Liam suspiró, lanzando el celular sobre el sofá y sentándose junto a él. ¿Dónde demonios se había metido Denise y por qué carajos no respondía el teléfono?Se había despertado hacía más de una hora, encontrándose con que su amiga no se hallaba en la vivienda. La había buscado hasta el cansancio; quería hablar con ella, explicarle lo que había sucedido y, si se animaba, decirle todo lo que sentía. Sin embargo, Denise había desaparecido. En un día normal, esto no le hubiese llamado la atención en lo más mínimo, dado que era más que probable que estuviera trabajando, pero, siendo sábado y conociendo las políticas de la empresa de Adam, aquello era imposible.No entendía por qué se estaba enroscando tanto en sus pensamientos. Denise era libre de hacer con su vida lo que mejor le pareciera y él no era quién para impedírselo. No obstante, y conociéndola, sabía que aquello no era normal. Denise, siempre, aun viviendo en la otra punta del planeta, le comentaba absolutamente todo lo que hacía,
Tras largas horas de aparente calma, la lluvia volvía a desatarse con furia sobre Waterford, haciendo reír a Liam, quien sentía que todo daba vueltas a su alrededor e interpretaba que aquel aguacero no era más que un reflejo de su desgracia.Denise no se había dignado a responder ni a sus mensajes ni a sus llamadas, las cuales habían ido aumentando conforme el tiempo pasaba, y eso lo alteraba aún más. Sin embargo, pesar del alcohol en su sangre, era consciente de que se estaba comportando como un maldito psicópata. Sabía que tenía que dejarla tranquila, permitiendo que fuera ella quien tomara la iniciativa de ponerse en contacto con él, sin embargo, le era imposible. No le importaba que se hubiera marchado, estaba en todo su derecho. No, lo que realmente le molestaba era el hecho de no saber en dónde diablos se encontraba y si estaba bien. «¿Y si le ha sucedido algo y por eso no responde?», se había preguntado infinidad de veces durante las últimas horas, negándose a pensar demasiado
Cuando Denise ingresó al Hotel Callaghan, sintió como si se hubiese transportado a otra época. Nada de lo que había visto en la fachada le había transmitido la calidez que se encontraría en el interior, donde la madera y los colores rojos, verdes, blancos y dorados poblaban cada rincón. La arquitectura y la decoración la hacían sentirse parte de una historia del pasado y aquello no hacía más que despertar su alma creativa, pensando en la infinidad de historias que podrían desarrollarse en la época a la que era transportada.Siendo incapaz de dejar de admirar todo lo que había a su alrededor, se presentó frente a la recepcionista, mencionando su nombre y apellido y entregándole su carnet de identificación. Esperaba no tener problemas, aunque sabía que no existían motivos para que le negasen la entrada. No cuando como turista tenía permitido circular libremente por el país por los próximos dos meses y medio, dado a los acuerdos entre Argentina e Irlanda. De todos modos, se sentía tranqu
Al llegar al hotel, corrió escaleras arriba, deseando conectar cuanto antes su bendito móvil y que cargara lo suficientemente rápido. Había pasado demasiado tiempo desde que había salido de casa y quería comunicarse con Liam de una buena vez. En cuanto llegó a su habitación, lanzó su abrigo sobre una silla, se dirigió a la mesilla de noche, tras la cual encontró un enchufe, y conectó su teléfono. No tenía idea de qué hora era, pero su estómago comenzaba a reclamar atención, por lo que decidió, tomando el libro que había comprado con la intención de perfeccionar su inglés, que bajaría en busca de algo para comer mientras esperaba que su móvil se cargara. Cuando se adentró en el restaurante, vio como un par de personas se servían un copioso desayuno y suspiró aliviada; aquello significaba que aún tenía tiempo para comer algo antes del almuerzo. Sin pensárselo dos veces se dirigió hacia una de las mesas, dejó el libro sobre ella, y se encaminó hacia la larga barra repleta de alimentos
