No sé si fue por esa taza de medicina, pero esta noche Carlos estaba especialmente ansioso. Usé toda mi fuerza para resistir, y finalmente terminó con un puñetazo en su mandíbula.Carlos se sujetó la mandíbula, muy enfadado, y dijo: —¿Lo hiciste a propósito?Juro que no fue intencional, pero ya le había golpeado, y él no podía golpearme de vuelta.Se levantó y me miró con furia injustificada. —No pienses que te volveré a tocar.En medio de la tensión, un golpe en la puerta interrumpió la creciente incomodidad en la habitación. La voz dulce y melosa de Sara se oyó desde afuera, —Hermano.Me acomodé la bata de dormir y me senté, fingiendo indiferencia, y le pregunté: —¿Puedes no salir?Su mandíbula se tensó, y el deseo en sus ojos se desvaneció. —¡No entiendo qué te molesta tanto!Los golpes en la puerta continuaron, y Sara seguía llamando suavemente, —¿Hermano, estás dormido? ¿Hermano?Carlos me lanzó una última mirada, y con su habitual tono autoritario, dijo: —Espera a que reg
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