Denise se estiró en su cama mientras oía como su teléfono móvil vibraba con insistencia, preguntándose por qué demonios nunca podía dormir en paz y de corrido sin que nada ni nadie interrumpiera su sueño.Bostezando, se incorporó y reposó su espalda contra el cabecero, antes de tomar el aparato mientras observaba la cama gemela que se encontraba a su lado, separada por una mesilla de noche, comprobando que Liam continuaba dormido.La tarde anterior habían decidido compartir habitación, después de que Liam se negara a pedir otra habitación, alegando que no era necesario y asegurándole que era mucho más fácil que compartieran habitación, antes que solicitar una nueva. Denise dudaba que aquello fuese cierto, pero tampoco se opuso demasiado a la decisión de... ¿Cómo debía llamarlo? ¿Qué demonios eran? Frunció el ceño. ¿Acaso hacía falta tener un título? Negó con la cabeza. No, no era necesario encontrar una palabra que los definiera. Por el momento, no eran nada y lo eran todo a la vez, y
Denise se sentía desfallecer. El día anterior había sido una completa locura y era una suerte que hubiese logrado conciliar el sueño por más de una hora durante el velatorio de su madre, ya que el jetlag y el estrés vivido durante los últimos días comenzaba a hacer mella en su cuerpo.Tras salir de la comisaría, y de camino al departamento de Amelia, había llamado a la funeraria que la mujer había contratado, dejando todo en orden para que retiraran el cadáver, una vez ella pasara por la morgue para cumplir con su parte.Una vez llegaron al bloque de apartamentos, Denise titubeó. No se sentía segura de ingresar a la vivienda que habían compartido hasta hacía tan poco tiempo. No sabía qué sensaciones le despertaría ver aquel lugar una vez más, después de haberse hecho a la idea de no regresar jamás y de saber que allí había muerto la mujer que le había dado la vida.Una vez se encontró frente a la puerta, dudó un momento, sintiendo como sus ojos escocían por culpa de las lágrimas. Sin
Denise suspiró, regresando al presente, sin aún poder asimilar todo lo que había sucedido, ni mucho menos que se encontraba ante el féretro de su madre sin ser capaz de derramar ni una sola lágrima. Sentía su cuerpo y su cerebro completamente adormecidos. Solo era capaz de recordar la secuencia de hechos que la habían llevado hasta ese momento, y aun así no terminaba de comprenderla del todo, ya que algunos recuerdos eran sumamente difusos, a pesar de no ser tan lejanos.—Denise. ¡Denise! —exclamó Liam en voz baja, llamando su atención.—¿Q-qué? —preguntó, mirándolo desorientada.—Ya es hora.—¿De qué? —Frunció el ceño.—Denise, van a transportar el cuerpo de tu madre al cementerio —susurró, haciendo que abriera los ojos de par en par.La muchacha apartó la mirada del rostro de Liam y la posó sobre el ataúd, el cual ya había sido cerrado, y cuatro hombres de mono azul se disponían a trasladarlo hacia la salida.Con el corazón latiéndole a mil revoluciones por segundo, se levantó de la
Liam se sentó en la cama, desconcertado. Lo había despertado un grito desesperado y no entendía qué estaba sucediendo. Miró en derredor, comprobando que las luces estaban encendidas y que Denise no se encontraba en su cama. Frunció el ceño, aún más confundido, en el momento en el que un nuevo grito, proveniente del cuarto de baño, rompió el silencio de la noche. No cabía dudas de que se trataba de Denise, pero ¿por qué? Preocupado, se levantó de la cama a toda velocidad y, sin siquiera pensar en sus muletas, se encaminó hacia el cuarto de baño. Desesperado por los constantes gritos y sollozos de la mujer que amaba, intentó abrir la puerta, comprobando que esta se encontraba trabada desde el interior. —Denise —la llamó, moviendo la manija de la puerta sin cesar y agachándose para observar a través de la cerradura, notando que la llave estaba puesta y le impedía ver qué estaba sucediendo dentro—. Denise —repitió, un poco más fuerte—. ¡Denise! —exclamó, con desesperación—. ¿Qué ocurre
