Capítulo 206
Me mostré tan tranquila que incluso Carlos parecía sorprendido.

Tal vez esperaba verme satisfecha o incluso asustada al verlo entrar, pero en lugar de eso, dejé el teléfono sobre la mesa con calma y le hice una pregunta totalmente irrelevante:

—¿Ahora también tienes acceso libre a mi apartamento?

Carlos quedó desconcertado por un momento. Su rostro endurecido delataba su frustración. Apretó los puños y, tratando de controlar su ira, respondió:

—Eres mi esposa. Tu casa es mi casa. ¿No es lo más normal del mundo que entre?

Sus labios estaban tensos, su mirada teñida de enojo y de un leve rastro de dolor. Los vasos sanguíneos en sus ojos estaban marcados, llenos de rabia contenida y algo más que no podía identificar.

Observé cada detalle de su reacción, y cuanto más lo veía, más tranquila me sentía. Sabía que toda esa angustia que él sentía no tenía nada que ver conmigo. Era por Sara, solo por ella.

No sabía cómo convencerme de algo tan cruel: mi propio esposo había venido a enfren
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