Un ligero soplido llega a mi rostro, no puedo evitar sonreír. Abro los ojos y veo lo más bonito que he visto nunca: Vicenzo.
—¡Buenos días, princesa! —Susurra con voz ronca. Permanezco contemplándolo durante algunos minutos y pienso que por la mañana es todavía más apuesto. Tiene el cabello despeinado y los mechones rebeldes le llegan hasta sus hermosos ojos azules.
—¡Buenos días a ti también! —Respondo con un hilo de voz, mientras mi mano acaricia su rostro. Cierra los ojos y se deja abrazar, mientras su mano se posa en mi vientre y lo acaricia. Quisiera besarlo con pasión. Como si me hubiera leído el pensamiento, se acerca y yo me aparto velozmente.
—¿Me estás rechazando? —Pregunta frunciendo el ceño. Es adorable, no puedo negarlo.
—Voy primero a la
Observo la habitación satisfecha apoyada en la jamba de la puerta. He realizado un buen trabajo. Sonrío mientras veo todos los peluches esparcidos por la habitación y pienso que si tuviera una niña, no me desagradaría que su habitación fuera así. Saboreo la tranquilidad de la tormenta porque estoy segura de que se desencadenará el caos. Me pregunto cuánto gritará. Podría incluso sorprenderme, tomarlo con filosofía y reír. ¿Pero qué estoy diciendo? Él es Vicenzo Barone, enloquecerá. Me voy al salón y permanezco sentada en el sofá ojeando una revista esperando a que llegue. De repente la puerta se abre.—¡Hola, pequeña! —Exclama con entusiasmo mientras se acerca a grandes zancadas. Me comporto como si nada y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello mientras me atrae hacia él. Me besa, me acaricia el
Me despierto de sobresalto con un fuerte dolor en el bajo vientre. Intento cambiar de posición, pero la situación no mejora. Me vuelvo hacia Vicenzo, pero no lo encuentro. El dolor persiste y me doy cuenta de que algo extraño ocurre. No me siento bien.—¡Vicenzo! —Lo llamo con voz ronca mientras me retuerzo. Se despierta y todavía somnoliento enciende la luz y me mira con preocupación.—¿Qué sucede? —Yo… No lo sé, me duele… —Intento hablar, pero el dolor no ayuda. —Llamo al médico inmediatamente. Se levanta y poniéndose apresuradamente el pantalón del pijama sale de la habitación. Intento sentarme y con gran dificultad lo consigo. Respiro profundamente para tranquilizarme, pero no es fácil. Nunca he sentido tanto dolor. La puerta se abre y él entra, pálido. Nos miramos y por primera
Los días pasan en la más absoluta soledad. Veo a Vicenzo en el desayuno, en la comida y en la cena. Ni una palabra, ninguno de los dos ha comentado lo sucedido. Paso mis días encerrada en la habitación, no salgo, no como mucho. No me apetece hacer nada. A veces me mira fijamente esperando a que yo diga algo. Entre nosotros ha cambiado todo, yo he cambiado. Ninguna objeción, ninguna pregunta, ninguna protesta. Absoluto silencio. Me pregunto el sentido de mi presencia, visto que mantiene las distancias desde hace semanas. Quisiera volver a Italia y recomenzar, intentar olvidarlo, junto a todo este dolor.—¡La cena está lista! —Irrumpe en la habitación avisándome con cierta prepotencia. No lo miro, no le digo nada. Me levanto y me dirijo hacia la el comedor pasando a su lado. Es así como hemos pasado las últimas semanas, ignorándonos. Él ha in
