KAESAR:Estaba furioso, pero sobre todo, frustrado. Estaba entrando en celo debido a que mi Luna había aparecido, pero no me aceptaba, lo cual intensificaba mi furia. Sabía que mi madre había convencido a todos en el consejo para aceptar un matrimonio arreglado con una miembro de la manada, casi tan poderosa como la mía: “Los Arteones”, de la cual ella era parte. Desde niño, había elegido a quien sería mi Luna, aun cuando no sabía que lo sería de verdad: Kaela, la hija del alfa Ridel de la manada "Colmillos Reales", y el mejor amigo de mi padre.Su manada era tan poderosa y temida como la mía, pero después de que asesinaron a su Luna y a mi padre, había mantenido un bajo perfil. Kaela se encontraba conmigo a escondidas y me enseñó todo lo que un Alfa Real podía hacer; él también lo era. Por eso, cuando intentaron usurpar mi trono, no pudieron. Dejé que toda la fuerza de los Alfas Reales se desarrollara, y el ejército de mi padre, convencido de que yo no había heredado su poder, se pus
KAELA:Miré a Kaesar furiosa, con un odio que nacía no solo de mis sospechas, sino de su forma de dirigirse a mí. A lo lejos, observé a todos los que habían abandonado el salón: al frente, la Luna Artemia, con Artemí a su lado y el consejo detrás, todos con sus ojos clavados en nosotros. Bajé la cabeza en señal de sumisión y seguí al alfa, reproduciendo el mismo temor que todos le profesaban. Mi mente, sin embargo, no dejaba de dar vueltas sobre lo que realmente deseaba hacer. Era consciente de que si lo acompañaba, tarde o temprano cedería, permitiendo que me hiciera suya y me marcara. No podía permitir que eso sucediera.Cuando nos alejamos lo suficiente de las miradas ajenas, contemplé cómo se transformaba en su lobo Kian, abandonándome mientras yo luchaba contra la nieve que me llegaba hasta las rodillas. El maldito collar de plata q
KAELA:Los vi alejarse y salí de detrás del árbol donde me había refugiado. Sentía mis manos y pies congelados. Si pudiera quitarme el collar, me convertiría en Laila y no pasaría frío. Caminaba distraída rumbo a mi manada. No sabía qué estaba planeando Kaesar al dejarme atrás, pero no iba a pasar el celo con él en ese refugio. De pronto, vi a un enorme lobo gris saltar frente a mí: era mi hermanastro Arteón, acompañado de mi madrastra Artea, que sonreía ampliamente.—¿Pensaste que podrías evadirnos, lobita? —preguntó con una expresión seria—. Regresarás con nosotros a la manada, anunciarás tu matrimonio con mi hijo y le otorgarás el puesto de alfa. ¿De acuerdo?—¡Nunca! —respondí con determinación—. ¡No voy a renunciar al lugar que
KAESAR:Me había alejado de Kaela para no poseerla allí mismo en medio del bosque, sin recordar que ella estaba en su forma humana y que la nieve era demasiado profunda, hasta que Kian me hizo detener. —¿Te volviste loco, Kaesar? ¿Se te olvidó que nuestra Luna no puede convertirse en loba y la dejaste muy atrás? Vamos a regresar. Aunque estemos en nuestra manada, sabes muy bien que alguien la raptó y la trajo —dijo, girando para regresar. —Kian, debes prometerme que no la vamos a poseer hasta que ella lo quiera. ¿Qué sucede? ¿Por qué corremos? —pregunté al sentir que me quitaba el control de nuestro cuerpo y corría a toda velocidad hasta que me di cuenta de que alguien gritaba. —¡Es nuestra Luna, alguien la está atacando! —y era verdad, pude sentir sin haberla marcado un terrible dolor y nos cegamos. Llegamos justo a tiempo para ver cómo mi primo Arteón hería su brazo con sus garras. Dejé que Kian tomara el control, rugiendo con todas nuestras fuerzas, interceptando a Arteón.
