periodo de tiempo y que pronto regresaría. Pero ¿a dónde había ido y por qué?Luego de una hora de espera, Liam daba vueltas por la habitación, impaciente. Se había sentado y levantado un millón de veces en los últimos sesenta minutos, asomándose a cada rato al balcón y al pasillo, esperando que Denise regresara.Había estado a punto de llamarla una decena de veces, pero se lo había impedido, pensando en que lo mejor era darle
Liam se acercó a ella, con los ojos acuosos, y la abrazó con fuerza, repitiéndose que lo que siempre había pensado de Denise era completamente cierto: jamás dejaría de sorprenderlo. Era la mujer más fuerte, hermosa, maravillosa, bondadosa que jamás había conocido. Y no, no lo pensaba porque estuviese enamorado de ella, sino porque realmente era así. Denise era de esas personas que el planeta necesitaba en cantidad. Una mujer que sabía lo que quería y que, a pesar de la pérdida de su madre y las cosas que había descubierto en los últimos días, se atrevía a alzar la cabeza y continuar, enfocándose no solo en su propia vida, sino también en la de los demás.¿Cómo podía no amarla? ¿Cómo podía no desear que fuese feliz? ¿Cómo? Era imposible. Denise se había ganado su corazón hacía demasiado tiempo, pero, con cada minuto que pasaba, con cada acción que realizaba, le hacía sentir que su corazón era insuficiente para una persona como ella.Conmovido, tomó la barbilla de Denise con suavidad y
—Denise —murmuró a su oído, intentando despertarla—. Denise —repitió, posándole una mano sobre el hombro y moviéndola con suavidad, logrando que abriera los ojos por fin.—¿Qué? ¿Qué sucede? —preguntó, desorientada, mirando a su alrededor y comprobando que aún se encontraban en el avión.—Es hora de bajar —dijo Liam con una sonrisa—. Llevo bastante tiempo intentando despertarte.—Ya estamos en… en… —Bostezó.—Sí, estamos en Dublín y aún nos queda un buen trayecto hasta Waterford —afirmó.Denise se desperezó y refregó sus ojos una decena de veces, antes de asentir y ponerse de pie, tambaleante.—Lo siento —dijo, tomando su bolso de mano.Liam se limitó a sonreír mientras la imitaba y se colgaba, cruzado sobre su pecho, el bolso en el que acababa de guardar su portátil. Había pasado las últimas horas de vuelo volcando todo lo que pensaba y sentía en un archivo Word, mientras Denise dormía plácidamente a su lado.Cuando ambos por fin estuvieron listos, se encaminaron hacia la puerta del
Denise bajó las escaleras con el bolso del portátil colgado del hombro y el móvil en una mano, concentrándose en cada paso que daba, para evitar caerse. Su cuerpo se encontraba exhausto, sin embargo, no podía continuar en la cama. No cuando su mente estaba despabilada como si, en lugar de ser las siete de la mañana, fueran las doce del mediodía. Eso de viajar tanto en tan poco tiempo no era para ella. No entendía cómo hacían las personas que, por cuestiones de trabajo o gusto personal —como en el caso de Byrne—, viajaban prácticamente a diario. Ella había sufrido tres jetlag en menos de un mes y se sentía de otro planeta. Ni siquiera podía entender cómo hacía Liam para dormir sin ningún problema, a pesar del cambio de horario. Cuando había llegado a Buenos Aires, aquella noche había dormido sin problema alguno y, ahora, tras regresar, hacía lo mismo. ¡Le daba tanta envidia!Al llegar a la cocina, puso el café en el filtro de la cafetera y la llenó de agua, antes de encenderla. Suspir
