Una taladradora ha decidido triturarme la cabeza, este es el peor despertar de mi vida. Me encuentro en este estado desde hace algunos minutos, todavía no tengo el valor de abrir los ojos. Siento todo el cuerpo dolorido. Soy un desecho. Genial, Adrienna, te has emborrachado y ahora pagas las consecuencias.
Esta mañana mi consciencia no es bienvenida, la odio porque tiene razón. Trato por todos los modos de recordar algo de la noche precedente, pero tengo lagunas. Me acuerdo de los chicos, especialmente del condenado de Vicenzo. ¿Pero el resto de la noche?, ¿Por qué no recuerdo nada?
Abro ligeramente los ojos. Una luz cegadora me obliga a volver a cerrarlos. ¿Quién diantres ha abierto las cortinas?, ¿de qué habitación?, ¿cómo he llegado a casa? Estoy realmente muy enfadada conmigo misma. ¿Cómo he podido acabar en este estado? Con gran sacrificio reabro los ojos para comprender donde me encuentro.
No reconozco la habitación, lo cual es muy preocupante. Rezo para no haber mantenido relaciones por primera vez sin darme cuenta. Toqueteo mi cuerpo con las manos y pronto me percato de un hecho perturbador. Llevo puesta una camiseta, tiene toda la pinta de ser de chico. Miro el tejido blanco con reticencia, maldiciendo. ¿Qué demonios hice anoche? Mi corazón late fuertemente mientras respiro con dificultad.
Observo la habitación vacía e intento recordar la noche anterior. ¿Dónde están mis amigas? Estoy sola en una habitación anónima de Dios sabe quién. Cuando me siento en la cama la puerta de la habitación se abre chirriando y entra la última persona que querría ver en este momento: Vicenzo. Contengo la respiración observándolo atentamente mientras cierra la puerta a sus espaldas.
—¡Buenos días! —Exclama con cierto tono de arrogancia. Suspiro.
—Buenos días.
Estoy avergonzada. No sé qué decir ni cómo reaccionar, es la primera vez que me encuentro en una situación de este calibre. Se acerca a la cama e instintivamente tiro del borde de la camiseta hacia abajo, pero lo único que cubre son las bragas. Sus ojos recorren mi cuerpo, me mira descaradamente las piernas y después a los ojos.
—¿Cómo te sientes? — me cuestiona.
– Confundida. —Confieso. Se sienta en el borde de la cama rozándome la pierna con el dedo.
—¿Dónde estoy? Sus dedos ascienden acariciándome como una pluma. —En mi habitación. —Dice en voz baja fijando la mirada en mis labios.
—Vicenzo, ¿qué ha pasado para que yo esté aquí? —Pregunto con el corazón en un puño. Tiemblo asustada por la respuesta que podría recibir. Los músculos de su rostro se contraen y adquieren una expresión seria, enfadada.
—Estás aquí porque anoche decidiste emborracharte y desmayarte. Tus amigas no querían llevarte a casa en ese estado, mandaron un mensaje a tu padre para decirle que dormías en casa de Jianna. Ellas no podían llevarte a su casa porque sus padres habrían visto el estado en el que te encontrabas, así que decidimos que vinieras a dormir a nuestra casa – dice aquello con tal simpleza que es perturbador.
De acuerdo… he dormido en la habitación de un desconocido y estaba ebria. Me cortaría el cuello sola por el asco que doy de poder hacerlo ahora mismo.
—Nunca me había emborrachado antes… Me justifico como si me importara su opinión. La idea de parecer lo que en realidad no soy me repugna y mi comportamiento de la otra noche no fue de los mejores. Suspira.
—Ya me había dado cuenta. —Dice con cálido tono. Nos miramos a los ojos, en el ambiente hay una extraña electricidad.
—¿Hicimos…? —No logro decirlo. Dios mío. Espero que no.
—¿Quieres saber si nos acostamos? —Pregunta. Asiento incapaz de hablar y rezo para que lo niegue. Apoya las manos en la cama, a los lados de mi cuerpo, y acerca su rostro al mío.
—El día que te acuestes conmigo te acordarás de cada momento…no soy el tipo de hombre que se aprovecha de una chica ebria —Susurra con tono sensual. Quiero morir en este preciso instante. Presume que un día lo haré y este pensamiento por mucho que me aterrorice me hace arder del deseo. Trago saliva. Sus labios acarician los míos. Su respiración caliente acaricia mis labios y después… se aparta. ¡Santo cielo! Estaba a punto de besarme y yo quería, ¡lo deseaba desesperadamente!
—Hay un bikini y un poco de ropa limpia. —Dice autoritario.