El móvil de Liam comenzó a sonar insistentemente mientras Mary procuraba hacer su trabajo sin mucho éxito. Liam se encontraba disperso, muy lejos de allí y sus intentos por excitarlo eran completamente inútiles.—Para —dijo Liam, apagando su móvil, después de rechazar por quinta vez la llamada de Denise—. No puedo. —Suspiró, cerrando los ojos y sintiendo como su cabeza le daba vueltas, para, a continuación, tomar la segunda botella de whisky de aquel día y darle un largo trago.—Deberías dejar de beber —opinó Mary, colocándose de costado junto a él, con una mano debajo de su cabeza, mientras lo observaba empinar la botella.—¿Tú crees que es por eso que no he podido? —preguntó, dejándose mecer por el bamboleo de su cabeza.—Liam, créeme —dijo, en un suspiro—, a ti lo que te sucede es otra cosa.—¿Estoy viejo? —cuestionó, alzando una ceja con una media sonrisa, sintiendo como sus ojos comenzaban a cerrársele producto de la borrachera.—No hablo del sexo.—Entonces, sé clara, ¿de qué ha
Denise se removió incómoda bajo las sábanas. Llevaba demasiado tiempo leyendo en la misma posición y su brazo izquierdo había comenzado a adormecerse. Adolorida, se incorporó en la cama y observó la hora en su móvil. Había pasado las últimas cinco horas enfrascada por completo en aquella historia, sintiendo cada vez más empatía por la protagonista.La trama era simple, no había demasiado conflicto, y el vocabulario era tan sencillo que había logrado avanzar un cuarto de libro en el mismo tiempo que le hubiese llevado de haber estado escrito en español. Si hubiese sido por ella, hubiese continuado leyendo para saber qué demonios pasaba con ambos protagonistas, sin embargo, su estómago había comenzado a rugir, reclamando su atención, y no podía ni quería ignorarlo.Suspiró. Durante aquellas cinco horas había bajado a almorzar, pero, al darse cuenta de que su amigo no solo había rechazado sus llamadas, sino que había terminado por apagar su teléfono, había perdido el apetito y no había c
Cuando terminó de cenar, pidió la cuenta y no pudo evitar agradecerle a la mujer por su excelente atención y la exquisita experiencia; ya que, si bien había pedido un plato sencillo, tenía que reconocer que jamás había saboreado nada tan sabroso como aquel bistec con papas grilladas y ensalada de col.Mientras caminaba por las calles de Tramore, de regreso al hotel, sintió como diminutas gotas comenzaban a golpear su cabeza. Suspirando, dirigió la mirada hacia el cielo y sintió la humedad de la lluvia sobre su rostro. Sabía que debía apurarse si no quería que la tormenta la atrapara a la intemperie, pero estaba tan a gusto… Sin embargo, cuando una enorme gota impactó en su frente, comprendió que era el momento de echarse a correr, si realmente no quería enfermar.Una vez en el interior del edificio, se encaminó a toda velocidad hacia el ascensor. Sí, podría haber subido por las escaleras, tal y como había hecho hasta el momento, sin embargo, el haber corrido hasta allí la había dejado
El persistente sonido del móvil sacó a Denise de su tranquilo sueño. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero sentía que no había sido lo suficiente como para recuperarse del todo. Durante los primeros minutos, intentó ignorar la penetrante música de su teléfono, hasta que no pudo soportarlo más, por lo que, bostezando, se sentó en la cama, tomó el bendito aparato y atendió la llamada, sin siquiera ver de quién se trataba.—Hola —dijo con la voz adormilada y los ojos cerrados.—Buenos días. ¿Señorita Isaurralde? —preguntó en castellano la grave voz de un hombre.Denise abrió los ojos de par en par, dejando atrás cualquier vestigio de sueño. ¿Buenos días? Si no eran más de las cinco de la mañana como mucho. ¿Señorita Isaurralde? ¿Castellano? ¿Voz de hombre? ¿Qué demonios estaba sucediendo?—S-sí, soy yo —respondió con un leve tartamudeo.—Le habla el comisario Martínez.—¿Comisario? —preguntó, cada vez más desconcertada.—Así es, señorita. El comisario Gastón Martínez de la Comisaría