—Escúchenme bien. Yo no estoy enamorada de Vicenzo, por lo tanto, dejemos de decir disparates. Salgamos, divirtámonos y se acabó, ya es parte del pasado. —Trato de zanjar el tema esperando que no insistan. Por sus miradas me doy cuenta de que no están tan de acuerdo.
—Sí, está en la fase de negación… —Murmura Jianna. No puedo evitar alzar la mirada al cielo y resoplar. No entiendo por qué insisten, si no quiero hablar de ello, tienen que respetar mi elección. Las dejo para subir un momento a la habitación para prepararme. Después de una cena con mucha paella llegamos ante el nuevo local que se llama Eros. Por lo que parece todo el mundo se ha puesto en mi contra, porque todas estas coincidencias me sacan de quicio. He visto muchos locales en la playa, pero este es realmente hermoso.
Hay pequeños sofás cortinas de doseles blancas y algunas mesas con sillas de mimbre. Todo muy romántico, por supuesto. Me siento extraña, tengo la sensación de que lo veré. Espero que no. Me siento en uno de los sillones hablando con ellas de nimiedades mientras vago con la mirada. ¿Qué estás buscando, Adrienna ¿Mi subconsciente quiere que esté presente? No puedo otorgar tanta importancia a una persona de la que no sé nada.
Carlotta agarra de la mano a Jianna atrayéndola hacia un espacio vacío junto al mostrador del bar para bailar. No pueden resistir, al menos ellas sí saben cómo divertirse. En cambio, yo no hago otra cosa que pensar en él, el hombre que ha alterado mi existencia sin hacer nada especial.
—¡Nosotras vamos un momento al baño! —Me avisa Sharon levantándose junto a Gina. De acuerdo, todo esto es muy extraño. Quieren dejarme sola y solo hay una explicación plausible. Él está aquí. Las miro con incertidumbre mientras se juntan con las otras para luego desaparecer. Imagino lo que está a punto de suceder, no soy estúpida.
Si creen que me van a engañar, se equivocan. Me levanto del sillón con la intención de marcharme, pero me paralizo cuando me encuentro cara a cara con él: Vicenzo. Vestido de punta en blanco con un traje azul oscuro y camisa blanca. Mirada seria y tenebrosa que quita la respiración. Maldición, es muy apuesto. Decido actuar como si nada pasara, alzo la mirada topándome con sus ojos azules y sonrío.
—Hola, Vicenzo.
—Hola, Adrienna. —Responde amablemente metiéndose las manos en el bolsillo. —¿Qué te trae por aquí? —Ironizo colocándome un mechón de cabello detrás de la oreja. Frunce el ceño, no responde enseguida. Se toma su tiempo, suspira. Podría jurar que vislumbro una expresión humana, parece frustración. Siempre tiene una actitud glacial, es raro verlo en este estado.
—Negocios… Corta de raíz mientras me estudia el rostro. ¿Qué te traes entre manos, Vicenzo? No me fio de él, tiene un comportamiento sospechoso. Mejor dejarlo aquí, cuanto más cuerda le dé, peor será.
—Te dejo con tus cosas, si me disculpas… —Digo amablemente tratando de marcharme. Se planta delante, me asusto, pero no retrocedo. Nuestros cuerpos se rozan, pero ninguno de los dos parece dispuesto a moverse de dicha posición. Bajo la mirada, rápidamente sus dedos me acarician el mentón y lo levantan obligándome a mirarlo.
—No me has buscado. —Susurra en mis labios resignado. No respiro, estoy paralizada. ¿Qué diantres me ocurre?, ¡despierta, alerta roja! No puedes embelesarte así, recházalo.
—¿Por qué tendría que haberlo hecho? —Pregunto severa retomando por fin el control sobre mí misma. Gruñe descontento por mi respuesta. ¿Qué se esperaba? No me arrojaré a sus brazos, no me hechizará.
—Me decepcionas. Tratas de rechazarme cuando deberías dejarte llevar. Déjate amar como te mereces… —Susurra acercándose a mis labios, los roza y yo me aparto repentinamente.
—¡Lo único que quiero es tenerte fuera de mi vida! Inclino la cabeza hacia un lado. Sus brazos me rodean las caderas y atraen mi cuerpo hacia el suyo.
—¡Quiero-que-seas-mía! —declara entre dientes. Cualquier otra persona en este momento gritaría, pediría auxilio. En cambio, yo lo encuentro un reto cautivador al que no puedo renunciar.
