Al llegar al hotel, corrió escaleras arriba, deseando conectar cuanto antes su bendito móvil y que cargara lo suficientemente rápido. Había pasado demasiado tiempo desde que había salido de casa y quería comunicarse con Liam de una buena vez. En cuanto llegó a su habitación, lanzó su abrigo sobre una silla, se dirigió a la mesilla de noche, tras la cual encontró un enchufe, y conectó su teléfono. No tenía idea de qué hora era, pero su estómago comenzaba a reclamar atención, por lo que decidió, tomando el libro que había comprado con la intención de perfeccionar su inglés, que bajaría en busca de algo para comer mientras esperaba que su móvil se cargara. Cuando se adentró en el restaurante, vio como un par de personas se servían un copioso desayuno y suspiró aliviada; aquello significaba que aún tenía tiempo para comer algo antes del almuerzo. Sin pensárselo dos veces se dirigió hacia una de las mesas, dejó el libro sobre ella, y se encaminó hacia la larga barra repleta de alimentos
El móvil de Liam comenzó a sonar insistentemente mientras Mary procuraba hacer su trabajo sin mucho éxito. Liam se encontraba disperso, muy lejos de allí y sus intentos por excitarlo eran completamente inútiles.—Para —dijo Liam, apagando su móvil, después de rechazar por quinta vez la llamada de Denise—. No puedo. —Suspiró, cerrando los ojos y sintiendo como su cabeza le daba vueltas, para, a continuación, tomar la segunda botella de whisky de aquel día y darle un largo trago.—Deberías dejar de beber —opinó Mary, colocándose de costado junto a él, con una mano debajo de su cabeza, mientras lo observaba empinar la botella.—¿Tú crees que es por eso que no he podido? —preguntó, dejándose mecer por el bamboleo de su cabeza.—Liam, créeme —dijo, en un suspiro—, a ti lo que te sucede es otra cosa.—¿Estoy viejo? —cuestionó, alzando una ceja con una media sonrisa, sintiendo como sus ojos comenzaban a cerrársele producto de la borrachera.—No hablo del sexo.—Entonces, sé clara, ¿de qué ha
Denise se removió incómoda bajo las sábanas. Llevaba demasiado tiempo leyendo en la misma posición y su brazo izquierdo había comenzado a adormecerse. Adolorida, se incorporó en la cama y observó la hora en su móvil. Había pasado las últimas cinco horas enfrascada por completo en aquella historia, sintiendo cada vez más empatía por la protagonista.La trama era simple, no había demasiado conflicto, y el vocabulario era tan sencillo que había logrado avanzar un cuarto de libro en el mismo tiempo que le hubiese llevado de haber estado escrito en español. Si hubiese sido por ella, hubiese continuado leyendo para saber qué demonios pasaba con ambos protagonistas, sin embargo, su estómago había comenzado a rugir, reclamando su atención, y no podía ni quería ignorarlo.Suspiró. Durante aquellas cinco horas había bajado a almorzar, pero, al darse cuenta de que su amigo no solo había rechazado sus llamadas, sino que había terminado por apagar su teléfono, había perdido el apetito y no había c
Cuando terminó de cenar, pidió la cuenta y no pudo evitar agradecerle a la mujer por su excelente atención y la exquisita experiencia; ya que, si bien había pedido un plato sencillo, tenía que reconocer que jamás había saboreado nada tan sabroso como aquel bistec con papas grilladas y ensalada de col.Mientras caminaba por las calles de Tramore, de regreso al hotel, sintió como diminutas gotas comenzaban a golpear su cabeza. Suspirando, dirigió la mirada hacia el cielo y sintió la humedad de la lluvia sobre su rostro. Sabía que debía apurarse si no quería que la tormenta la atrapara a la intemperie, pero estaba tan a gusto… Sin embargo, cuando una enorme gota impactó en su frente, comprendió que era el momento de echarse a correr, si realmente no quería enfermar.Una vez en el interior del edificio, se encaminó a toda velocidad hacia el ascensor. Sí, podría haber subido por las escaleras, tal y como había hecho hasta el momento, sin embargo, el haber corrido hasta allí la había dejado