—Gracias, pero no creo estar de humor para ir a la playa. Se levanta, coge las prendas y las posa junto a mí.
—¡Desnúdate! —Ordena. Lo miro desconcertada. —No acepto órdenes de ti. Inclina la cabeza de lado y frunce el ceño.
—Escúchame muchacha… —Su mirada me parte como un rayo. —No me gusta perder el tiempo con tonterías, cámbiate porque nos están esperando. Me masajeo las sienes y respiro profundamente. ¿Qué diablos debería hacer? No lo conozco, y, sin embargo, no consigo no tener miedo de él. Estoy loca, esa es la explicación. Me rindo y cojo la ropa apartando la mirada de la suya.
—Sal, estaré lista en cinco minutos. No se mueve, sigue mirándome. Levando la mirada cruzándome con sus ojos azul oscuro como la noche
—Vicenzo, ¡sal!
—¡No me perderé el espectáculo por nada en el mundo! —Comenta. La expresión indescifrable que lo acompaña deja paso a una sonrisa satisfecha, dura pocos segundos, pero la he visto.
—¡No me cambiaré delante de ti! —Protesto poniéndome en pie.
—En realidad lo harás… —Responde cerrando la puerta con llave y metiéndola en el bolsillo de los pantalones. Debería tener miedo, y, sin embargo, el atrevimiento recorre mi cuerpo. Observándolo desafiantemente me quito la camiseta que llevo puesta y la tiro al suelo. Me vuelvo de espaldas y desabrocho el sujetador, consciente de que me está mirando. Dios mío estoy a punto de desnudarme completamente, me quedaré desnuda en la misma habitación con él.
Cojo el bikini, me pongo rápidamente la parte de arriba y sonrío mirando el vestidito extendido en la cama. Debería ser lo suficientemente largo para cubrirme mientras me cambio. Me lo pongo y lentamente me quito la parte inferior dejándola caer al suelo y
Colocándome la pieza del bikini que falta. Ya está. Al final no ha sido ninguna tragedia. Me giro hacia él mirándolo con indiferencia.
—Tienes un buen trasero. —Comenta abriendo la puerta. —Muy gracioso…. —Murmuro pasando a su lado para salir de la habitación.—Para morderlo… —Continúa a mis espaldas, pero lo ignoro mientras me acerco a mis amigas. Las observo mientras hablan animadamente con los hermanos de Alex, parecen a gusto.—¡Hola a todos! —Digo acercándome. Carlotta me mira mal y no comprendo el porqué. La presencia de Vicenzo junto a mí atrae su atención y cuando me giro hacia él advierto que algo importante está pasando.—¿Qué paso anoche? —Preguntó en voz baja acercándome a ella. —¿No recuerdas nada? —Pregunta Sharon riéndome y dándome una palmadita en la espalda. Niego con la cabeza sin entender qué es tan divertido.&md
Ha pasado una semana desde la última vez que vi a Vicenzo. Esta mañana un florero se ha presentado con una rosa blanca y con una tarjeta. Inútil decir que son suyas. No se rinde tan fácilmente, lo cual lo hace todavía más interesante. Ninguno más ha insistido, solo él. Cada día mi consciencia me recuerda que no es factible.Él se marchará y yo solo tendré un bonito recuerdo, y es justo lo que quiero evitar: limitarme a un recuerdo. Echo de menos sus labios, sus poderosas manos sobre mi cuerpo, pero debo reprimir este deseo carnal. Es un hombre, no debería perder su tiempo con una jovencita como soy yo, aun cuando soy ya una adulta, él es un hombre ya entrado en años y yo no debería desear algo tan prohibido. Mis amigas me agobian todos los días para que cambie idea, pero no caeré en la tentación.Me pongo el ch
—Escúchenme bien. Yo no estoy enamorada de Vicenzo, por lo tanto, dejemos de decir disparates. Salgamos, divirtámonos y se acabó, ya es parte del pasado. —Trato de zanjar el tema esperando que no insistan. Por sus miradas me doy cuenta de que no están tan de acuerdo.—Sí, está en la fase de negación… —Murmura Jianna. No puedo evitar alzar la mirada al cielo y resoplar. No entiendo por qué insisten, si no quiero hablar de ello, tienen que respetar mi elección. Las dejo para subir un momento a la habitación para prepararme. Después de una cena con mucha paella llegamos ante el nuevo local que se llama Eros. Por lo que parece todo el mundo se ha puesto en mi contra, porque todas estas coincidencias me sacan de quicio. He visto muchos locales en la playa, pero este es realmente hermoso.Hay pequeños sofás cortin