Aquella mañana se presentaba fría y gris, como era costumbre por aquella época en Irlanda, pero a Denise no le importó demasiado. En su cabeza rondaban temas mucho más importantes que el clima; como, por ejemplo, que al llegar al trabajo debía comunicarse con el abogado y el contador de su madre para que realizaran cuanto antes la donación a las asociaciones en contra de la violencia, que ella había escogido tras una exhaustiva investigación. En cierta medida, sentía que no estaba haciendo demasiado, sin embargo, era lo que podía y se sentía capaz de hacer. «Al menos, no me estoy quedando de brazos cruzados», se decía una y otra vez, intentando convencerse de que lo que estaba haciendo no era en absoluto reprobable, sino todo lo contrario. De hecho, la noche anterior, una vez en la cama, le había confesado a Liam su temor, y él había intentado tranquilizarla, mientras le acariciaba el cabello, diciéndole que lo que estaba haciendo era mucho más de lo que la gran mayoría de las persona
En cuanto el bus frenó en la parada correspondiente, Denise se precipitó hacia el exterior, deseosa de ingresar cuanto antes a la empresa. La lluvia había comenzado a precipitarse sobre la ciudad y el frío se había vuelto más intenso.Como pudo, haciendo malabares para no caerse de los quince centímetros de tacón que había escogido aquella mañana, se acercó a la entrada y, sin mirar atrás, se adentró en el edificio, suspirando, aliviada de que el bus la hubiese dejado tan cerca. Tan solo había tenido que recorrer unos diez metros hasta allí, por lo cual su ropa y su pelo no habían quedado empapados, tan solo se notaba una leve humedad que, tras un par de minutos en su bien calefaccionada oficina, se evaporarían sin dejar rastros.Una vez atravesó el pasillo hasta su despacho, frunció el ceño al comprobar que Adam aún no había llegado. Aquello era bastante inusual, sin embargo, le quitó importancia. Era el dueño de la empresa, podía llegar a la hora que quisiera. Aun así, esperaba que
A ESCONDIDAS—Siento interrumpir —dijo Rebecka con un gesto que indicaba que aquello era una gran mentira—, pero hace media hora que los estamos esperando en la sala de reuniones. El jefe del servicio de la decoración de la fiesta está esperándonos —agregó.Denise miró el ordenador. Había olvidado por completo aquella cita que, en efecto, figuraba en el itinerario que Adam había confeccionado para aquel día. Se maldijo mentalmente. No obstante, no era la única que lo había pasado por alto.—Lo siento —dijo Adam—. Estábamos hablando sobre las opciones de salones con las que contamos y viendo cuáles son las ventajas y desventajas de cada uno —mintió con una sonrisa—. Infórmale al jefe de decoración que en un minuto estaremos allí con él.Rebecka asintió con hastío, sin notar la mentira de Adam, o ignorándola, para luego girar sobre sus talones y salir al pasillo, cerrando la puerta tras de sí.—¿Crees que nos ha oído? —preguntó Denise, un tanto incómoda.—No, no lo creo. De otro modo hu
NO QUIERO UN MR. DARCYCuando Denise se adentró en la casa que compartía con Liam, frunció el ceño, completamente desconcertada, al notar que todo estaba sumido en la más completa oscuridad. ¿Por qué le había pedido que le avisara cuando saliera del trabajo, si él no iba a estar en casa? No, aquello no tenía sentido. Conociéndolo, Liam se traía algo entre manos, pero ¿qué?A ciegas, buscó el interruptor de la luz y encendió las bombillas de la sala, haciendo que la habitación se iluminara por completo. Cerró los ojos ante el brusco cambio de iluminación, para, al abrirlos, sentir que aquello no podía ser más que un sueño, y no precisamente de los buenos, pero tampoco de los malos… Este, sin dudas, entraba en la categoría de los «sin sentido».Cerró los ojos una vez más y se los frotó con fuerza; sin embargo, al abrirlos, el largo camino de ¿joyas? seguía allí. ¿Es que acaso…?Volteó los ojos al cielo, suspiró y sonrió. Era Liam, pocas cosas tenían sentido cuando se trataba de él.―Lia