Liam observó a Denise y a la carta alternativamente, hasta que por fin se decidió a hacerle caso. No sabía qué demonios había escrito Amelia que pudiese llevar a Denise a aquel estado, pero no cabía duda de que, si quería saber, no le quedaba más remedio que comenzar a leer. Y así lo hizo, llevándose una mano al pecho y frunciendo el ceño con cada palabra, comprendiendo miles de interrogantes que ni siquiera había llegado a plantearse, y entendiendo por fin por qué Denise se encontraba tan mal. Su español era bastante básico, sin embargo, al comenzar a leer se dio cuenta de que no era necesario un gran conocimiento del idioma, ya que podía captar sin muchos problemas, al menos a grandes rasgos, lo que la madre de Denise había dejado plasmado en aquella carta.Querida hija:Perdón por todo lo que te he hecho vivir a lo largo de tus veinticinco años, perdón por lo que estás viviendo ahora mismo, perdón por no ser la mejor madre del mundo… En fin, simplemente espero que puedas perdonarme
Liam terminó de leer aquella carta, boquiabierto y con miles de sensaciones en su interior, mientras Denise continuaba sollozando e hipando a su lado.Con los ojos aún clavados en la última palabra, se llevó una mano a la cabeza, incapaz de procesar todo lo que acababa de leer. Si bien no había comprendido todas y cada una de las palabras, sí había podido entender los puntos más importantes. Era increíble como todo lo que uno pensaba podía cambiar de la noche a la mañana. No sabía si era verdad lo que decía Amelia en aquellos folios, pero, si así era, Denise acaba de leer una triste versión del origen de su vida. Sin embargo, le era imposible juzgarla por lo que había sucedido. Si era tal y como ella lo contaba, había sido una víctima más de un sistema patriarcal. Un sistema en el que las mujeres no importan, en el que se considera que la única razón de la existencia del género femenino es la de procrear, criar a los hijos y cuidar de los hombres y, básicamente, ser objetos de estos ú
°El sol entraba a raudales en la habitación, calentando el rostro de Denise, quien comenzaba a despertarse con un agudo dolor de cabeza y completamente desorientada. ¿Qué demonios pasaba? ¿Por qué sentía su cabeza pesada y adolorida, como si hubiese sido víctima de un martillo neumático? ¿Qué había sucedido la noche anterior? No recordaba más que pequeños fragmentos que le destruían el corazón y la hacían querer sumirse de nuevo en la inconsciencia. Su madre…, la madre a la que tanto había detestado, por fin se había dignado a confesarle por qué le había negado aquello que tanto había necesitado, y le dolía más saberlo que odiarla por creer que no la quería.En tanto sus ojos se empañaban ante el recuerdo de la carta de Amelia, comenzó a moverse en la cama, percatándose de que algo oprimía su pecho y le impedía girarse. Frunció el ceño, confundida, mientras continuaba forcejeando. Se negaba a abrir los ojos, le dolía demasiado la cabeza. Sin embargo, si quería descubrir qué era lo qu
Al llegar a la cafetería, miró su teléfono móvil, constatando que había llegado cinco minutos antes de lo acordado. No importaba. Deseaba estar allí cuando su tío cruzara la puerta. No quería andarse con rodeos, necesitaba sacarse aquella maldita duda cuanto antes. No sabía qué haría con la información que obtuviera, pero quería saber dónde carajos estaba el hijo de puta que había contribuido a que ella existiera, el hijo de puta que había destruido a su madre y la había llevado, más tarde o más temprano, al suicidio.Luego de suspirar, mirando todas las mesas a su alrededor, decidió sentarse cerca de la entrada, pero lo suficientemente lejos de los demás clientes. Quería ver cuando llegara Antonio, a la par que mantener cierta privacidad.Mordiéndose las uñas con impaciencia, le hizo señas a la camarera y le pidió un café doble mientras rogaba que su tío se dignase a aparecer. Esperaba que no se demorase demasiado, ya que, con cada minuto que pasaba, la decisión que había tomado flaq