El persistente sonido del móvil sacó a Denise de su tranquilo sueño. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero sentía que no había sido lo suficiente como para recuperarse del todo. Durante los primeros minutos, intentó ignorar la penetrante música de su teléfono, hasta que no pudo soportarlo más, por lo que, bostezando, se sentó en la cama, tomó el bendito aparato y atendió la llamada, sin siquiera ver de quién se trataba.—Hola —dijo con la voz adormilada y los ojos cerrados.—Buenos días. ¿Señorita Isaurralde? —preguntó en castellano la grave voz de un hombre.Denise abrió los ojos de par en par, dejando atrás cualquier vestigio de sueño. ¿Buenos días? Si no eran más de las cinco de la mañana como mucho. ¿Señorita Isaurralde? ¿Castellano? ¿Voz de hombre? ¿Qué demonios estaba sucediendo?—S-sí, soy yo —respondió con un leve tartamudeo.—Le habla el comisario Martínez.—¿Comisario? —preguntó, cada vez más desconcertada.—Así es, señorita. El comisario Gastón Martínez de la Comisaría
Liam se despertó sobresaltado. Había soñado que su teléfono sonaba con insistencia, pero aquello era imposible. Tenía el nebuloso recuerdo de que lo había apagado mientras se encontraba con Mary, pero ¿y si incluso eso era un sueño? En su cabeza fluctuaban miles de fragmentos difusos y sin sentido, excepto por uno. Una frase se había quedado grabada a fuego en su mente y, hubiese sido o no un sueño, era incapaz de ignorarla.—La fe y la esperanza jamás nos abandonan, aunque en ocasiones creamos que sí. Búscalas. Busca las hojas de tu Shamrock. Hay dos que siempre han estado y estarán en ti. Recuerda, la fe y la esperanza son lo último que se pierden, sobre todo, cuando hay amor de por medio.Estaba prácticamente seguro de que la voz que resonaba en su cabeza era la de Mary y le resultaba mucho más real que si la hubiese oído en un sueño.Colocó las manos a ambos lados de su cuerpo, se sentó en la cama, notando que se encontraba completamente desnudo, y tomó el móvil de la mesilla de n
Luego de que Adam la ayudara a cargar su equipaje en el maletero, Denise se montó en el coche y suspiró, intentando sosegar los sentimientos encontrados que estaba experimentando en su interior.—¿Estás bien? —le preguntó Adam, sentándose tras el volante y poniendo el BMW en marcha.—No —respondió con total sinceridad.—Lo siento por la pregunta estúpida. —Sonrió, posando una mano sobre el hombro de Denise—. Tranquila, sé que podrás con esto.—¿Podré?—Sí —asintió—. Perder a una madre no es nada fácil, lo sé por experiencia, pero podrás con ello. Eres fuerte.—Adam, la última vez que nos dirigimos la palabra, mi madre me lanzó a la cara la peor de las revelaciones —dijo con libertad, dado que, durante el viaje hasta Waterford, se había dedicado a contarle toda la verdad. No tenía sentido continuar ocultándoselo. No cuando sentía que había superado ese evento desafortunado de su vida, llegando a perdonar a su madre y a estarle agradecida por lo mucho o poco que le había dado—. No creo
Liam estaba decidido a hacerlo. No podía dejarla sola y no lo haría. Siempre, o casi siempre ―cuando no se había comportado como un estúpido―, había estado allí para ella y ese momento no sería la excepción. Tendría que postergar varios asuntos de trabajo, pero no le importaba. Todo valía la pena si se trataba de Denise. Por suerte, no tenía que entregar ningún encargo urgente, salvo el de Michael McCord, el cual podía realizar esa misma mañana, sin ningún problema. Por lo demás, la mayoría de los pedidos no tenían fecha de entrega cercana, lo que le permitía tomarse un tiempo sin inconvenientes.Bostezó, mientras se llevaba la taza de café a los labios. Después de que Denise se marchara, había bajado las escaleras y se había sentado a la mesa de la cocina, con su portátil, una taza de café y su teléfono móvil, para inmediatamente comunicarse con la aerolínea con la que siempre viajaba, consiguiendo un vuelo para aquella misma tarde. Por ese motivo, tras preparar su maleta y llamar a