Liam terminó de leer aquella carta, boquiabierto y con miles de sensaciones en su interior, mientras Denise continuaba sollozando e hipando a su lado.Con los ojos aún clavados en la última palabra, se llevó una mano a la cabeza, incapaz de procesar todo lo que acababa de leer. Si bien no había comprendido todas y cada una de las palabras, sí había podido entender los puntos más importantes. Era increíble como todo lo que uno pensaba podía cambiar de la noche a la mañana. No sabía si era verdad lo que decía Amelia en aquellos folios, pero, si así era, Denise acaba de leer una triste versión del origen de su vida. Sin embargo, le era imposible juzgarla por lo que había sucedido. Si era tal y como ella lo contaba, había sido una víctima más de un sistema patriarcal. Un sistema en el que las mujeres no importan, en el que se considera que la única razón de la existencia del género femenino es la de procrear, criar a los hijos y cuidar de los hombres y, básicamente, ser objetos de estos ú
°El sol entraba a raudales en la habitación, calentando el rostro de Denise, quien comenzaba a despertarse con un agudo dolor de cabeza y completamente desorientada. ¿Qué demonios pasaba? ¿Por qué sentía su cabeza pesada y adolorida, como si hubiese sido víctima de un martillo neumático? ¿Qué había sucedido la noche anterior? No recordaba más que pequeños fragmentos que le destruían el corazón y la hacían querer sumirse de nuevo en la inconsciencia. Su madre…, la madre a la que tanto había detestado, por fin se había dignado a confesarle por qué le había negado aquello que tanto había necesitado, y le dolía más saberlo que odiarla por creer que no la quería.En tanto sus ojos se empañaban ante el recuerdo de la carta de Amelia, comenzó a moverse en la cama, percatándose de que algo oprimía su pecho y le impedía girarse. Frunció el ceño, confundida, mientras continuaba forcejeando. Se negaba a abrir los ojos, le dolía demasiado la cabeza. Sin embargo, si quería descubrir qué era lo qu
Al llegar a la cafetería, miró su teléfono móvil, constatando que había llegado cinco minutos antes de lo acordado. No importaba. Deseaba estar allí cuando su tío cruzara la puerta. No quería andarse con rodeos, necesitaba sacarse aquella maldita duda cuanto antes. No sabía qué haría con la información que obtuviera, pero quería saber dónde carajos estaba el hijo de puta que había contribuido a que ella existiera, el hijo de puta que había destruido a su madre y la había llevado, más tarde o más temprano, al suicidio.Luego de suspirar, mirando todas las mesas a su alrededor, decidió sentarse cerca de la entrada, pero lo suficientemente lejos de los demás clientes. Quería ver cuando llegara Antonio, a la par que mantener cierta privacidad.Mordiéndose las uñas con impaciencia, le hizo señas a la camarera y le pidió un café doble mientras rogaba que su tío se dignase a aparecer. Esperaba que no se demorase demasiado, ya que, con cada minuto que pasaba, la decisión que había tomado flaq
¿A dónde demonios se había ido Denise? ¿En dónde se había metido?Liam había salido de la habitación mientras ella se duchaba y había estado fuera por menos de veinte minutos, para al regresar encontrarse con que ella había desaparecido.¿A dónde podría haber ido en ese tiempo?Temiendo que Denise hubiese huido como había hecho en Waterford, Liam se había dedicado a recorrer todo el dormitorio, comprobando que solo se había llevado su bolso y su teléfono móvil. Aquello lo alivió en cierta medida, ya que eso lo hacía pensar que tan solo había salido por un breve periodo de tiempo y que pronto regresaría. Pero ¿a dónde había ido y por qué?Luego de una hora de espera, Liam daba vueltas por la habitación, impaciente. Se había sentado y levantado un millón de veces en los últimos sesenta minutos, asomándose a cada rato al balcón y al pasillo, esperando que Denise regresara.Había estado a punto de llamarla una decena de veces, pero se lo había impedido, pensando en que lo mejor era darle