KAELA: Estaba furiosa con Kaesar por dejarme sola en medio del bosque, permitiendo que los estúpidos Artea y Arteón me atacaran y me hirieran. No quería verlo; lo odiaba. Encontraría la manera de averiguar quién había atacado a mi padre y me había raptado a mí. Si había sido él, le declararía la guerra. Mi manada es fuerte y temida, aunque mi padre se haya dedicado a lograr la paz con todos. Los volveré a hacer temerarios. Mi corazón latía con rabia, una furia contenida que sentía arder en cada fibra de mi ser. Los recuerdos de Kaesar me quemaban más que las heridas que Artea y Arteón me habían causado. No descansaría hasta saber cada detalle de lo ocurrido aquella fatídica noche en que mi mundo se hizo pedazos. La imagen destrozada de mi padre sigue viva en mi mente. Si Kaesar albergaba alguna culpa, si hubiera estado detrás de ello, mi venganza sería implacable. Los haría recordar el temor que una vez inspiramos, los tiempos en que caminábamos con arrogancia y orgullo. Mi herenci
KAELA:Entrar a mi casa fue surrealista y doloroso; la ausencia de mi padre se sentía aterradora. El hogar, que antes rebosaba de su clara presencia, ahora estaba sumido en un silencio casi tangible. Miré a mi Beta sin esconder mis lágrimas. Unos pasos arrastrados hicieron que me girara para ver a mi nana con los brazos extendidos hacia mí. Me dejé abrazar y revisar todo lo que quiso; su tacto cálido era un consuelo que me hacía falta.Luego, unos pasos firmes resonaron en la entrada de la casa. Al girarme, me encontré con un impresionante joven que era como ver a mi Beta en su juventud. —Mi Alfa, no sé si se acuerda de mi hijo Ancel; se supone que será su Beta —lo presentó Rouf con una sonrisa de orgullo que iluminaba su rostro.—Mi Alfa, estoy a su entera disposición —dijo Ancel, inclinándose respetuosamente ante mí.—Levántate, Ancel. Claro que me acuerdo de ti, pero por el momento deseo que tu padre siga siendo el Beta. Tú serás mi asistente personal. Claro, si no te molesta —me
KAESAR:Estaba furioso, tanto que quería ver sangre. Aprovechando que ya tenía a mis guerreros allí, les exigí que me siguieran. Iríamos de cacería, entre el celo y la rabia de haberle fallado a Kaela, a mi Luna. Estábamos descontrolados; necesitaba acción para no correr hacia ella.Somos lobos; nadie preguntó por qué quería ir de cacería en un día como aquel en que la nieve no dejaba de caer. El aire me trajo el aullido de mi Luna; estaba segura en su manada, y eso me hizo reaccionar. Nos adentramos más en el bosque, la nieve crujía bajo nuestras patas. Seguimos una manada de búfalos; tenía que soltar toda la frustración.Mis guerreros y yo nos lanzamos tras ellos, un arranque de pura adrenalina que avivaba en mí un sentimiento de libertad desbocada. A medida que nos acercábamos a nuestras presas, en un
KAESAR:Me acerqué despacio a la ventana. Podía escuchar el roce de las garras contra la piedra, cada vez más cercano, siguiendo exactamente la misma ruta que yo había trazado minutos antes. Me mantuve en las sombras, conteniendo mi energía para no alertar al intruso, mientras escuchaba el familiar patrón de movimientos: primero la cornisa del primer piso, luego el saliente de piedra, y ahora las enredaderas que trepaban hasta esta ventana. El aroma que llegaba desde el exterior me resultaba inquietantemente familiar, pero la oscuridad de la noche y la posición de la luna nueva me impedían identificar claramente a quién se acercaba. Mis músculos se tensaron, preparados para defender a Kaela si fuera necesario, mientras observaba cómo una silueta comenzaba a dibujarse en el marco de la ventana. —Es un lobo de los Arteones, conozco su olor —susurró mi lobo Kian en mi mente, haciendo que me concentrara—. Alguien viene por nuestra Luna. Las enredaderas crujieron ba