Mentira dolorosa

Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Barajas, Rodrigo alquila un coche. No hemos vuelto a hablar. Yo no tengo nada que decir, estoy distraída e intentando buscar una solución a esta locura. Desde que estamos aquí, Rodrigo mira a su alrededor compulsivamente y usa continuamente el teléfono. Escribe mensajes sin cesar, probablemente estará informando a Liam de nuestros movimientos.

—No tiene sentido preguntarte si conoces mi dirección. —Comento subiendo al coche. Sonríe burlón. —Calle Rafael Herrero. —Responde. Obviamente sabe dónde vivo. Configura el navegador mientras su teléfono suena continuamente. Resopla llevándoselo a la oreja y responde.

—¿Da? —Pregunta. Escucha al interlocutor.

—¡Eto sve v poryadke! —Exclama. Le ha dicho que todo va bien. La expresión de Rodrigo cambia,

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