—¡Yo no! —Respondo intentando liberarme de su agarre. Parece que la presencia de otras personas no lo inquieta. Sigue agarrándome con fuerza mientras intento separarlo con todas mis fuerzas. Bueno, no con todo el ímpetu que podría, no lo estoy contando todo tal como está sucediendo.
—No tan rápido, pequeña. —Dice entre dientes obligándome a apoyar mi rostro en su pecho. Me acaricia el cabello mientras que con la otra me tiene bien sujeta. Es el doble que yo, un hombrón, pero extrañamente no me da miedo.
—Net —Murmuro intentando retroceder, sin embargo, no consigo moverme. Su pecho vibra, se echa a reír. Oh mira por dónde, sabe reír, ¡quién lo diría!, ¡entonces no es una máquina insensible!, ¡una miga de humanidad existe!
—Sorprendente. Estás aprendiendo mi lengua. El modo en que pronuncias las palabras es muy sensual. —Comenta acariciándome constantemente. Modestia aparte, los cuatro años de estudios de idiomas han servido para algo. Hablo su lengua, pero él no lo sabe. Qué pena que no haya profundizado la expresión escrita. Cree que he aprendido algunas palabras por él, qué iluso. Espera… ¿ha dicho que el modo en el que hablo es sensual? Madre mía, sálvese quien pueda.
—Ya sabes, me relaciono con personas que no entienden mi idioma. — Respondo resoplando molesta.
—Yo lo entiendo perfectamente, eres tú la que no lo entiende. Ty moya… ¡Solo tienes que aceptarlo!
—¡No sucederá jamás! —respondo levantando la cabeza de sopetón. Lo empujo con toda la fuerza que tengo dentro, apartándolo un poco. Me mira disfrutando de la situación, sin reaccionar. Y es entonces cuando aprovecho para pasar por debajo de su brazo izquierdo. Corro alejándome del local, consciente de que me seguirá, decido cambiar de sentido en el último momento. Si voy hacia el aparcamiento, me encontrará; pero si voy hacia la playa, podría esconderme detrás de las rocas. Camino hacia la orilla alejándome lo más posible. Me quito los tacones, me estorban, los tengo en la mano mientras me dirijo con los pies descalzos hacia los escollos. —¡Detente inmediatamente! —Retumba su voz a mis espaldas. ¡Maldito sea! Me ha asustado.
—¡Márchate! —Grito comenzando a correr. Quisiera saber ahora cómo voy a librarme de él. No tengo escapatoria, me alcanzará. Me tropiezo cayendo como un saco de patatas en la arena y chillo furiosa conmigo misma a causa de mi torpeza. Levanta mi cuerpo como si fuera una pluma, me vuelve hacia él, me está mirando, parece preocupado.
—¿Estás bien? —Pregunta dejando que los pies toquen el suelo. Me limpio quitando la arena esparcida por todos los lados y me quejo.
—¡Todo es culpa tuya!
—Una situación increíble, surrealista. —Tienes razón, es mi culpa… —Responde con seriedad. ¿Ah, sí? Me acaba de dar razón, no me lo creo. Sonrío satisfecha creyendo haber ganado algo.
—Vale, genial, al final lo has entendido. Es mejor que nos despidamos… — Digo extendiéndole la mano. —Gracias por los buenos momentos y te deseo un buen viaje de vuelta. —Termino la frase decepcionada porque no me devuelve el saludo. Mira mi mano con reticencia y después busca mi mirada. ¿Y ahora qué le pasa? Lo examino con atención mientras aprieta la mandíbula y la nuez se mueve. Los ojos azul profundo son todavía más bonitos con el reflejo de la luna. Increíble, lo estoy admirando.
—Es mi culpa porque he perdido el tiempo. —Declara. Un vuelco al corazón, las palabras que no querría haber escuchado.
—Debería haber acabado con esto la noche en la que te desmayaste. —Avanza un paso hacia mí. Retrocedo desorientada. ¿Qué está sucediendo? Tiene un tono amenazador, no me gusta esta actitud. —Sabía entonces que eras perfecta, pero quería darte más tiempo. Otro paso, me cuesta respirar y sigo retrocediendo.
—Esperaba que me eligieras. No quería llegar a esto. Interpongo entre nosotros las manos, como si esto pudiera detenerlo.
—¿Llegar dónde?, ¡no te pedido que hagas nada! —Grito balanceándome de un pie a otro. Estoy haciendo zigzag, estoy jadeando mientras intento buscar una pequeña posibilidad de fuga.
—¡Lo siento, soy demasiado egoísta para renunciar a ti! —Exclama con el rostro contraído. Me paralizo observándolo de mala manera mientras inexplicablemente sus manos se apoyan en mis bíceps.