Liam se acercó a ella, con los ojos acuosos, y la abrazó con fuerza, repitiéndose que lo que siempre había pensado de Denise era completamente cierto: jamás dejaría de sorprenderlo. Era la mujer más fuerte, hermosa, maravillosa, bondadosa que jamás había conocido. Y no, no lo pensaba porque estuviese enamorado de ella, sino porque realmente era así. Denise era de esas personas que el planeta necesitaba en cantidad. Una mujer que sabía lo que quería y que, a pesar de la pérdida de su madre y las cosas que había descubierto en los últimos días, se atrevía a alzar la cabeza y continuar, enfocándose no solo en su propia vida, sino también en la de los demás.¿Cómo podía no amarla? ¿Cómo podía no desear que fuese feliz? ¿Cómo? Era imposible. Denise se había ganado su corazón hacía demasiado tiempo, pero, con cada minuto que pasaba, con cada acción que realizaba, le hacía sentir que su corazón era insuficiente para una persona como ella.Conmovido, tomó la barbilla de Denise con suavidad y
—Denise —murmuró a su oído, intentando despertarla—. Denise —repitió, posándole una mano sobre el hombro y moviéndola con suavidad, logrando que abriera los ojos por fin.—¿Qué? ¿Qué sucede? —preguntó, desorientada, mirando a su alrededor y comprobando que aún se encontraban en el avión.—Es hora de bajar —dijo Liam con una sonrisa—. Llevo bastante tiempo intentando despertarte.—Ya estamos en… en… —Bostezó.—Sí, estamos en Dublín y aún nos queda un buen trayecto hasta Waterford —afirmó.Denise se desperezó y refregó sus ojos una decena de veces, antes de asentir y ponerse de pie, tambaleante.—Lo siento —dijo, tomando su bolso de mano.Liam se limitó a sonreír mientras la imitaba y se colgaba, cruzado sobre su pecho, el bolso en el que acababa de guardar su portátil. Había pasado las últimas horas de vuelo volcando todo lo que pensaba y sentía en un archivo Word, mientras Denise dormía plácidamente a su lado.Cuando ambos por fin estuvieron listos, se encaminaron hacia la puerta del
Denise bajó las escaleras con el bolso del portátil colgado del hombro y el móvil en una mano, concentrándose en cada paso que daba, para evitar caerse. Su cuerpo se encontraba exhausto, sin embargo, no podía continuar en la cama. No cuando su mente estaba despabilada como si, en lugar de ser las siete de la mañana, fueran las doce del mediodía. Eso de viajar tanto en tan poco tiempo no era para ella. No entendía cómo hacían las personas que, por cuestiones de trabajo o gusto personal —como en el caso de Byrne—, viajaban prácticamente a diario. Ella había sufrido tres jetlag en menos de un mes y se sentía de otro planeta. Ni siquiera podía entender cómo hacía Liam para dormir sin ningún problema, a pesar del cambio de horario. Cuando había llegado a Buenos Aires, aquella noche había dormido sin problema alguno y, ahora, tras regresar, hacía lo mismo. ¡Le daba tanta envidia!Al llegar a la cocina, puso el café en el filtro de la cafetera y la llenó de agua, antes de encenderla. Suspir
Aquella mañana se presentaba fría y gris, como era costumbre por aquella época en Irlanda, pero a Denise no le importó demasiado. En su cabeza rondaban temas mucho más importantes que el clima; como, por ejemplo, que al llegar al trabajo debía comunicarse con el abogado y el contador de su madre para que realizaran cuanto antes la donación a las asociaciones en contra de la violencia, que ella había escogido tras una exhaustiva investigación. En cierta medida, sentía que no estaba haciendo demasiado, sin embargo, era lo que podía y se sentía capaz de hacer. «Al menos, no me estoy quedando de brazos cruzados», se decía una y otra vez, intentando convencerse de que lo que estaba haciendo no era en absoluto reprobable, sino todo lo contrario. De hecho, la noche anterior, una vez en la cama, le había confesado a Liam su temor, y él había intentado tranquilizarla, mientras le acariciaba el cabello, diciéndole que lo que estaba haciendo era mucho más de lo que la gran mayoría de las persona