Capítulo 182
El hombre, cuya expresión siempre había sido imperturbable, tembló visiblemente.

Su rostro se ensombreció, y sus labios se movieron ligeramente, pero no emitió palabra alguna.

A veces, el silencio es la mejor respuesta.

—Vete. Si eres tan cruel conmigo, yo tampoco te tendré miedo.

Hice una pausa, con las lágrimas aún humedeciendo mis mejillas, y, de repente, me eché a reír.

—Carlos, ya no te temo.

Di un paso hacia adelante, obligándolo a retroceder. Cuando su pie cruzó el umbral de la puerta, tomé la perilla, lista para cerrarla de un portazo.

—¡Olivia! —gritó con voz contenida y cargada de frustración, apoyando una mano en el marco de la puerta—. Solo tengo una hermana. ¿Es necesario que insistas en ir contra ella?

—¿Que yo voy contra ella? —pregunté, incrédula. ¿Sabía Carlos siquiera lo que estaba diciendo?

Pero ya no me importaba enfurecerlo más. ¿Qué podía hacerme?

Cambié mi tono:

—¡Sí! ¡Voy contra ella! Carlos, hasta los conejos acorralados muerden. Yo estaba dispuesta
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