—Puedes tener a muchas chicas, no pierdas el tiempo conmigo. —Mi voz apenas se escucha, me tiembla el labio mientras sus ojos me devoran. Respira profundamente centrando la mirada en mis manos, parece que está tratando de resistir a la tentación de tocarlas.
—Si no vienes conmigo en este preciso momento, tus amigas correrán peligro… —Susurra acercándose a mi rostro. Abro los ojos sorprendida e intento comprender si está bromeando, pero su mirada impasible me corrobora la veracidad de sus palabras. El latido se acelera, me cuesta respirar.
—¿Por qué me haces esto? —Lo siento, pero quiero poseerte. Estoy dispuesto a todo con tal de tenerte. — Afirma. —Estoy petrificada. ¿Quién es este hombre? Intenta tomarme la mano, pero yo la aparto.
—¡No me toques!, ¡no voy a ninguna parte contigo! —Digo entre dientes mirándolo con odio. Muy bien, hazte la dura Adrienna. Me acerco amenazante tirándolo de la chaqueta, sin embargo, él no reacciona. Su mandíbula se contrae mientras sus ojos se desplazan de mis manos. Me mira fijamente. Está enfadado. Muy enfadado. —Se acabó perder el tiempo. ¡Ahora vienes conmigo! Y después de esta afirmación me carga a las espaldas sin dificultad. Pataleo gritando a más no poder, pero no cambia nada. Su agarre se vuelve más férreo mientras camina con grandes zancadas.
—¡Deja de gritar, joder! —Grita, pero no tengo ninguna intención de detenerme. Todavía incrédula por la situación le doy puñetazos en la espalda esperando poder pararlo. ¿Cómo puede ser que nadie lo detenga? Estoy gritando y nadie se preocupa. ¿Por qué me está ocurriendo todo esto? Que alguien me ayude antes de que pase algo lo inevitable. Tengo miedo, no sé ni lo que quiere de mí ni adónde me lleva.
Me encuentro en el todoterreno con Vicenzo y sus hermanos. De mis amigas no hay ni rastro. Estoy sola, aterrorizada en medio de cinco desconocidos y no sé cómo salir de aquí. Me siento en peligro y sin escapatoria.Quién sabe cómo se lo tomará mi padre cuando se entere de mi desaparición. Estoy convencida de que avisará a las autoridades, hará de todo para encontrarme, no permitirá que Vicenzo se salga con la suya. Miro las expresiones contrariadas de sus hermanos y me hace pensar que no están muy conformes con la decisión de Vicenzo.—No necesitamos más problemas… —Interviene disgustado Iván. Me dirijo hacia Vicenzo mirándolo mal. ¿Ves? No todos tienen el cerebro hecho papilla como tú.Ne vmeshivaytes’. Pomnite, kto v dome khozyain. —Responde con tono amenaza
—¿Tienes veintiuno años? —Berrea. Parece aterrorizado. Por absurdo que parezca, es divertido. —Imagina, ya estoy viendo el titular en todos los periódicos, “chica de veintiuno años secuestrada por un grupo de rusos”. —Digo mientras gesticulo con las manos.—¿Por qué no me lo has dicho? —Pregunta. Tiene razón, debería haberlo hecho, así no me encontraría ahora en esta situación. —Nunca me has preguntado mi edad. —Respondo seria. Vicenzo masculla palabras incomprensibles dirigiéndose a sus hermanos y entra con ellos en otra habitación.Esperemos que use el cerebro y me lleve a casa. De mientras aprovecharé para buscar una escapatoria, pero en este estado no puedo ir lejos. Si ellos han ido a la izquierda, yo iré a la derecha. Al fondo veo una puerta. Me levanto con ci
Me muero de ganas por saber qué hacen con su vida Vicenzo y sus hermanos para poder permitirse todo esto. No estamos hablando de una mansión, sino de un verdadero castillo. Después de atravesar la barrera veo un enorme y cuidado jardín con una única carretera flanqueada de grandes árboles. Personal de seguridad por doquier.Todo esto me hace pensar en lo importante que será en esta zona. Bajo del coche y espero sus instrucciones. Increíble, estoy obedeciendo sumisamente. Por el momento fingiré seguir así, en algún momento tiene que bajar la guardia. Agarra mi mano con dulzura, nos miramos a los ojos. Sus ojos son luminosos, los míos impasibles.Me coge por el brazo, dejo que lo haga, no consigo caminar. Cuando entramos en el vestíbulo del castillo, Vicenzo pregunta a algunos de sus hombres si ha habido algún problema. No me miran,