Apoyo las manos en el lavabo y miro mi reflejo en el espejo. No me reconozco. No parezco yo. Una lágrima desciende por mi rostro y no entiendo por qué. No consigo entenderme. Dentro de mí se encuentran sentimientos contrariados. Es una lucha continúa y no consigo escapar. ¿Qué me está haciendo Vicenzo? Destrozo el papel en mil pedazos y lo tiro en una papelera.Respiro profundamente y me pongo nuevamente la máscara de la indiferencia. Vuelve a la escena, Adrienna me digo. Salgo del baño encontrándome cara a cara con Vicenzo. Nos miramos y la expresión de felicidad en su rostro desaparece transformándose en frialdad.—Te estaba esperando. —Dice duramente. ¿Y ahora qué he hecho?, ¿se habrá dado cuenta de algo?, ¿o su plan prevé que le cuente todo? Estoy desconcertada, no sé si creer en esas palabras e
Abro los ojos y miro el techo perdida. Estoy en la cama. Los recuerdos todavía están vivos. Vicenzo ha matado a un hombre ante mis propios ojos. Me entran escalofríos solo con pensarlo.—Por fin te has despertado. Se acerca sentándose junto a mí mientras su mano aprieta la mía. Me observa, o mejor dicho, me estudia, y yo intento interrumpir dicho molesto contacto visual. —Te has desmayado. El médico ha dicho que estás bien.—Explica. Reina el silencio. Yo no sé qué decir y también él parece en apuros. Debería decir algo, pero en mi cabeza solo aparecen imágenes de él matando por mí. —Adrienna, lo que ha pasado esta noche… —Suspira mirándome a los ojos.No debía suceder, pero no permitiré que nadie te haga daño. Te protegeré si
Llevo diez minutos mirándome al espejo. Ha llegado el momento. Anoche fue la noche más loca y hermosa de mi vida. Me dejé llevar, demostré mis sentimientos y el los agradeció, me cuidó y me amó. Y ahora estoy intentando convencer a mi corazón de que estoy tomando la decisión correcta. La idea de marcharme por una parte me alegra; por otra me entristece, porque sé que una parte de mí permanecerá inseparablemente unida a él.Mi corazón no quiero marcharse, pero es lo correcto. No olvidaré nunca lo que ha pasado. Nunca lo olvidaré y tampoco lo que hay entre nosotros, es imposible. Cuando me he despertado esta mañana, lo he sorprendido observándome. Parecía más feliz que nunca, sonreía y mi corazón iniciaba a desgarrarse. Ha dicho que soy lo mejor que le ha pasado nunca.En ese momento yo he pe
Cuando Rodrigo me ha informado que cogeríamos el vuelo para París me he alarmado, pero después me ha explicado que con Vicenzo es mejor tener un plan alternativo. Había reservado dos billetes para ambos vuelos por si Vicenzo nos encontraba. Tengo que decir que ha sido una buena idea. Un plan perfecto.Debería ser feliz porque soy libre, sin embargo, me siento fatal. Por mucho que desee mi libertad, él es una parte de mí y la echo en falta. Nunca olvidaré su expresión en el aeropuerto. No parecía preocupado, es más, parecía tranquilo y me ha incluso sonreído. No es típico de él, incluso pienso que está organizando un plan para devolverme a Rusia. Es consciente de que no puede arriesgarse, podría correr a la policía y denunciarlo. ¿Es esto lo que quiero hacer? No lo sé, estoy desconcertada y no sabría cuál es la
Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Barajas, Rodrigo alquila un coche. No hemos vuelto a hablar. Yo no tengo nada que decir, estoy distraída e intentando buscar una solución a esta locura. Desde que estamos aquí, Rodrigo mira a su alrededor compulsivamente y usa continuamente el teléfono. Escribe mensajes sin cesar, probablemente estará informando a Liam de nuestros movimientos.—No tiene sentido preguntarte si conoces mi dirección. —Comento subiendo al coche. Sonríe burlón. —Calle Rafael Herrero. —Responde. Obviamente sabe dónde vivo. Configura el navegador mientras su teléfono suena continuamente. Resopla llevándoselo a la oreja y responde.—¿Da? —Pregunta. Escucha al interlocutor.—¡Eto sve v poryadke! —Exclama. Le ha dicho que todo va bien. La expresión de Rodrigo cambia,