Respiraba entrecortadamente, sintiendo como si mis pulmones estuvieran a punto de estallar. Finalmente, aliviada, levanté la mirada y vi al hombre frente a mí, empapado y emanando una seductora masculinidad. No pude contenerme y rompí a llorar, convirtiendo toda mi frustración en golpes contra él. Carlos atrapó mis manos y, sin importarle mis esfuerzos por zafarme, comenzó a quitarme la ropa.—Decido yo si seguimos juntos o no.—No tienes derecho a burlarte de si me acuesto contigo o no.Me sujetó la nuca y volvió a besarme con urgencia. Mis labios estaban adoloridos y entumecidos, no podía sentir nada más que lágrimas. Quería demostrarme que mi resistencia, mis esfuerzos, eran inútiles. Quería hacerme entender que yo era la que no podía vivir sin él, que él podía decidir mi vida o muerte.Carlos, así, me daba miedo. Temblaba bajo su cuerpo. A ese hombre que una vez valoré tanto, ya no lo quería. Para él, era excitante torturarme repetidamente en la bañera. Me limpié las lágrimas d
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