Denise decidió que lo mejor era irse directamente al hotel, el cual se encontraba en Recoleta, a pocas manzanas del departamento en el que habían hallado a su madre, dado que eso le permitía estar cerca de todo, gastando lo mínimo e indispensable.Le dolía todo el cuerpo y necesitaba asearse y descansar un poco, si no quería que un colapso nervioso se hiciese presente. Durante el vuelo se había tomado uno de los pocos ansiolíticos que le quedaban, pero al parecer su ansiedad y su estrés eran tan grandes que no le había hecho el más mínimo efecto.En cuanto el taxista estacionó frente al edificio, Denise supo que su cartera sufría por ello. Antes de tomar aquel taxi, sabía que no sería nada económico, aún más habiéndolo tomado en Ezeiza, pero, aun así… El taxista le había explicado que todo había aumentado desorbitantemente durante los últimos quince días, cosa que no sorprendió a Denise en lo más mínimo, dado que estaba acostumbrada a la constante inflación en Argentina, que hacía que
Al llegar a las dependencias policiales, no estaba segura de qué hacer ni de cómo comportarse. Era la primera vez que se hallaba en un lugar como aquel y eso la hacía sentir insegura.Después de titubear por varios minutos en la entrada, mordiéndose las uñas, suspiró y cruzó el umbral de la puerta. Si no lo hacía en ese momento no lo haría nunca.Al adentrarse en el edificio de la comisaría, el frío y húmedo ambiente la abofeteó, haciéndola retroceder un par de pasos. El olor que reinaba allí era de todo menos agradable. Frunció la nariz con desagrado y se encaminó hacia el escritorio que se ubicaba frente a la puerta.—Buenos días —saludó, intentando hacer a un lado el rechazo que le producía estar allí.—Buenos días —respondió la mujer de uniforme azul, mirándola con desgano por encima de la montura de sus anteojos, los cuales habían descendido hasta la punta de su aguileña nariz.—Verá… —comenzó a decir y se mordió el labio inferior, para luego suspirar—. Soy la hija de Amelia Isau
Luego de casi treinta horas de viaje, por fin podía ver, a través de la ovalada ventanilla del avión, como el paisaje de la ciudad comenzaba a dibujarse a miles de pies de distancia.Liam bostezó, mientras movía los hombros, intentando aliviar el dolor que había comenzado a aparecer en su espalda por culpa de haber pasado las últimas horas frente al ordenador, volcando todos sus pensamientos en un archivo Word. Aquello no servía más allá de lo catártico, y le había hecho bien retomar esa costumbre que había dejado de lado hacía más de una década.Mientras observaba el extenso y tormentoso cielo, a través de la pequeña ventana, comenzó a notar que el avión empezaba a perder altura, pronto a aterrizar.Liam suspiró, apoyó su cabeza contra el respaldo del asiento y cerró los ojos por un par de segundos, a la espera de que el avión tocara tierra.Deseaba con todo su ser dar con Denise y enfocaría todas sus energías en lograrlo. Conociéndola, intuía que no se encontraría muy lejos del siti
Cuarenta minutos más tarde, cuando le dieron el visto bueno para ingresar al país, Liam se encaminó hacia la zona de taxis, acompañado por uno de los empleados de la aerolínea en la que había viajado.Luego de que el taxista y el muchacho que lo había acompañado guardaran su equipaje en el maletero, Liam se subió al coche y el hombre al volante le preguntó su destino. Él se mordió el carrillo izquierdo, pensativo, antes de suspirar e indicarle la zona en la que sabía que estaba ubicado el departamento que Denise había compartido con su madre. Estaba más que seguro de que no la encontraría allí, pero era un buen punto de partida, si seguía su presentimiento de que su amiga se había hospedado en la zona.Durante los más de cincuenta minutos que duró el viaje hasta Recoleta, Liam intentó comunicarse con Denise, sin obtener respuesta; sin embargo, se obligó a pensar en positivo. Aquello no tenía que significar que lo estaba evitando; quizás, solo se debía a que había silenciado su móvil y