Debo reaccionar rápidamente, no quiero pasar ni un minuto más aquí dentro. Está en peligro mi salud mental. No creo que resista otro combate, es excesivo. Después de una ducha relajante me encuentro solo con una toalla encima. ¿Qué debería ponerme? Mi vestido está sucio. Miro a mi alrededor, pero ni rastro de ropa. Miro hacia la habitación para asegurarme de que no esté, me sorprende no encontrarlo allí. Camino de puntillas hacia el armario mientras algunas gotas caen en el suelo. Espero encontrar algo para ponerme. Cuando abro el armario me encuentro ante un descubrimiento de final amargo, solo encuentro ropa de hombre. No se necesita mucho para saber que es su ropa, tengo la impresión de que sabía que llegaría a esta situación. Resoplo cogiendo una camiseta blanca y unos calzoncillos azules. Dirijo la mirada hacia el baño, debería ponérmelos. Estoy estudiando la posibilidad cuando la puerta se abre repentinamente estremeciéndome. Él me
Me tiro en la cama y grito contra el cojín, todo, todo esto es una pesadilla. No es posible. Intento respirar pausadamente y contener los gritos, progresivamente el dolor desaparece. Y luego pienso en él, es inevitable. Por un lado, me atrae y es quizá esto lo que más me asusta de él; por otro, lo detesto por haberme secuestrado. A veces ambas cosas se mezclan y se crea tal confusión que pierdo el control de mí misma. —¡Tú! —Chilla entrando como una furia. No muestro mi debilidad, aparto el cojín mirándolo desafiante. —¡No lo vuelvas a hacer! —Da un portazo cerrándola. Se acerca colocando las manos a los lados de la cabeza, el humo le sale por las orejas. —Asegúrate de aceptar todo esto rápidamente, estoy perdiendo la paciencia. No te gustaría verme enfadado, niña. —Amenaza acercando su rostro al mío. Trago saliva. ¿No está enfadado de verdad?, ¿puede ser peor todavía? —¡Ni hablar! —Deletreo bien cada palabra. Lo e
Una fiesta de presentación. ¿Cómo he acabado en esta situación? Ah, es verdad, quería hacerme la heroína y salvar a mis amigas. Qué pena que ellas estén en su casa tranquilas mientras yo me encuentro aquí encerrada. Quién sabe, tal vez toda Italia se ha movilizado para buscarme. No pueden haberse olvidado de mí. Por no hablar de mi padre, me está buscando, lo presiento.Espero que consigan dar conmigo, pero al mismo tiempo estoy elaborando un plan de fuga. No sé cuánto tardaré, pero lo intentaré por todos los medios. He recurrido a toda mi buena voluntad para interpretar este papel, he pasado tiempo con Vicenzo comportándome como si nada. Y ahora tengo que fingir ser la novia de mi secuestrador.Alucinante. Cuando me ha hablado de la fiesta, pensaba que sería una normal; en cambio, el idiota la ha organizado para pres
—Eres lo más hermoso que he visto en mi vida, Adrienna… Y todos tienen que saber que eres mía. Lo que veo es un hombre orgulloso de su conquista. Yo no soy un objeto de exposición, soy una persona con sentimientos y debería ser libre de decidir por mí misma. Uno de los guardaespaldas se acerca susurrando algo a Vicenzo, se pone tenso y murmura algo en ruso. Creo que hay problemas al acecho.—Pequeña, tengo que alejarme un segundo. Date una vuelta, pero no hables con nadie.—Advierte. ¿Cree que soy su perro o qué? Asiento con falsedad mientras se aleja. No estaré aquí posando para todos, ni lo sueñes. Agarro la copa y camino entre la multitud. Al fondo de la sala veo una terraza, una bocanada de aire fresco me vendría bien. Cuando salgo me asombro, luces tenues, plantas de todo tipo. UnGran rosal de rosas rojas ll
Sentada en la cama observo a Vicenzo esperando a que me hable de él. Parece preocupado, se pasa la mano por el cuello suspirando.—Prométeme que cualquier cosa que yo te cuente no te hará cambiar de opinión sobre mí. Tranquilo, ya tengo una pésima opinión de ti. Contengo la respiración y respondo falsamente.—Te lo prometo. Ahora suéltalo todo que tengo curiosidad por saber quién eres.—Veamos por dónde comienzo… Soy un hombre importante y de esto ya te has dado cuenta. Digamos que tengo un grupo de personas que trabajan para mí, mis negocios tienen que ver principalmente con la construcción, pero también con otros sectores. —Explica seriamente intento captar un cambio en mi mirada. Permanezco impasible, mientras comienzo a crearme una idea. Peligro.—¿Qu&eacut