Me encuentro en el todoterreno con Vicenzo y sus hermanos. De mis amigas no hay ni rastro. Estoy sola, aterrorizada en medio de cinco desconocidos y no sé cómo salir de aquí. Me siento en peligro y sin escapatoria.Quién sabe cómo se lo tomará mi padre cuando se entere de mi desaparición. Estoy convencida de que avisará a las autoridades, hará de todo para encontrarme, no permitirá que Vicenzo se salga con la suya. Miro las expresiones contrariadas de sus hermanos y me hace pensar que no están muy conformes con la decisión de Vicenzo.—No necesitamos más problemas… —Interviene disgustado Iván. Me dirijo hacia Vicenzo mirándolo mal. ¿Ves? No todos tienen el cerebro hecho papilla como tú.Ne vmeshivaytes’. Pomnite, kto v dome khozyain. —Responde con tono amenaza
—¿Tienes veintiuno años? —Berrea. Parece aterrorizado. Por absurdo que parezca, es divertido. —Imagina, ya estoy viendo el titular en todos los periódicos, “chica de veintiuno años secuestrada por un grupo de rusos”. —Digo mientras gesticulo con las manos.—¿Por qué no me lo has dicho? —Pregunta. Tiene razón, debería haberlo hecho, así no me encontraría ahora en esta situación. —Nunca me has preguntado mi edad. —Respondo seria. Vicenzo masculla palabras incomprensibles dirigiéndose a sus hermanos y entra con ellos en otra habitación.Esperemos que use el cerebro y me lleve a casa. De mientras aprovecharé para buscar una escapatoria, pero en este estado no puedo ir lejos. Si ellos han ido a la izquierda, yo iré a la derecha. Al fondo veo una puerta. Me levanto con ci
Me muero de ganas por saber qué hacen con su vida Vicenzo y sus hermanos para poder permitirse todo esto. No estamos hablando de una mansión, sino de un verdadero castillo. Después de atravesar la barrera veo un enorme y cuidado jardín con una única carretera flanqueada de grandes árboles. Personal de seguridad por doquier.Todo esto me hace pensar en lo importante que será en esta zona. Bajo del coche y espero sus instrucciones. Increíble, estoy obedeciendo sumisamente. Por el momento fingiré seguir así, en algún momento tiene que bajar la guardia. Agarra mi mano con dulzura, nos miramos a los ojos. Sus ojos son luminosos, los míos impasibles.Me coge por el brazo, dejo que lo haga, no consigo caminar. Cuando entramos en el vestíbulo del castillo, Vicenzo pregunta a algunos de sus hombres si ha habido algún problema. No me miran,
Debo reaccionar rápidamente, no quiero pasar ni un minuto más aquí dentro. Está en peligro mi salud mental. No creo que resista otro combate, es excesivo. Después de una ducha relajante me encuentro solo con una toalla encima. ¿Qué debería ponerme? Mi vestido está sucio. Miro a mi alrededor, pero ni rastro de ropa. Miro hacia la habitación para asegurarme de que no esté, me sorprende no encontrarlo allí. Camino de puntillas hacia el armario mientras algunas gotas caen en el suelo. Espero encontrar algo para ponerme. Cuando abro el armario me encuentro ante un descubrimiento de final amargo, solo encuentro ropa de hombre. No se necesita mucho para saber que es su ropa, tengo la impresión de que sabía que llegaría a esta situación. Resoplo cogiendo una camiseta blanca y unos calzoncillos azules. Dirijo la mirada hacia el baño, debería ponérmelos. Estoy estudiando la posibilidad cuando la puerta se abre repentinamente estremeciéndome. Él me
Me tiro en la cama y grito contra el cojín, todo, todo esto es una pesadilla. No es posible. Intento respirar pausadamente y contener los gritos, progresivamente el dolor desaparece. Y luego pienso en él, es inevitable. Por un lado, me atrae y es quizá esto lo que más me asusta de él; por otro, lo detesto por haberme secuestrado. A veces ambas cosas se mezclan y se crea tal confusión que pierdo el control de mí misma. —¡Tú! —Chilla entrando como una furia. No muestro mi debilidad, aparto el cojín mirándolo desafiante. —¡No lo vuelvas a hacer! —Da un portazo cerrándola. Se acerca colocando las manos a los lados de la cabeza, el humo le sale por las orejas. —Asegúrate de aceptar todo esto rápidamente, estoy perdiendo la paciencia. No te gustaría verme enfadado, niña. —Amenaza acercando su rostro al mío. Trago saliva. ¿No está enfadado de verdad?, ¿puede ser peor todavía? —¡Ni hablar! —Deletreo bien cada palabra. Lo e