Denise se estiró en su cama mientras oía como su teléfono móvil vibraba con insistencia, preguntándose por qué demonios nunca podía dormir en paz y de corrido sin que nada ni nadie interrumpiera su sueño.Bostezando, se incorporó y reposó su espalda contra el cabecero, antes de tomar el aparato mientras observaba la cama gemela que se encontraba a su lado, separada por una mesilla de noche, comprobando que Liam continuaba dormido.La tarde anterior habían decidido compartir habitación, después de que Liam se negara a pedir otra habitación, alegando que no era necesario y asegurándole que era mucho más fácil que compartieran habitación, antes que solicitar una nueva. Denise dudaba que aquello fuese cierto, pero tampoco se opuso demasiado a la decisión de... ¿Cómo debía llamarlo? ¿Qué demonios eran? Frunció el ceño. ¿Acaso hacía falta tener un título? Negó con la cabeza. No, no era necesario encontrar una palabra que los definiera. Por el momento, no eran nada y lo eran todo a la vez, y
Denise se sentía desfallecer. El día anterior había sido una completa locura y era una suerte que hubiese logrado conciliar el sueño por más de una hora durante el velatorio de su madre, ya que el jetlag y el estrés vivido durante los últimos días comenzaba a hacer mella en su cuerpo.Tras salir de la comisaría, y de camino al departamento de Amelia, había llamado a la funeraria que la mujer había contratado, dejando todo en orden para que retiraran el cadáver, una vez ella pasara por la morgue para cumplir con su parte.Una vez llegaron al bloque de apartamentos, Denise titubeó. No se sentía segura de ingresar a la vivienda que habían compartido hasta hacía tan poco tiempo. No sabía qué sensaciones le despertaría ver aquel lugar una vez más, después de haberse hecho a la idea de no regresar jamás y de saber que allí había muerto la mujer que le había dado la vida.Una vez se encontró frente a la puerta, dudó un momento, sintiendo como sus ojos escocían por culpa de las lágrimas. Sin
Denise suspiró, regresando al presente, sin aún poder asimilar todo lo que había sucedido, ni mucho menos que se encontraba ante el féretro de su madre sin ser capaz de derramar ni una sola lágrima. Sentía su cuerpo y su cerebro completamente adormecidos. Solo era capaz de recordar la secuencia de hechos que la habían llevado hasta ese momento, y aun así no terminaba de comprenderla del todo, ya que algunos recuerdos eran sumamente difusos, a pesar de no ser tan lejanos.—Denise. ¡Denise! —exclamó Liam en voz baja, llamando su atención.—¿Q-qué? —preguntó, mirándolo desorientada.—Ya es hora.—¿De qué? —Frunció el ceño.—Denise, van a transportar el cuerpo de tu madre al cementerio —susurró, haciendo que abriera los ojos de par en par.La muchacha apartó la mirada del rostro de Liam y la posó sobre el ataúd, el cual ya había sido cerrado, y cuatro hombres de mono azul se disponían a trasladarlo hacia la salida.Con el corazón latiéndole a mil revoluciones por segundo, se levantó de la
Liam se sentó en la cama, desconcertado. Lo había despertado un grito desesperado y no entendía qué estaba sucediendo. Miró en derredor, comprobando que las luces estaban encendidas y que Denise no se encontraba en su cama. Frunció el ceño, aún más confundido, en el momento en el que un nuevo grito, proveniente del cuarto de baño, rompió el silencio de la noche. No cabía dudas de que se trataba de Denise, pero ¿por qué? Preocupado, se levantó de la cama a toda velocidad y, sin siquiera pensar en sus muletas, se encaminó hacia el cuarto de baño. Desesperado por los constantes gritos y sollozos de la mujer que amaba, intentó abrir la puerta, comprobando que esta se encontraba trabada desde el interior. —Denise —la llamó, moviendo la manija de la puerta sin cesar y agachándose para observar a través de la cerradura, notando que la llave estaba puesta y le impedía ver qué estaba sucediendo dentro—. Denise —repitió, un poco más fuerte—. ¡Denise! —exclamó, con desesperación—. ¿Qué ocurre