Capítulo 102
En casa no había nadie. Subí a la habitación para cambiarme de ropa antes de ir a ver a Carlos.

Al abrir el clóset, vi que mi ropa estaba arrugada en un rincón en la parte inferior, mientras que toda la barra estaba ocupada por las prendas de Sara. Las pijamas de Carlos colgaban junto a su ropa.

En ese momento comprendí que hay heridas que no requieren golpes ni insultos para doler; basta con ver unas cuantas prendas bonitas ocupando el espacio que una vez fue tuyo. ¡Así de sencillo!

Reprimí mi tristeza junto con la ropa arrugada y la eché al cesto de la ropa sucia.

Desde que mi madre falleció, me prohibí a mí misma pensar demasiado en estas cosas.

Tenía claro mi propósito y sabía que el resto era prescindible.

Tuve que bajar al vestidor del primer piso. Elegí una falda, algo sencilla y discreta.

Me miré en el espejo, y supe que, para Carlos, era suficiente. Algo más atrevido podría asustarlo.

Justo cuando iba a salir, apareció Frida con una taza de medicina.

Fruncí el ceño, p
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